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Las mujeres rurales, protagonistas de su propio desarrollo y de la producción de alimentos en América Latina

16 octubre 2020

El creciente papel de la mujer rural en su propio desarrollo y en la producción de alimentos es un hecho innegable en América Latina. Las siguientes fotos nos presentan los rostros de algunas mujeres rurales. Rostros marcados por años de lucha y conflictos, pero también animados por la fuerza de un coraje y una esperanza inquebrantables.

María Lorenza Domínguez (a la izquierda) supervisa los trabajos de instalación de sistemas de regadío © Héctor García

María Lorenza Domínguez es un miembro clave de la Asociación de Productores Agrícolas Fe y Esperanza en Azacualpita, Honduras. La zona es conocida por sus excelentes patatas y verduras y toda su familia vive de estos cultivos. No es una actividad fácil, como saben las 21 mujeres que forman la asociación, pero el apoyo del proyecto PROLENCA, financiado por el FIDA e implementado por la Secretaría de Agricultura y Ganadería de Honduras, está haciendo que esta actividad sea cada vez más rentable y contribuya más a la seguridad alimentaria de la región.

El apoyo de PROLENCA ha permitido a las integrantes de Fe y Esperanza incrementar su producción en un 25 % gracias a mejores prácticas agrícolas, lo que ha supuesto un gran cambio en la vida de estas 21 mujeres y sus familias.

“Ahora trabajamos más y no necesitamos comprar semillas de papa, pues las producimos nosotras. Eso nos permite seguir luchando, mejorando, creciendo”, dice María Lorenza. Ella merece crédito por estos logros, pues fue presidenta de la asociación desde su fundación en 2000 hasta 2018. “Nunca me desanimé. Gracias a todo ese esfuerzo obtuvimos la ayuda de PROLENCA”.

Ana María Hernández lanza la red en la laguna donde el grupo de mujeres de la Cooperativa 29 de Junio cría sus camarones © Carla Francescutti

Ana María Hernández es la presidenta del grupo de mujeres de la Cooperativa 29 de Junio, ubicada en la comunidad de Salinas de Sisiguayo, El Salvador. El grupo está integrado por 16 mujeres que han mejorado las condiciones de vida y la economía de sus familias al involucrarse en el cultivo de camarón gracias al apoyo de PRODEMORO, un proyecto financiado por el FIDA e implementado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería.

La cooperativa producía unos 420 kilogramos de camarón por hectárea, pero gracias a la construcción y adecuación de nuevos estanques, asistencia técnica y la reforestación de áreas de manglar, han alcanzado los 590.

“Antes era más difícil para las mujeres porque casi no teníamos oportunidades de mejorar nuestra vida y avanzar, pero ahora todo ha cambiado porque hay más trabajo y, si hay trabajo, hay dinero, y esto permite seguir adelante”, asegura Ana María.

Myleydy López comprueba el estado de las plantas en uno de sus campos ©MEFCCA

Myleydy López tiene una mentalidad científica y emprendedora. Le viene de familia.“Siempre hemos valorado el conocimiento como parte de nuestro desarrollo personal y eso nos ha permitido seguir adelante”. Ella y sus cuatro hermanas viven en la comunidad de Samulalí, Nicaragua, y se han beneficiado de la ayuda del proyecto Nicadapta, financiado por el FIDA e implementado por el Ministerio de Economía Familiar, Comunitaria, Cooperativa y Asociativa (MEFCCA).

El principal objetivo del proyecto es mejorar adaptar la producción de café para hacerla resiliente al cambio climático. Myleydy y sus hermanas han ido más allá, construyendo reservorios de agua para criar peces que diversifican su dieta, mejoran su seguridad alimentaria y generan ingresos adicionales para su familia.

Nicadapta ha trabajado duro para abordar problemas sociales como la desigualdad de género. Mylaydy explica con orgullo: “Soy una mujer empoderada gracias a mis conocimientos, me gusta estar al día para poder cumplir con mis propósitos. Para ello es necesario estar siempre abierta al cambio. Ahora, nuestros ingresos familiares y nuestra calidad de vida son mejores. Pero queremos ir más allá, contribuir a la mejora de toda la comunidad, transfiriendo conocimientos a nuestros compañeros de la cooperativa, especialmente a los jóvenes que serán nuestro reemplazo”.

Jaqueline del Carmen Mejía trabajando en el taller de ASOMAETA © El Campo Emprende

Todas las personas que viven en el municipio de El Tarra, Colombia, conocen a Jaqueline del Carmen Mejía. Como tantas otras familias colombianas, la suya fue víctima de desplazamiento interno debido al conflicto: en 2005 se vio obligada a mudarse a El Tarra junto con su familia.

Al año de instalarse aquí, Jaqueline ya era la vocera de ASOMAETA (Asociación de Madres Jefas de Hogar de El Tarra), una organización de mujeres jefas de hogar, viudas y víctimas de violencia sexual y de género o de desplazamiento forzado. Su lucha por los derechos de la mujer y las víctimas del conflicto la llevó a ser elegida coordinadora de la Mesa de Víctimas de El Tarra.

En 2019, gracias a la ayuda del proyecto Construyendo Capacidades Empresariales Rurales - Confianza y Oportunidades, financiado por el FIDA e implementado por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, ASOMAETA creó un taller de corte y confección que brinda trabajo a las mujeres, evitando que tengan que trabajar como jornaleras en fincas que producen cultivos ilícitos.

Romina Yurquina conn su madre, también una líder comunitaria, en el páramo que rodea Queta © PROCANOR

Queta es un pequeño pueblo en las montañas de la provincia de Jujuy, Argentina, en donde viven unas 30 familias del pueblo indígena kolla dedicadas a la crianza de cabras, ovejas y camélidos. Es una región árida, “llena de sol y viento”, según la describe Romina Yurquina, quien dejó Queta para cursar la escuela secundaria y estudios de salud animal, y regresó después de convertirse en madre. También es técnica en desarrollo indígena y estudia derecho, y todo este conocimiento lo usa para mejorar la vida de su comunidad.

Romina forma parte de un grupo de mujeres decididas a luchar por el desarrollo de Queta. El proyecto PROCANOR, financiado por el FIDA e implementado por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, les ha ayudado a diversificar sus fuentes de ingresos a través de la producción de lana de camélidos. A finales de 2018, comenzaron a utilizar unas esquiladoras eléctricas que requieren menos mano de obra y tiempo, lo que mejoró sus condiciones de trabajo, el bienestar de los animales y la cantidad de lana que obtienen.

La esquila es una actividad generalmente realizada por hombres, pero en este caso fueron las mujeres quienes tomaron decisiones y se apropiaron de la nueva tecnología. Ellas recogen toda la lana de la comunidad para realizar una venta conjunta. “Ahí es cuando puedes discutir un buen precio”. Romina valora la organización comunitaria por encima de todo. Para ella, es la única forma de mantener las mejoras en el tiempo. “Es importante que la gente permanezca unida y participe en iniciativas de desarrollo para obtener las herramientas que mejoren su calidad de vida”.