Agua
El agua es esencial para los sistemas alimentarios, pero este precioso recurso está amenazado. Para que las comunidades rurales prosperen, deben acceder al agua y gestionarla de forma sostenible.
Como cualquier otra persona, los pequeños agricultores necesitan energía para sobrevivir: entre otras cosas, para cocinar sus alimentos, iluminar sus hogares o cultivar, elaborar y almacenar sus productos.
La ausencia de electricidad hace que la agricultura sea menos productiva y aumenta las pérdidas posteriores a la cosecha, además de suponer un obstáculo a la hora de elaborar y almacenar los productos de esta, circunstancia que reduce los ingresos de los agricultores y aumenta el riesgo de inseguridad alimentaria.
Además, muchos agricultores se ven obligados a quemar biomasa, como madera, carbón vegetal, residuos agrícolas y estiércol, para satisfacer sus necesidades energéticas, lo que contribuye a la degradación ambiental y al cambio climático. Cuando tienen acceso a la electricidad, suelen utilizar fuentes no renovables, como los generadores diésel.
Estas prácticas no solo son perjudiciales para el medio ambiente, sino que conllevan riesgos para la salud, como enfermedades respiratorias e infecciones oculares. Por su parte, las mujeres, que a menudo son las responsables de obtener combustible y cocinar para la familia, se ven afectadas de forma desproporcionada.
Al mismo tiempo, el cambio climático está aumentando las necesidades de energía de la población de las zonas rurales. Por ejemplo, los agricultores necesitan energía para regar las tierras en zonas donde ya no se pueden obtener unos rendimientos estables con la producción agrícola de secano. Al no disponer de fuentes de energía limpia, normalmente no les queda otra opción que utilizar bombas diésel, que son contaminantes.
Resulta fundamental llevar a cabo en todo el mundo una transición hacia las energías renovables, y la población de las zonas rurales no debe quedarse atrás.
El acceso fiable a energías limpias y renovables puede aportar beneficios transformadores a las comunidades rurales. Puede aumentar la productividad agrícola, impulsar los medios de vida y mejorar la salud pública, al tiempo que fomenta la adaptación al cambio climático y mitigas sus efectos.
Al integrar las tecnologías impulsadas por energías renovables en la agricultura en pequeña escala y aumentar el acceso de los agricultores a ellas, el FIDA está mejorando la producción, la elaboración y la manipulación después de la cosecha, al tiempo que apoya la descarbonización de los sistemas alimentarios.
Invertimos en las energías renovables y promovemos su uso en los procesos de elaboración de alimentos y el almacenamiento después de la cosecha, contribuyendo así a reducir las pérdidas de alimentos.
Ayudamos a los agricultores a instalar, utilizar y mantener sistemas de riego alimentados por energía solar para que puedan aumentar su producción sin tener que depender de bombas de agua alimentadas por combustibles fósiles contaminantes.
Ayudamos a los agricultores a tratar los residuos agrícolas y animales para obtener compost y biogás, que es una fuente de energía más limpia, lo que les permite reciclar nutrientes y reducir las emisiones de metano, al tiempo que cocinan con un combustible menos perjudicial para su salud.
Diseñamos incentivos eficaces y reducimos el riesgo de inversión mediante mecanismos innovadores de apoyo financiero, lo que alienta al sector privado a apoyar el fomento de las tecnologías de energías renovables entre los pequeños agricultores.
Mediante enfoques centrados en la financiación combinada, ponemos a prueba tecnologías de energías renovables y promovemos su uso, y canalizamos la financiación para la adaptación directamente hacia las personas que viven en las zonas rurales, fomentando así el uso de energías renovables en sus explotaciones y hogares.
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