Número 8 - septiembre 2011

Nuevos horizontes para América Latina

Por Josefina Stubbs

   
   

En el proyecto Gente de Valor apoyado por IFAD en Brasil, los campesinos están construyendo sistemas intensivos de riego para optimizar el consumo del agua. (Foto © Greg Benchwick)

Ha sido un año maravilloso. Al entrar al último trimestre del 2011 es importante hacer un recuento de nuestros éxitos a lo largo del año y de los desafíos que enfrentaremos en el futuro.

En este ejemplar de Ventana Rural, veremos varios proyectos nuevos que tratarán con la reducción de la pobreza en Bolivia, Ecuador y México. Estos nuevos proyectos fueron construidos desde sus inicios teniendo presente la sostenibilidad, responsabilidad y resultados perdurables. Y, aún cuando los contextos regionales varían considerablemente, los proyectos tienen temas en común, buscan enfoques ecológicas y nuevas tecnologías, acceso al mercado, fortalecimiento de las cadenas de valor y prácticas participativas que incrementen los ingresos y brinden mejores vidas a los pobres rurales que viven al margen de la sociedad en toda América Latina.

Las entrevistas importantes de miembros del Comité de Evaluación del FIDA resaltan sus reflexiones acerca de la visita que realizaron recientemente al proyecto Dom Hélder Câmara en Brasil. También destacamos un proyecto nuevo de gestión del conocimiento en Brasil que ayudará a replicar las lecciones aprendidas en Dom Hélder y trasladarlas a otras áreas pobres del noreste brasileño. Un nuevo video nos revela cómo se están mezclando las tradiciones ancestrales con nuevas técnicas y tecnologías para ayudar a los tejedores en Guatemala a ganar más dinero en su oficio. También analizamos a profundidad el financiamiento que actualmente damos a Haití, la nueva política del FIDA para el medio ambiente y la gestión de recursos naturales y cómo su implementación afectará a la región latinoamericana, y las formas en que la competencia está generando nuevas posibilidades para la paz y prosperidad en Colombia.

   
   

En los campos argentinos, el fortalecimiento de las instituciones, capacidades y acceso a los mercados será clave para las generaciones futuras.

Este mes de septiembre, la Junta Ejecutiva del FIDA aprobó nuevos proyectos para la reducción de la pobreza en Honduras, Ecuador y Argentina. Estos proyectos apalancan el cofinanciamiento del Fondo de Cofinanciación de España para la Seguridad Alimentaria, del Banco Centroamericano de Integración Económica, gobiernos locales y beneficiarios de proyectos, lo que nos permite aumentar progresivamente el alcance y la efectividad de los esfuerzos del FIDA para la reducción de la pobreza en la región.

También es momento de celebrar las nuevas publicaciones y los nuevos hitos. A continuación encontrará una entrevista en vídeo con el Presidente del FIDA, Kanayo F. Nwanze, en que él reflexiona acerca de su reciente misión a Argentina. También encontrará una publicación nueva llamada El tema de la tierra en Argentina (The Issue of Land in Argentina), y un resumen de la Organización Internacional de Derecho para el Desarrollo (IDLO, por sus siglas en inglés) y el FIDA acerca de los marcos legales que están emergiendo en México para abordar el cambio climático. Fijamos nuestra vista en los éxitos del Proyecto Paraguay Rural y su evaluación de medio ciclo y en cómo Perú está apalancando las tecnologías informáticas y de comunicación para construir mejores oportunidades para los pobres rurales.

Los próximos meses nos traerán un sinfín de desafíos diversos, junto con nuevas oportunidades. Al fomentar una cultura de colaboración y cooperación, esperamos continuar nuestra tendencia líder al crear proyectos innovadores, sostenibles y orientados a resultados en toda América Latina y el Caribe. Estos proyectos no sólo están redituando resultados tangibles en la reducción de la pobreza, la gestión responsable de los recursos naturales, el diálogo de políticas y el empoderamiento rural, sino también son esenciales en nuestros esfuerzos por salvaguardar la paz, la estabilidad y el progreso en toda la región.

