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Fai fatongia: El camino de una isla hacia la seguridad alimentaria, la mitigación de la COVID-19 y la resiliencia al cambio climático

22 enero 2021

En el Reino de Tonga, la vida diaria se rige por el fai fatongia. Siguiendo ese principio, que se traduce como “asumir la propia responsabilidad”, los tonganos anteponen tradicionalmente el bien común a sus necesidades particulares.

En los últimos decenios, el fai fatongia los ha guiado a la hora de enfrentarse a los desastres climáticos, cada vez más frecuentes e intensos; y ahora, en medio de la crisis ocasionada por la pandemia de la COVID-19, quizás resulte más pertinente que nunca.

Tonga, un archipiélago relativamente aislado que se ubica en el Pacífico Sur, es uno de los pocos lugares donde no se ha registrado ningún caso de COVID-19. No obstante, esto no significa que no hayan notado las consecuencias. Durante los últimos decenios, muchos tonganos han ido abandonando las zonas rurales y migrando a la capital o al extranjero, de modo que cada vez quedan menos personas en esas zonas para cultivar los campos y producir alimentos, lo que lleva al país a depender cada vez más de las importaciones de alimentos. (En la actualidad, casi la mitad de los tonganos viven fuera del país). Sin embargo, debido a las restricciones impuestas recientemente a raíz de la COVID-19, que han perturbado el comercio internacional y han aumentado los precios, los tonganos experimentan más dificultades para acceder a los alimentos importados. Además, su poder adquisitivo se ha reducido, ya que ha disminuido la cantidad de remesas recibidas de familiares que viven en el extranjero.

Mucho antes de que estallara la pandemia, y con el apoyo del FIDA y del Programa de Asistencia de Nueva Zelandia, el Fondo Fiduciario de Tonga para la Integración de Innovaciones en el Desarrollo Rural ya trabajaba con el objetivo de potenciar la capacidad de Tonga para producir alimentos nutritivos y cultivados localmente. El Programa de Innovación Rural de Tonga (TRIP II), que ya se encuentra en su segunda fase y cuya ejecución corre a cargo del Fondo Fiduciario, está tomando como punto de partida sus primeras respuestas al cambio climático y a los desastres naturales para abordar los problemas relativos a la seguridad alimentaria y la nutrición en el contexto de la actual crisis de la COVID-19. 

Con el apoyo del FIDA, el Fondo Fiduciario pone en marcha proyectos impulsados por la comunidad e imparte sesiones de capacitación en las 36 islas del archipiélago que están habitadas, de forma que empodera a los residentes locales para que definan y alcancen sus objetivos. Una de esas islas es ‘Eua, en la que residen unos 5.000 habitantes repartidos en 15 comunidades. La mayoría de las familias de ‘Eua dependen de la agricultura de subsistencia, así como de algunos cultivos comerciales que exportan a las demás islas y a los mercados extranjeros.

Los habitantes de ‘Eua que figuran en las fotografías siguientes viven de la tierra y trabajan al unísono a fin de aumentar la resiliencia al cambio climático y otras perturbaciones. Juntos, están reforzando su seguridad alimentaria y sus medios de vida para mejorar la salud y el bienestar de la comunidad isleña.

Ilisapesi (izquierda) and Meleane (derecha) en el vivero comunitario. ©FIDA/ Todd M. Henry

“Aprendimos muchísimo de la experiencia del ciclón Gita”, dice Meleane Mahe, representante de la Cruz Roja de Tonga.

A principios de 2018, el ciclón Gita arrasó la isla de ‘Eua y destruyó o dejó considerablemente dañados muchos de los cultivos. Sin embargo, poco tiempo después llegó el Fondo Fiduciario con ayuda. En el marco de su respuesta, se distribuyeron plántulas de hortalizas a todas las familias de la isla. La mayoría de las familias no estaban habituadas a cultivar hortalizas en sus huertos domésticos, por lo que el proyecto también les ofreció capacitación a ese respecto.

