Los pequeños productores se enfrentan a dificultades cada vez mayores, desde los efectos del cambio climático hasta la inseguridad alimentaria y la pérdida de biodiversidad. La agrosilvicultura, es decir, la práctica de integrar árboles y arbustos con cultivos y ganado, ofrece una forma sostenible de salir adelante.
Un sistema agroforestal puede aumentar la salud del suelo, la diversidad de cultivos y la productividad, estimular la resiliencia frente a condiciones climáticas extremas, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover hábitats para la biodiversidad. Para los agricultores, la agroforestería no solo es buena desde el punto de vista ambiental, sino también de cara a los negocios y la resiliencia. La diversificación de cultivos supone más fuentes de ingresos, acceso al pago por servicios ambientales y una mayor seguridad alimentaria.
Se estima que, gracias a la agrosilvicultura, solamente los ingresos anuales procedentes de un mayor rendimiento podrían aumentar entre 100 y 300 dólares por hectárea, mientras que los ingresos diversificados procedentes de la madera, las frutas y otros productos podrían sumar entre 200 y 2000 dólares por hectárea con el tiempo.
En un informe reciente del FIDA se ofrecen ideas fundamentales para maximizar el impacto y la sostenibilidad de los 120 proyectos de agrosilvicultura que el Fondo tiene en marcha y en preparación. Entre 2012 y 2022, el 21 % de los proyectos apoyados por el FIDA incorporaron prácticas agroforestales, frente a tan solo el 2 % en el decenio anterior.
Estos proyectos se han llevado a cabo en diversos ecosistemas, como bosques tropicales, tierras secas y regiones montañosas, y un significativo 26 % en entornos frágiles donde fomentar la resiliencia resultaba primordial. Aunque siguen existiendo barreras de entrada, el FIDA está ayudando a los pequeños agricultores a superarlas.