Saludos,
Josefina

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Presidente del FIDA reflexiona sobre su visita a la Argentina


Enfoque en Haití: Concluye proyecto PICV-II, arranca proyecto de irrigación y empleo

   
   

Los cultivos intensivos han resultado en mejores cosechas para los productores de maní en Haití. (Foto © Greg Benchwick)

El Proyecto de Intensificación de Cultivos Alimentarios – Fase II (conocido localmente como PICV-II) del gobierno haitiano llegó a su fin en marzo último luego de mejorar la vida de más de 28,000 haitianos pobres rurales.

Como su nombre lo indica, el Proyecto de Intensificación de Cultivos Alimentarios estaba orientado principalmente a incrementar la producción agrícola – particularmente la producción alimentaria – en un esfuerzo por crear mejores ingresos para los hogares y mejores condiciones de vida para los haitianos residentes en seis municipalidades de Bas Plateau Central. El proyecto también buscaba preservar los recursos naturales y fortalecer las capacidades de desarrollo locales, desarrollar sistemas de riego a pequeña escala y pequeñas empresas rurales, mejorar la infraestructura de transporte y abastecimiento de agua, y promover estrategias de reducción de riesgo a largo plazo al recapitalizar las fincas ganaderas y crear grupos e instituciones de ahorro.

El proyecto que duró nueve años, con una inversión de 20 millones de dólares estadounidenses, se benefició de los 15.4 millones de dólares en financiamiento recibidos del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA). El gobierno de Haití aportó 1.8 millones de dólares en financiación, y los beneficiarios mismos aportaron casi 3 millones de dólares. Aunque el préstamo inicial fue otorgado con términos sumamente favorables, la deuda fue condonada con el programa de alivio de la deuda del FIDA por 50 millones de dólares para Haití, mismo que fue aprobado en abril de 2010.

Según el informe de cierre del proyecto, cerca de 15,000 hogares beneficiarios informaron de incrementos en sus ingresos de 15 a 20 por ciento. Unas 6700 personas aprendieron a leer y escribir, otras 15,000 recibieron capacitación técnica. La mayor parte del trabajo fue impulsado desde su inicio por organizaciones de base, programas de desarrollo comunitario e iniciativas de proyectos comunitarios. El proyecto estableció y fortaleció unas 420 organizaciones de base, casi 200 programas de desarrollo comunitario y 504 iniciativas de proyectos comunitarios.

En el campo, el trabajo del gobierno haitiano, personal del proyecto y beneficiarios del proyecto se tradujo en 14 kilómetros de caminos nuevos, más de 700 hectáreas de tierra con sistemas de riego nuevos o renovados (un incremento del 200 por ciento en tierra irrigada desde el inicio del proyecto) y unos 9000 nuevos miembros en las asociaciones de ahorro creadas por el proyecto.

“Haití es la nación menos desarrollada del hemisferio occidental. Al centro de esta falta de desarrollo – y la incesante batalla del país con la pobreza y la inestabilidad – está el factor de riesgo. Si reduces el perfil de riesgo del haitiano promedio, reduces el riesgo para la nación”, dijo el Gerente de Programa de País del FIDA en Haití, Marco Camagni. “La mejor forma de reducir el riesgo es proteger los recursos naturales, fomentar el ahorro, diversificar ingresos e incrementar la educación.”

Inicia financiación en la República Dominicana

En un esfuerzo por aportar soluciones sostenibles a toda la isla La Española, el FIDA también está por iniciar la financiación para la vecina República Dominicana. El año pasado la organización aprobó 28 millones de dólares estadounidenses en financiación nueva para la República Dominicana. Y en mayo de 2011, la Junta Ejecutiva aprobó una financiación adicional por 16 millones de dólares en fondos del Fondo de Cofinanciación de España para la Seguridad Alimentaria para el Proyecto de Desarrollo Económico Rural en las provincias centrales y orientales.

