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Seis formas de invertir en las comunidades rurales y mejorar la salud de la población

07 abril 2020

Nutrición

En todo el mundo, aproximadamente 3 000 millones de personas tienen dietas de baja calidad y más de 2 000 millones padecen deficiencias de micronutrientes. Cerca del 25 % de los niños menores de cinco años sufren subalimentación crónica.

La malnutrición causa problemas de salud y pérdidas en la productividad económica, incluso pérdidas en el PIB. A lo largo de sus vidas, las personas malnutridas pueden ganar un 10% menos que quienes están bien alimentados.

Sin acceso a alimentos adecuados, asequibles y nutritivos, las generaciones siguen atrapadas en la pobreza, incapaces de aprovechar las oportunidades educativas y laborales para desarrollar todo su potencial.

Invertir en nutrición por medio de la agricultura no solo es socialmente responsable, sino también una buena política de desarrollo y una buena práctica económica. Su impacto es multigeneracional, ya que permite que los niños alcancen su potencial físico e intelectual, de modo que puedan convertirse en adultos sanos y salir de la pobreza.

©FIDA/Marco Salustro

Construyendo una economía más inclusiva

Las mujeres son los mayores contribuyentes en la agricultura y economía rural, pero enfrentan numerosos desafíos que los hombres no enfrentan. Tienen menos acceso a recursos y servicios, que incluyen tierras, finanzas, capacitación, insumos y equipos. Además del trabajo agrícola que realizan, están sobrecargadas con tareas domésticas y tareas de cuidado a la familia.

A pesar de ser miembros productivos de sus familias, organizaciones y comunidades, las mujeres rurales no siempre pueden alzar la voz y contribuir a las decisiones sobre asuntos del hogar y la comunidad, dinero o negocios, incluso, cómo se gastan sus propios ingresos.

Promover la igualdad de género es un elemento clave del trabajo del FIDA para reducir la pobreza rural y mejorar la seguridad alimentaria. Las mujeres representan casi la mitad de todos los participantes de los proyectos que apoyamos. Cuando las mujeres se fortalecen, las familias, las comunidades y los países se benefician.

©FIDA/Marco Salustro

Mejorado la seguridad hídrica

El estrés hídrico es el factor de riesgo que mayores efectos puede tener en los medios de vida de las comunidades rurales pobres. Más de 1 000 de personas viven en regiones donde escasea el agua y unos 3 500 millones podrían verse afectados por la escasez de agua de aquí a 2025. El crecimiento demográfico, la expansión de las ciudades, el cambio climático y la gestión insostenible de los recursos aumentan el estrés hídrico en las comunidades rurales.

El aumento de la variabilidad y las crisis climáticas agravan las inundaciones, los desprendimientos de tierras y la intrusión de agua salada en los sistemas de agua dulce. La degradación de los ecosistemas también afecta a las tres dimensiones básicas de la gestión de los recursos hídricos: la cantidad, la calidad y la gestión del riesgo de desastres.

Invertir en las políticas y las instituciones locales pueden propiciar una mejor gobernanza y gestión de los recursos terrestres e hídricos, con lo que se mejoraría la seguridad hídrica de las mujeres y los hombres de las zonas rurales.

©FIDA/Pablo Corral Vegaù

Promoviendo el conocimiento de los pueblos indígenas

Por los siglos, los pueblos indígenas han sido despojados de sus tierras, territorios y recursos y, recursos y, como resultado, en muchos casos han perdido el control de sus vidas. Los pueblos indígenas constituyen cerca del 5 % de la población mundial, pero representan el 15 % de las personas que viven en situación de pobreza.

Los pueblos indígenas desempeñan una función especial en la conservación y la gestión sostenible de los recursos naturales. Poseen conocimientos profundos, variados y con raíces locales arraigadas que pueden ayudar al mundo a adaptarse al cambio climático y mitigar sus consecuencias.  

Los pueblos indígenas cuentan con sistemas alimentarios únicos basados en prácticas de medios de vida sostenibles que están adaptados a los ecosistemas específicos de sus territorios.

©FIDA/Paolo Marchetti

Acceso a los mercados

El acceso fiable a los mercados impulsa la productividad, aumenta los ingresos y refuerza la seguridad alimentaria. Es un factor que puede contribuir a reducir la pobreza y el hambre de las familias productoras y sus comunidades, siempre que se tomen medidas adecuadas para reducir los riesgos de mercado y las desigualdades de poder.

Con frecuencia, muchos productores rurales experimentan serias dificultades para acceder a mercados en los que vender sus productos. Se ven limitados por su aislamiento geográfico, los elevados costes de transporte, la falta de conocimiento, la carencia de competencias empresariales y una falta de organización que podría darles el poder de negociación necesario para interactuar de manera equitativa con otros intermediarios comerciales del mercado.

Los mercados agrícolas y de productos alimentarios han dado un gran cambio en los últimos 30 años. Actualmente, los mercados tradicionales se complementan con las cadenas de valor modernas que abastecen los mercados nacionales y regionales, sobre todo en las zonas urbanas. La demanda de productos de alto valor sigue creciendo. Todo esto genera más oportunidades para los pequeños productores, pero también supone un riesgo si son expulsados de estos mercados.

©FIDA/David Rose

Asegurando un medio ambiente saludable 

Los pequeños agricultores y las personas pobres de las zonas rurales son quienes más se ven afectados por el cambio climático y la degradación de los recursos naturales. Los fenómenos meteorológicos extremos, como las sequías, las tormentas y las inundaciones, ejercen presión sobre los ecosistemas de los que dependen los agricultores, al igual que lo hacen los procesos graduales, como el aumento del nivel del mar y el deshielo de los glaciares.

Las malas cosechas y la muerte del ganado provocan pérdidas económicas y destruyen la seguridad alimentaria de la población rural con una frecuencia cada vez mayor, especialmente en algunas partes del África Subsahariana.

Al mismo tiempo, el rápido aumento de la población mundial exige mayores niveles de producción de alimentos. Para satisfacer las crecientes necesidades del mundo, hará falta duplicar la producción agrícola antes de 2050, reducir los desechos alimentarios y lograr cadenas de valor sostenibles y eficientes.