“Trabajamos juntos para ayudar a nuestras comunidades a recuperarse”, recuerda Ilisapesi Pani, una facilitadora comunitaria.

Apenas dos años después, en abril de 2020, el ciclón tropical Harold asoló ‘Eua en medio de los preparativos para mitigar la COVID-19. El Fondo Fiduciario reaccionó rápido y distribuyó plántulas una vez más. Gracias al almacenamiento seguro de los suministros de alimentos y el crecimiento de las nuevas plántulas, las familias de ‘Eua han contado con un abastecimiento suficiente de productos frescos durante la pandemia.

“Las familias han entendido la importancia de tener un acceso directo a hortalizas frescas, sobre todo después de una tormenta torrencial como Gita, pues las tiendas quedan desprovistas de alimentos”, dice Meleane. “Creo que esta iniciativa sigue ayudándonos a valernos por nosotros mismos y a ser más resilientes”.

Los huertos familiares entrañan numerosas ventajas, desde los ahorros económicos de un huerto doméstico hasta los beneficios para la salud derivados de comer más verduras frescas cultivadas en el ámbito local. Meleane e Ilisapesi, así como muchos otros, esperan que estas iniciativas cambien para siempre los hábitos alimentarios de las personas, incluso cuando haya pasado la emergencia.

Tupu trabajando en el vivero comunitario de Petani ©FIDA/ Todd M. Henry

En el marco de la recuperación posterior al ciclón Gita, en la segunda fase del Programa de Innovación Rural de Tonga se construyó un vivero en ‘Eua para contribuir a los esfuerzos de Tonga por mejorar la seguridad alimentaria. Tupu Molia, facilitador comunitario y administrador del vivero, emplea a diario en su trabajo las técnicas aprendidas a través del servicio de extensión agrícola del proyecto.  Las plantas que se cultivan en el vivero se reparten entre todos los isleños.

Los agentes de extensión también regentan una escuela de campo para agricultores orientada a enseñar a las familias y los agricultores locales sobre el cultivo de hortalizas, las nuevas variedades de plantas y las mejores prácticas de cultivo. 

“He aprendido a cultivar y cuidar plantas y plántulas de hortalizas como el taro, el ñame y el fruto del árbol del pan, además de cultivos comerciales como la kava y la vainilla”, dice Tupu. “Algún día espero tener mi propio vivero”.

Ana se detiene para la foto en la huerta comunitaria de Houma. ©FIDA/ Todd M. Henry

Hace décadas, los naranjos y mandarinos poblaban las islas y los estantes de los mercados estaban repletos de fruta fresca. Sin embargo, el cambio climático trajo consigo nuevas enfermedades vegetales y la mayor parte de los árboles murieron. En consecuencia, Tonga ha terminado dependiendo casi por completo de las importaciones de cítricos.

A través del Programa de Innovación Rural de Tonga, el Fondo Fiduciario está encabezando una iniciativa para recuperar la industria cítrica con árboles resilientes al cambio climático y las enfermedades. La comunidad de Houma, ubicada en el extremo septentrional de ‘Eua, ahora gestiona una de las plantaciones de cítricos del proyecto, en la que los autóctonos cultivan limoneros y mandarinos.

“Hoy en día, ‘Eua es el único lugar de Tonga donde se cultivan cítricos”, dice Ana T. Tukia, facilitadora comunitaria. “Nos alegra pensar que estamos plantando estas frutas para que las personas puedan volver a disfrutarlas”.
 

Uili trabajando en la agrupación agrícola. ©FIDA/ Todd M. Henry

Uili Kautai es uno de los 27 agricultores que comparten unas 5 hectáreas de tierra en la agrupación agrícola de la comunidad de Petani. El Programa de Innovación Rural de Tonga los ayudó a acceder a la tierra, y el Fondo Fiduciario construyó una valla a su alrededor para evitar que los cerdos que pastan en libertad destruyeran los cultivos. Los agentes de extensión agrícola del Fondo Fiduciario forman a los agricultores en materia de rotación de los cultivos, técnicas de cultivo y nuevas tecnologías a través de actividades de capacitación práctica impartidas en la escuela de campo para agricultores.

“Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia parcela, pero nos ayudamos unos a otros”, dice Uili. Cultivan tubérculos tradicionales, como el taro, el ñame y las batatas, que utilizan para consumo doméstico o venden en el ámbito local.

Hace poco, Uili y los demás agricultores obtuvieron acceso por su cuenta al solar de tierra contiguo, lo que les ha permitido ampliar la agrupación agrícola y aumentar la producción de alimentos. Esta nueva abundancia de alimentos tradicionales y nutritivos está sustituyendo a los alimentos ultraprocesados importados, que son más escasos y caros en tiempos de la COVID-19.

Manase Suia, propietario de Golden Taste Kava Company, en la comunidad de Kolomaile. ©FIDA/ Todd M. Henry

Manase Suia es el experto local de la isla de ‘Eua en materia de kava, una bebida que reviste una enorme importancia en la cultura tongana. La kava, que tradicionalmente se emplea en la celebración de coronaciones, bodas o invitados notables, sigue siendo importante en el día a día de las aldeas pequeñas de la isla. Asimismo, se está convirtiendo en un destacado cultivo comercial gracias a su popularidad entre la creciente diáspora tongana que reside en el extranjero. 

Manase es el dueño de Golden Taste Kava Company, con la que cultiva, elabora y exporta kava de alta calidad. “Somos una isla pequeña y tenemos la mejor kava del Pacífico”, afirma. “No podemos cultivar lo suficiente para satisfacer la alta demanda”.

En el marco del Programa de Innovación Rural de Tonga, el Fondo Fiduciario ha ayudado a Manase a modernizar y expandir su negocio a fin de ajustarse a los exigentes requisitos en materia de calidad, seguridad alimentaria y embalaje. A su vez, Manase ayuda a los pequeños agricultores locales: elaboró un manual para productores de kava que ahora utilizan los agentes de extensión en la escuela de campo para agricultores. Periódicamente, reparte plántulas entre los agricultores locales y los asesora sobre las buenas prácticas en lo que respecta al cultivo y la cosecha. Los agricultores venden kava de alta calidad a Manase, quien posteriormente lo procesa y vende a un precio elevado, una situación beneficiosa para todas las partes.

Tupu junto al kumete. ©FIDA/ Todd M. Henry

Los centros comunitarios constituyen el pilar central del proyecto de desarrollo del Programa de Innovación Rural de Tonga. Estos centros desempeñan múltiples funciones y constituyen desde espacios de reunión donde las comunidades se juntan para debatir sus planes de desarrollo, hasta espacios de trabajo cómodos para que las mujeres elaboren artesanías tradicionales y las vendan o espacios seguros donde pueden acudir los niños después de la escuela. Por las tardes, los centros suelen convertirse en faikava, un lugar donde los hombres se reúnen para beber kava tras una larga jornada de trabajo en el campo. “Nos reunimos en torno al kumete (recipiente tradicional para la kava) para hablar de nuestro trabajo, los mercados de nuestros cultivos y los asuntos comunitarios y, por supuesto, para beber kava juntos”, dice Tupu.

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En Tonga existe un refrán antiguo que dice así: “oua lau e kafo kae lau e lava” (sé optimista y agradece lo que tienes). En la cultura tongana, la comida y la tradición acercan a las comunidades; tener suficientes alimentos para compartir con los demás es uno de los mayores regalos que nos da la vida. El apoyo del FIDA al desarrollo impulsado por la comunidad en ‘Eua ha empoderado a estos isleños para que produzcan y compartan más productos nutritivos y cultivados localmente, una práctica que sin duda reportará beneficios durante mucho tiempo.