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FIDA inicia financiación para la República Dominicana y Haití
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Gestión de recursos naturales y productividad

   
   

Cerca de 66,000 ml de sistemas de riego han sido rehabilitados, generando casi 58,000 jornadas de trabajo en el nuevo proyecto.

Haití sufre de altos niveles de erosión de suelo y degradación de la tierra. La nación también importa casi 60 por ciento del total de consumo de alimentos y más de 80 por ciento de su arroz.

El proyecto entregó resultados mixtos en sus iniciativas de gestión de recursos naturales. Se formaron casi 100 grupos de gestión de recursos naturales (131 por ciento del objetivo), mientras que sólo se crearon 465 grupos de infraestructura (58 por ciento del objetivo inicial).

Viéndolo del lado positivo, el personal del proyecto informó de prácticas mejoradas en el manejo de suelo, siendo visible que montañas áridas habían sido sembradas y habían echado a andar mejores prácticas para la conservación del suelo. No obstante, algunos sistemas de mini-riego han creado pozas de agua estancada que pueden representar riesgo de malaria y muchos agricultores están empleando más pesticidas en sus granjas.

“La verdadera buena noticia es que la producción – y los ingresos –incrementaron considerablemente gracias a los nuevos proyectos de irrigación, capacitación técnica y mejorada eficiencia organizacional”, dijo Camagni. “En general, el proyecto informó de incrementos relativos en la productividad de 300 dólares estadounidenses por hectárea hace nueve años a unos 800 dólares por hectárea hoy.”

En un proyecto comunitario, la producción de frijol incrementó más de 125 por ciento, con un ingreso generalizado de 108 por ciento. Esta productividad mejorada permitió la estabilización del precio en la región, según informes del proyecto. Los ingresos del banano incrementaron en 200 por ciento, mientras que el de pimientos cayó 83 por ciento. Estos incrementos en los ingresos significan más empleos en la construcción y la agricultura, con un crecimiento estimado del 100 por ciento en ingresos de jornaleros agrícolas.

El ganado bovino y caprino también demostró alta rentabilidad. En lugar de simplemente entregar cabras a las personas que habitan la región, el programa está trabajando con un modelo estilo pirámide que permite un crecimiento exponencial. Cada participante inicial recibe una cabra. Cuando estas cabras tienen crías, un cabrito regresa al grupo colectivo para ser entregado a una nueva familia. Las demás crías se quedan con los participantes en el proyecto y pueden venderlas para obtener ganancias.

No todas las iniciativas fueron exitosas. Algunos beneficiarios del proyecto trataron de criar gallinas, pero carecían de la tecnología productiva para ser eficientes; otros intentaron trabajar con apiarios, pero tuvieron bajas tasas de éxito.

Seguridad alimentaria

Incluso antes del terremoto de enero de 2010, casi 2 millones de haitianos enfrentaban situaciones con la seguridad alimentaria, ya que casi la mitad de los 9 millones de habitantes del país viven con menos de un dólar al día. Hoy, el Programa Mundial de Alimentos calcula que “entre 2.5 y 3.3 millones de haitianos viven con inseguridad alimentaria. Un tercio de los bebés recién nacidos nacen con bajo peso. La desnutrición aguda entre niños menores de 5 años es de 5 por ciento y un tercio de ellos sufren de desnutrición crónica. Cincuenta por ciento de las mujeres embarazadas y dos tercios de los niños menores de 5 años sufren de anemia. Uno en cinco haitianos muere antes de llegar a los 40 años.”

En un esfuerzo por mejorar la seguridad alimentaria, el proyecto se unió con ProHuerta para crear hortalizas para unas 700 familias. El proyecto también buscaba incrementar los niveles nutricionales al motivar al consumo de legumbres en un área que tradicionalmente prefiere los cereales.

