Transformación de los sistemas alimentarios
El FIDA orienta cada faceta de su labor a la transformación de los sistemas alimentarios, a fin de que resulten eficaces y sostenibles.
La malnutrición es un problema que afecta a todos los países del mundo, incluso a los países ricos, donde cada vez se detectan más problemas de hambre, insuficiencia ponderal, carencia de micronutrientes, sobrepeso y obesidad.
Hay más de 3 000 millones de personas en el mundo que llevan dietas alimentarias de poca calidad. Paradójicamente, la inseguridad alimentaria y nutricional afecta de forma desproporcionada a la población de las zonas rurales, de la que dependemos para obtener los alimentos que consumimos.
La malnutrición puede provocar problemas durante toda la vida. A escala mundial, la desnutrición es la principal causa de mortalidad infantil. Los niños que padecen malnutrición crónica durante los primeros 1 000 días de vida desde la concepción, una etapa crucial para ellos, corren el riesgo de sufrir daños irreversibles en su desarrollo físico y cognitivo. La falta de alimentos asequibles y nutritivos impide a las personas desarrollar todo su potencial intelectual y profesional y perpetúa la pobreza generacional.
En los últimos años, la desaceleración económica, los conflictos, las perturbaciones climáticas, el aumento de las disparidades socioeconómicas y la pandemia mundial han frenado el crecimiento, lo cual ha mermado las capacidades de los países de ingreso bajo y medio de invertir en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluido el objetivo de poner fin al hambre.
El hambre, que suele ser un problema causado por el ser humano, está profundamente arraigada en las deficiencias y desigualdades estructurales de los sistemas alimentarios, que se han visto exacerbadas por la falta de inversión en agricultura sostenible y desarrollo rural.
La agricultura es la piedra angular de nuestra labor de lucha contra la malnutrición y fomento de la seguridad alimentaria y nutricional. Si invertimos en la agricultura podemos mejorar el acceso de las personas a alimentos nutritivos asequibles, especialmente el de las personas más vulnerables.
Dado que la alimentación es nuestra necesidad más básica, invertir en nutrición a través de la agricultura es también una buena política de desarrollo y tiene sentido desde el punto de vista económico. Para ello es necesario adoptar un enfoque multisectorial adaptado a las realidades de los pequeños productores y los sistemas alimentarios de las zonas rurales.
La agricultura es un factor determinante de nuestras dietas y sistemas alimentarios. Las prácticas agrícolas pueden promover cultivos diversos y nutritivos que ayuden a paliar las deficiencias alimentarias. La prestación de apoyo a los pequeños productores, que a menudo tienen dificultades para acceder a los mercados y recursos, puede fortalecer los sistemas alimentarios locales.
Invertir en nutrición a través de la agricultura ayuda a romper el ciclo de la pobreza intergeneracional. No es solo una medida beneficiosa para la salud, sino que también ayuda a mejorar la educación, la igualdad de género, la resiliencia y la sostenibilidad ambiental. El fomento de prácticas agrícolas sostenibles y hábitos de alimentación saludables permite crear sistemas alimentarios resilientes capaces de hacer frente a los desafíos.
El FIDA invierte en agricultura y sistemas alimentarios que tienen en cuenta la nutrición. Integramos la nutrición en nuestros proyectos de desarrollo agrícola y fomentamos la producción y el consumo de alimentos diversos y nutritivos.
Facilitamos recursos que contribuyen al desarrollo de las capacidades de los pequeños productores, especialmente las mujeres, la gente joven y los Pueblos Indígenas, así como a la creación de oportunidades de mercado para ellos, lo cual ayuda a mejorar sus ingresos, su seguridad alimentaria, su nutrición y su resiliencia ante las perturbaciones.
La degradación del medio ambiente puede agravar la malnutrición; por eso promovemos prácticas sostenibles que protegen los ecosistemas, mejoran la diversidad de los cultivos y fomentan sistemas alimentarios resilientes. Todo ello, a su vez, mejora la diversidad de la dieta y ayuda a combatir la malnutrición.
Las especies marginadas e infrautilizadas aportan muchos beneficios nutricionales, económicos, culturales, sociales y ambientales. Trabajamos con Pueblos Indígenas y pequeños productores para apoyar la innovación y estudiar cómo se puede promover su desarrollo autónomo a través de las políticas. Por ejemplo, en la India, una investigación apoyada por el FIDA contribuyó a incluir los mijos menores en los programas nacionales de subsistencia.
Con la colaboración de las comunidades a las que prestamos asistencia, llevamos a cabo intervenciones en materia de nutrición y evaluamos sus efectos. Por ejemplo, en Etiopía, gracias al desarrollo del riego, los agricultores pudieron cultivar alimentos nutritivos y comercializables, como tomates, aguacates y boniatos de masa anaranjada.
Al invertir en actividades de educación nutricional y comunicación para lograr cambios de comportamiento, promovemos la adopción de hábitos alimentarios saludables, que adaptamos a las culturas locales y los contextos ecológicos. En el norte de la República Democrática Popular Lao, los proyectos financiados por el FIDA ayudaron a las familias a diversificar sus cultivos. Gracias a los programas de educación nutricional, las familias empezaron a alimentar a sus hijos con hortalizas de hoja. Al final del proyecto, la proporción de niñas y niños pequeños que recibían una dieta mínima aceptable se había triplicado con creces.
En colaboración con los Gobiernos y las organizaciones de la sociedad civil, abogamos por políticas e inversiones que den prioridad al fomento de una agricultura y una seguridad alimentaria que tengan en cuenta la nutrición. El FIDA es miembro activo de ONU-Nutrición, a través del cual los organismos de las Naciones Unidas coordinan su labor en materia de nutrición.
Senior Technical Specialist - Nutrition
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