En Honduras, durante la pandemia de COVID-19, una mujer con mascarilla envasa café

COVID-19

89 millones
de USD financiados por la respuesta a la COVID-19 y la recuperación
20 millones
de personas atendidas por nuestro mecanismo para la respuesta a la COVID-19
49%
de las personas atendidas vivían en países en contextos de fragilidad 
© FIDA/Délmer Membreño/Factstory
La pandemia de COVID-19 alteró gravemente los sistemas alimentarios y los medios de vida de los productores

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El contexto

Las crisis a corto plazo pueden generar problemas, deficiencias, falta de inversión y vulnerabilidades de larga duración.

Antes de la pandemia de COVID-19, el número de personas que vivían en la pobreza extrema era elevado, pero estaba disminuyendo. La pandemia cambió esa situación y provocó el primer aumento de la pobreza mundial en una generación.

Las restricciones a la circulación impuestas para reducir la propagación del virus también redujeron la actividad económica y el acceso a los recursos. Esto afectó especialmente a las comunidades rurales pobres y a los pequeños productores de alimentos. Muchos de ellos no pudieron acceder a las semillas o a otros insumos que necesitaban para producir alimentos. Otros no pudieron vender sus productos en los mercados. Y muchos más carecían de la red de seguridad financiera de los ahorros o de acceso a la financiación para hacer frente a la pandemia.

Las oportunidades

Las inversiones en agricultura pueden ayudar a las personas a ser más autosuficientes, aumentar la prosperidad en las zonas rurales y garantizar la sostenibilidad de los sistemas alimentarios y la seguridad alimentaria, incluso cuando se producen perturbaciones como la de la COVID-19.

Las innovaciones digitales, como el acceso de los productores a los mercados en línea y a la banca móvil, pueden ser un salvavidas para las comunidades que se ven afectadas por restricciones a la circulación. Además, las comunidades remotas se benefician de la conexión a economías más amplias incluso después de que haya pasado la crisis.

Para reducir la pobreza y la inseguridad alimentaria, el crecimiento económico en la agricultura es de dos a tres veces más eficaz que el crecimiento en otros sectores. Las inversiones en la agricultura en pequeña escala pueden ayudar a reactivar la producción de alimentos y crear puestos de trabajo tras una crisis. Además, permiten a las comunidades rurales recuperarse de los problemas económicos experimentados durante la pandemia.

Habida cuenta de que la población rural suele vivir y trabajar en estrecha proximidad con los animales, su papel es esencial para evitar que las enfermedades de origen animal infecten a los seres humanos. 

La labor del FIDA

  • En abril de 2020, el FIDA puso en marcha el Mecanismo de Estímulo para la Población Rural Pobre (RPSF) con el fin de mejorar la resiliencia de los medios de vida rurales. 

  • Dicho Mecanismo proporcionó a los pequeños productores insumos y activos básicos para que siguieran dedicándose a sus actividades agrícolas, ganaderas y pesqueras. Asimismo, facilitó el acceso a los mercados y los servicios financieros, así como a servicios digitales que ofrecían información sobre la producción, el clima, la financiación y los mercados.  

  • El Mecanismo de Estímulo Agrícola y Rural para las Islas del Pacífico prestó apoyo a los hogares para fomentar la seguridad alimentaria y la autosuficiencia. De este modo, se redujo la dependencia de los alimentos importados, a los que resultó más difícil acceder durante la pandemia. 

  • Con el fin de ayudar a prevenir la próxima pandemia, el FIDA utiliza el enfoque “Una sola salud” para diseñar sus inversiones ganaderas. Este enfoque considera que la salud de las personas, los animales y los ecosistemas está interconectada. Por ello apoya el acceso a los servicios veterinarios, promueve la gestión sostenible de los recursos naturales y aborda el uso indebido de antibióticos para limitar la propagación de enfermedades de los animales a las personas. 

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