Unas 1700 personas recibieron capacitación en el programa acerca de temas nutricionales y de salud reproductiva, pero sólo se llegó al 68 por ciento del objetivo.

Funcionamiento en Haití luego del terremoto

   
   

El verde es vida. Más de 800 personas han recibido capacitación técnica en la gestión de recursos naturales, reportes financieros y tecnologías productivas (un 125 por ciento más de lo planeado) a través del nuevo proyecto.

Haití es un país marcado por una historia de “los que tienen y los que no tienen nada”, inestabilidad política y desastres naturales recurrentes. Aunque el gran terremoto del 2010 afectó principalmente Port-au-Prince, las personas en la campiña haitiana también fueron afectadas fuertemente por el daño en sus casas rurales, abastecimiento de agua e infraestructura productiva. Se perdieron semillas y herramientas y una fuerte migración a las áreas rurales desde la capital (de forma preliminar se calcula que fueron más de 260,000 personas), puso presión en la disponibilidad de alimentos locales.

“Aunque la ola inicial de migración de Port-au-Prince hacia el interior del país ha terminado en la campiña haitiana, la seguridad alimentaria, el desempleo y el acceso a los mercados son temas más importantes que nunca”, dijo Camagni.
Tan solo tres meses luego del terremoto, el FIDA dio una donación de 3.2 millones de dólares estadounidenses – 2 millones de los cuales aportó el gobierno sueco – al Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) para un programa gestionado localmente, con duración de 18 meses y diseñado para crear empleos y garantizar la seguridad alimentaria del interior de Haití que fue afectado fuertemente.

“El proyecto está acercándose a su tercer trimestre, con informes que indican que ha sido sumamente efectivo en la creación de empleos y al rehabilitar la infraestructura productiva”, dijo Camagni.

Apenas 66,000 ml de sistemas de riego han sido rehabilitados, generando unos 58,000 días de trabajo. En términos generales, para febrero de 2011, el proyecto había generado más de 120,000 días de trabajo.

“Buscamos generar 200,000 días de trabajo y llegar a unos 12,000 hogares, que representan casi 60,000 personas en los departamentos West y Nippes, al sur de Haití, ya que éstas fueron las áreas rurales más directamente afectadas por el terremoto”, dijo Camagni. “Ciertamente tenemos trabajo por delante antes que concluya el proyecto este diciembre, y con muchos de los sistemas administrativos ya en marcha, parece que el proyecto va encaminado a cumplir y superar sus metas.”

El proyecto también creó unos 65 huertos comunitarios que sirven como laboratorios al aire libre en donde aprenden técnicas avanzadas de cultivo y mejoran la seguridad alimentaria de las personas que viven en el área afectada. Más de 500 huertos familiares han sido sembrados siguiendo el modelo ProHuerta, un exceso de 260 huertas proyectadas en las etapas iniciales del proyecto. Más de 800 personas han recibido capacitación técnica en gestión de recursos naturales, informes financieros y tecnologías productivas (125 por ciento más que el objetivo).

Desde 1978, el FIDA ha fundado 7 proyectos en Haití, con un costo total de 160 millones de dólares, de los cuales 90 millones son financiación del FIDA que beneficia directamente a más de 150,000 hogares.

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Vea como el maní ayudó a los campesinos de la zona (y a los refugiados urbanos) después del terremoto.


Promoviendo una agricultura más sostenible

Por Jesús Quintana

   
   

La creación de planes para la gestión de recursos naturales en Venezuela es una parte importante de la implementación del proyecto. (Foto © Thomas Korczowski)

Desde el pasado mayo, FIDA cuenta con un nuevo instrumento orientador para mejorar sus inversiones, y alinearla con las de otras instituciones líderes en desarrollo rural. La Política de Medio Ambiente y Manejo de Recursos Naturales recién aprobada pone el foco en la promoción de una agricultura más sostenible, mejorando su productividad y maximizando los beneficios no estrictamente económicos.

