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No dejemos que el coronavirus abra otro frente...

Tiempo estimado de lectura: 5 minutos

©FIDA/Francesco Cabras

Los profesionales de la salud se encuentran en primera línea de batalla luchando con valentía, y en demasiadas ocasiones muriendo, en el marco de la respuesta mundial al coronavirus. Sin embargo, lo que comenzó siendo una crisis sanitaria podría convertirse en una crisis alimentaria si no actuamos de forma inmediata. Para poder seguir luchando, es fundamental evitar que se produzca una crisis alimentaria.

La OMS ha llamado a adoptar un enfoque basado en la participación de "todo el Gobierno y de toda la sociedad" para combatir la pandemia. Para superar la COVID-19 no basta con una respuesta del sistema de salud, sino que se precisa la colaboración de todas las personas, en todos los lugares y todos los sectores. Esto nos concierne a todos.

La alimentación constituye nuestra necesidad más básica, y debemos defender nuestros sistemas alimentarios y a las personas que trabajan en ellos. Todos hemos escuchado las historias sobre los heroicos empleados de supermercado que mantienen las estanterías bien abastecidas, arriesgando su propia salud, para que las personas en confinamiento puedan seguir alimentándose. A quienes no vemos es a los pequeños productores rurales que trabajan en zonas remotas, lejos de las cámaras, y que siguen cultivando alimentos esenciales para la seguridad alimentaria nacional de los países en desarrollo.

Esos productores rurales están especialmente expuestos a los impactos de la COVID-19. El acceso a la atención sanitaria, los medicamentos, el agua y el saneamiento suele ser insuficiente en las zonas rurales de los países en desarrollo, donde residen más del 75 % de las personas más pobres y hambrientas del mundo, cuyo sustento depende de la agricultura. Más allá de las repercusiones del propio virus, las suspensiones en el suministro de bienes (como las semillas) y las dificultades para acceder a los mercados, a raíz de las restricciones a la circulación y el cierre de las fronteras, ya están poniendo en peligro los medios de vida de los agricultores en pequeña escala.

Muchos de los países más pobres del mundo dependen en gran medida de los pequeños productores rurales y de su contribución al suministro de alimentos, si bien estos también son algunas de las personas más vulnerables y marginadas del mundo. Las mujeres del medio rural, los jóvenes y los pueblos indígenas son especialmente vulnerables.

Hoy en día, necesitamos más que nunca a los pequeños productores. Y ellos nos necesitan a nosotros.

La misión del FIDA radica en invertir en los pequeños productores y otros grupos del medio rural a fin de mejorar sus medios de vida y aumentar su resiliencia. Las pequeñas explotaciones agrícolas producen el 50 % de la totalidad de las calorías alimentarias en el 30 % de las tierras agrícolas del mundo. En África Subsahariana, el 80 % de las explotaciones agrícolas son de pequeño tamaño. Las pequeñas explotaciones agrícolas podrían ser aún más relevantes a la hora de garantizar la seguridad alimentaria de las personas, tanto del medio rural como urbano, en un momento en que el comercio mundial –incluida la alimentación– se enfrenta a posibles interrupciones. Además, las pequeñas explotaciones agrícolas familiares son fundamentales para mantener la diversidad nutricional, lo que se complica con la transición a una agricultura industrial a gran escala. Para cuidar la salud, es esencial mantener una dieta apropiada y variada.

Al igual que la respuesta sanitaria, el esfuerzo por mantener operativos los sistemas alimentarios precisa de la adopción de medidas multisectoriales y multilaterales, así como de la prestación combinada de apoyo financiero, tecnológico, científico, de recursos humanos y de políticas. Para alimentar al mundo durante una pandemia será necesario brindar ayuda alimentaria cuando proceda, pero también mantener en funcionamiento las cadenas de valor siempre que sea posible, para que los pequeños productores que continúen operativos puedan encontrar mercados para sus productos y se evite así el colapso de dichos mercados.

La responsabilidad no recae exclusivamente en los Gobiernos. Las instituciones multilaterales y el sector privado deben trabajar en conjunto con los Gobiernos en el marco de iniciativas coordinadas para proteger la seguridad y los sistemas alimentarios y respaldar a los más vulnerables, incluidos los productores en pequeña escala. Algunas de esas iniciativas podrían consistir en asegurar el acceso de los agricultores a las semillas y los fertilizantes, adoptar medidas que garanticen el funcionamiento de los mercados locales, mantener el crédito y los servicios financieros rurales y reforzar las plataformas de información.

Por ejemplo, en Bosnia y Herzegovina, el FIDA está colaborando con el Ministerio de Agricultura, Gestión de los Recursos Hídricos y Silvicultura para salvaguardar los sistemas alimentarios locales distribuyendo paquetes de semillas a las pequeñas explotaciones agrícolas. Esos paquetes de apoyo contienen fertilizantes, semillas y material conexo para el cultivo de vegetales básicos. Esto permite que los agricultores en pequeña escala satisfagan sus propias necesidades y las de las poblaciones locales. En total, se espera que la iniciativa beneficie a 9 000 pequeñas explotaciones agrícolas.

La lucha contra la COVID-19 se ha asemejado de forma generalizada a una guerra. No basta con ganarla; también debemos lograr la paz, esto es, asegurar que no se pierdan los avances logrados en materia de desarrollo. Será necesario aumentar las inversiones a medio y largo plazo a fin de mejorar la resiliencia y luchar contra la pobreza y el hambre. Es una lucha que queremos ganar de una vez por todas.

El crecimiento económico en la agricultura es entre dos y tres veces más eficaz para reducir la pobreza y la inseguridad alimentaria que el crecimiento en otros sectores. Tras una emergencia como la pandemia, que puede perturbar la producción y la disponibilidad de los alimentos, ampliar rápidamente la escala de las inversiones en la agricultura en pequeña escala puede servir para impulsar la recuperación y brindar un apoyo esencial a los pequeños productores vulnerables y marginados, que desempeñan una función central en lo que respecta a la recuperación de las zonas rurales. La agricultura en pequeña escala también puede generar empleo para los jóvenes, muchos de los cuales trabajan en los sectores más expuestos a los impactos económicos de la crisis.

La respuesta internacional a la COVID-19 está demostrando que la comunidad mundial puede unirse ante una amenaza compartida. Esperemos que esa unidad, forjada en el calor del momento, persista en el tiempo. De momento, aunemos nuestras fuerzas para salvar vidas, pero también para proteger nuestros sistemas alimentarios, y no permitamos que el coronavirus abra un segundo frente en la lucha por proteger la vida y la salud de las personas.

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