Una de cada seis personas sufre una discapacidad importante, y casi el 80 % de ellas vive en países de ingreso bajo y mediano. A pesar de que las personas con discapacidad constituyen la minoría más grande del mundo, las barreras sociales y estructurales a menudo limitan su capacidad para ejercer sus derechos humanos y acceder a oportunidades que les permitan prosperar.
Una deficiencia es una afección física, mental, intelectual o sensorial que limita los movimientos o los sentidos de una persona. Las barreras estructurales, como los obstáculos físicos o la falta de servicios, transforman las deficiencias en discapacidad. Impiden a las personas con discapacidad participar en condiciones de igualdad en la educación, la sociedad y la economía.
Además, las personas con discapacidad sufren graves discriminaciones que les niegan sus derechos humanos. A menudo son víctimas de múltiples formas interseccionales de discriminación por motivos de género, edad, orientación sexual o raza, entre otros factores.
Las personas con discapacidad tienen más probabilidades de ser pobres, padecer inseguridad alimentaria y estar expuestas a la violencia. Y las que viven en zonas rurales se enfrentan a retos aún mayores. Tienen menos probabilidades de asistir a la escuela, recibir asistencia médica y protección social, o tener oportunidades de empleo y formación.
A pesar de las enormes dificultades a las que se enfrentan, las personas con discapacidad suelen quedar excluidas de las estrategias y programas de desarrollo rural. Además, a menudo se ven marginadas en la toma de decisiones y en las instituciones comunitarias.