Este documento orientador, que provee pautas y ejemplos de buenas prácticas, responde además a las prioridades planteadas en el nuevo Marco Estratégico  (ME) 2011-2015, que aspira a conseguir una lucha contra la pobreza ambientalmente más sostenible.

Las prácticas insostenibles, una amenaza a la seguridad alimentaria y el ambiente

Muchos de los problemas medioambientales relacionados con las prácticas agrarias inadecuadas son bien conocidos. El mal uso del agua, un bien escaso, es uno de ellos. La agricultura consume el 70% del agua dulce mundial, pero entre el 15% y el 35% de ese uso se considera insostenible. Existen cerca de 950 millones de hectáreas de tierras salinizadas en zonas áridas y semi-áridas (casi un tercio de la superficie arable total potencial). El 20% de las tierras irrigadas (450.000 km2) está afectada por salinización.

Otro tendencia alarmante es la degradación de suelos en el mundo. Cerca de dos mil millones de hectáreas de tierras agrícolas están degradadas debido a la deforestación y a las prácticas inapropiadas. Se estima que cada año se pierden, globalmente, entre 20.000 y 50.000 km2 por degradación de tierras, sobre todo erosión. Estas pérdidas son entre 2 y 6 veces mayores en África, América Latina y Asia que en Europa o Norteamérica.

La suma de degradación de tierras, cambio climático, uso incorrecto del agua, plagas y enfermedades, y prácticas insostenibles, junto a fenómenos como la creciente urbanización y la demanda de tierras para otros usos, pueden llevar a un descenso de producción de entre el 5 y el 25 % hacia 2050. Las consecuencias inmediatas, si no hay cambios en los modelos actuales, serán aumento de precios y mayor expansión de las tierras agrícolas, incidiendo negativamente en el alivio de pobreza, la seguridad alimentaria y la conservación de recursos naturales.

Intensificando la agricultura, sosteniblemente

A pesar de los avances que trajo durante el siglo pasado la revolución verde y la intensificación industrial, casi mil millones de personas sufren todavía hambre, y otros dos mil millones están malnutridos. Al tiempo que no ha solucionado el problema de la seguridad alimentaria, esta industrialización ha conllevado una gran degradación ambiental, además de la exclusión económica y social de pequeños agricultores que no han podido acceder a los insumos necesarios (maquinaria, fertilizantes, etc) para poner en práctica esa agricultura “insostenible”.

Este modelo de agricultura “alto en externalidades negativas” (cuyos costes oscilarían entre los 80 y los 300 dólares/ha de tierra arable y año) ha sido puesto en cuestión con frecuencia, pero la crisis de alimentos de 2008 (que amenaza con repetirse pronto), la creciente amenaza del cambio climático, unida a la próxima celebración de los veinte años de la Conferencia de Río de 1992 (donde se aprobaron las principales acuerdos ambientales internacionales), está dando nuevos ímpetus a los promotores de la “economía verde” (o “crecimiento verde”) que conlleve un desarrollo más equilibrado y duradero.

Según el PNUMA (una de las principales instituciones promotoras de este paradigma), una economía verde es aquella que “resulta en la mejora del bienestar humano y de la equidad social, al tiempo que reduce de forma significativa los riesgos ambientales y la escasez de recursos ecológicos”. En su expresión más simple, una economía verde es baja en carbono, eficiente en el uso de recursos y socialmente incluyente. En una economía verde, el aumento de los ingresos y la creación de empleos deben derivarse de inversiones públicas y privadas destinadas a reducir las emisiones de carbono y la contaminación, promover la eficiencia energética así como en el uso de los recursos, y a evitar la pérdida de diversidad biológica y de servicios ambientales.

¿Cómo sería un sistema agrario “verde”, es decir, más sostenible y resistente? Existen diversas formas de conseguir ese objetivo, pero en general implica el uso de sistemas basados en procesos ecológicos, con uso limitado de insumos externos. Entre ellos, prácticas agroecológicas (sin arado, cultivos agroforestales, rotaciones, cultivos intercalados, manejo integrado de plagas, etc) que buscan incrementar la productividad sin necesidad de aumentar los insumos.

Existen otras áreas prioritarias que pueden facilitar la transición a esta nueva economía verde, como la investigación y desarrollo agrarios, incluyendo extensión y formación; la asociación con empresas y consorcios agropecuarios dispuestos a cambiar de paradigma; mejora de cadenas de valor, haciéndolas integralmente sostenibles, incluyendo neutralidad en carbono; nuevas tecnologías (bajas o neutras en carbono) para cultivo, almacenamiento y tratamiento post-cosecha, y finalmente, mejoras en el uso y gestión del agua.

Aplicando el nuevo paradigma a la agricultura familiar

FIDA tiene ventajas comparativas en muchas de estas áreas, dada su larga experiencia apoyando a pequeños agricultores y comunidades rurales pobres para superar la pobreza mediante la investigación, organización social, gestión óptima de recursos y comercialización. Pese a ello, se debe hacer un esfuerzo mayor y más focalizado para conseguir una agricultura más “verde”, ampliando inversiones con un enfoque de agronegocios más ecológicos y agricultura más sostenible, como proponen el nuevo ME y la Política Ambiental.

Este esfuerzo no será totalmente nuevo. Existen numerosas experiencias positivas en varias regiones, incluyendo América Latina. Con el fin de rescatar y sistematizar estas experiencias, la División de América Latina y el Caribe está llevando a cabo un análisis ambiental de su portafolio, con el fin de detectar buenas prácticas y tendencias, y plantear prioridades y opciones para la inversión a futuro, siguiendo las recomendaciones de la nueva Política Ambiental.

Algunas de estas buenas prácticas en la región incluyen, por ejemplo, el diseño y certificación de cadenas de valor ecológicas, en asociación con consorcios agroindustriales, como en Guatemala; el sistema de “concursos”, aplicado en Perú y Bolivia como mecanismo social óptimo para asignar fondos que ayuden a mejorar la sostenibilidad; la promoción del manejo forestal sostenible unido a mecanismos novedosos (REDD+) que ayuden a la mitigación del cambio climático, como en México; la adopción del enfoque de agroecología, propuesto para Ecuador; los proyectos de manejo sostenible de tierras, en Brasil, incluyendo aquellos que incrementan el secuestro de carbono en suelo (casos de Venezuela y Panamá), o finalmente aquellas inversiones que quieren mejorar su resistencia al cambio climático, como en Haití o Argentina.

La región ofrece buenas oportunidades para continuar experimentando y ampliando inversiones sostenibles, dado el interés institucional y respaldo social hacia paradigmas ecológicos (aquellos cercanos a la idea de Madre Tierra, como Buen Vivir o Vivir Bien); el liderazgo en agricultura ecológica (la región concentra casi la mitad de toda la superficie mundial en cultivo agroecológico), o, desde otra óptica, la aplicación de nuevos instrumentos (pago por servicios ambientales, certificaciones) que puedan conllevar conservación de recursos y generación de ingresos o empleos.

Jesús Quintana es experto regional de cambio climático y el medio ambiente para la División de América Latina y el Caribe del FIDA.

Enlaces Útiles

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Cartografía

Valor agregado por agricultura vs. deforestación (World Bank Data)

Valor agregado por agricultura vs. emisiones CO2 (World Bank Data)

Graficas

Agua dulce renovable vs. valor agregado por agricultura (World Bank Data)


Caras

Financiando nuevas oportunidades para el desarrollo de microempresas en Colombia

   

Con la promoción de procesos competitivos que inyectan fondos directamente a las manos de los pequeños empresarios y empresarias, el programa Oportunidades Rurales de Colombia (conocido como el Rural Microenterprise Assets Programme en inglés) está financiando innovación, paz y desarrollo sostenible en los campos colombianos, concurso por concurso, y campesino por campesino.

Al enfocarse en las comunidades tradicionalmente marginadas como los pueblos indígenas, jóvenes, afro-colombianos y las personas desplazadas por la violencia, el programa Oportunidades tiene como objetivo financiar la asistencia técnica a través de concursos. Así, ofrece servicios financieros y captura las enseñanzas aprendidas a través de su programa de gestión del conocimiento.

“Uno de los objetivos principales es financiar innovaciones que sean relevantes para la gente rural, especialmente en la áreas de microcréditos, seguros y ahorros”, dice Andrés Silva, director de Oportunidades Rurales.

Hecho posible gracias a US$20 millones en fondos proporcionados por la agencia contra la pobreza rural de las Naciones Unidas, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el proyecto tiene un valor total de aproximadamente US$32 millones y se espera beneficie a cerca de 50,000 personas.

El proyecto se acerca a su evaluación de mitad de curso, y está programado para terminar en diciembre de 2013. Hasta ahora, las cifras e información de impacto reflejan un resultado positivo.

Cerca de 3800 jóvenes rurales han tomado ventaja del Programa de Educación Financiera y Empresarial, el cual enseña a los jóvenes el valor de ahorrar al proveer de incentivos de hasta 50 centavos por cada peso ahorrado. Además, ofrece programas de capacitación que enfatizan la administración, mercadotecnia e inversión empresarial.  

Aproximadamente 2100 iniciativas comunitarias han concursado para recibir fondos de financiamiento para asistencia técnica. De éstas, cerca de 730 – o un tercio – han recibido subsidios que harán posible la creación de empresas desde los cimientos. 

Las microempresas y asistencia técnica disponible son muy diversas – desde artesanos en busca de un experto en mercadotecnia hasta pescadores necesitados de ayuda en la construcción de un tanque de retención. 

“Hemos visto que estos concursos son una herramienta eficaz para la transferencia de recursos”, agrega Roberto Haudry, gerente de país de Colombia para el FIDA. “No solo proveemos a los empresarios rurales de la base capital necesaria para que tomen control de su propio destino, también trabajamos para reducir sus riesgos mediante planes de microseguros”.

Más que eso, al ayudar a los pequeños empresarios a tener acceso a la experiencia de los especialistas técnicos locales, Oportunidades está construyendo una base técnica que será fundamental para asegurar resultados duraderos para estos negocios nuevos. 

A través de los concursos públicos – en los que microempresarios con experiencia forman parte del jurado y otorgan financiamiento a los participantes del proyecto – cerca de US$6 millones han sido transferidos directamente a las cuentas bancarias de pequeños y pequeñas empresarias. Reportes del programa indican que el número de personas compitiendo para recibir fondos está aumentando sistemáticamente al mismo tiempo que el programa avanza a su segunda y última etapa de implementación.

Desarrollo para la paz

Cada año cerca de 200,000 colombianos son desplazados ya sea debido a la violencia o desastres naturales, lo cual crea condiciones difíciles de trabajo para la implementación de esfuerzos sostenidos que aminoren la pobreza rural. Sin embargo, el gobierno está desarrollando una estrategia a largo plazo para reducir la pobreza y desigualdad. Y el programa Oportunidades Rurales también recibió cerca de US$1.5 millones del gobierno colombiano para apoyar a la gente joven desplazada por el conflicto. 

Estos fondos han sido usados para construir y apoyar numerosas asociaciones de productores como la Asociación de Productores Jóvenes. Esta colectiva de pescadores ubicada en la franja este del país con base en el pueblo de La Dorada está dirigida por jóvenes que llegaron a la zona después de escaparse de la violencia en otras partes del país. 

“Estos eran jóvenes sin ningún futuro”, dice Oscar Eduardo Toro, miembro de la asociación de productores. “Así que se juntaron para crear proyectos productivos”. Ahora la asociación tiene cinco estanques de retención y ha tenido éxito en la venta de sus pescados gracias a los estándares de alta calidad y conocimientos de mercadotecnia que aprendieron a través del programa Oportunidades.

El reto de la sostenibilidad

“El reto más grande es uno a escala…el poder transformarse de un proyecto piloto en Colombia a uno que construya políticas de apoyo para las microempresas rurales”, dice Silva.

El recurso principal en este reto de la sostenibilidad es la gente misma, según Silva, pero trabajar de manera transparente y coordinada será esencial. 

“Necesitamos crear propuestas valiosas inspiradas en nuestras experiencias en el campo y crear un mercado de conocimientos basado en estas enseñanzas”, agrega Silva.
Para aprovechar al máximo las lecciones generadas por el programa Oportunidades, el FIDA también está patrocinando “rutas de aprendizaje” a través del Programa Regional de Capacitación en Desarrollo Rural (PROCASUR). Esta iniciativa lleva visitantes – principalmente líderes comunitarios, profesionales en desarrollo y legisladores – a los proyectos de desarrollo rural para aprender acerca de sus éxitos y desafíos, enriqueciendo tanto a los visitantes como a los visitados.  

PROCASUR y sus socios han creado oportunidades de aprendizaje para aproximadamente 60 líderes y técnicos locales en Colombia. En todo el mundo, la organización ha apoyado más de 40 rutas de aprendizaje en 15 países de América Latina, Asia y África. Algunos de los temas incluyen ecoturismo,  microempresas, microfinanciamiento rural y desarrollo local.

“A través de las rutas de aprendizaje, estamos creando una red de jóvenes rurales talentosos que se convertirán en los líderes del mañana”, dice Josefina Stubbs, Directora de la División de América Latina y el Caribe para el FIDA.

El FIDA también está buscando aumentar sus fondos en Colombia, y tiene más de US$30 millones en nueva financiación designados para el país.

“La clave será enfocarse en los jóvenes emprendedores y empresarios y empresarias tenaces que están tomando parte de Oportunidades como el componente principal que impulsa el desarrollo”, agrega Stubbs.

Entablando diálogo con los jóvenes

   
   

Cerca de 3800 jóvenes rurales han participado en el Programa de Educación Financiera y Empresarial, el cual está capacitando a los jóvenes para que valoren los ahorros al ofrecer un incentivo del 50 por ciento por cada peso ahorrado. (Foto © Paula Rodriguez)

Durante el transcurso de este año, el FIDA ha organizado una serie de eventos sobre jóvenes emprendedores – dos en Colombia y uno durante el Consejo de Gobernadores de la organización en su sede en Roma. 

“Estos eventos se enfocaron en la capacidad de los jóvenes de aceptar retos y la necesidad de aumentar el flujo del capital de riesgo a los jóvenes empresarios”, afirma Stubbs. “Los jóvenes que participan en estos eventos también enfatizaron la necesidad de acceso a mercados y de desempeñar un papel activo en las cadenas de valores, la necesidad de una mejor educación y plataformas de diálogo, y la necesidad de extender los proyectos más allá de las asociaciones para así también llegar a los individuos”. 
 
Dayana Rivera Rivas es una joven promotora campesina proveniente de Colombia y que está surgiendo como una de las voces principales en este diálogo con la juventud. Para Rivera, la presentación de indicadores tangibles y el fomento de una verdadera sociedad son fundamentales para establecer cualquier diálogo con los jóvenes. Esto puede realizarse al promover un diálogo político sobre temas como acceso a las tierras y servicios financieros. “Queremos acciones concretas”, dice Rivera. “Después de todo, la juventud es corta”.

Este artículo fue publicado originalmente en The New Agriculturalist.

Jóvenes en Colombia

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