Explicativo | 30 enero 2025

Cómo la agrosilvicultura puede empoderar a los agricultores y proteger nuestro planeta

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Los pequeños productores se enfrentan a dificultades cada vez mayores, desde los efectos del cambio climático hasta la inseguridad alimentaria y la pérdida de biodiversidad. La agrosilvicultura, es decir, la práctica de integrar árboles y arbustos con cultivos y ganado, ofrece una forma sostenible de salir adelante.

Un sistema agroforestal puede aumentar la salud del suelo, la diversidad de cultivos y la productividad, estimular la resiliencia frente a condiciones climáticas extremas, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover hábitats para la biodiversidad. Para los agricultores, la agroforestería no solo es buena desde el punto de vista ambiental, sino también de cara a los negocios y la resiliencia. La diversificación de cultivos supone más fuentes de ingresos, acceso al pago por servicios ambientales y una mayor seguridad alimentaria.

Se estima que, gracias a la agrosilvicultura, solamente los ingresos anuales procedentes de un mayor rendimiento podrían aumentar entre 100 y 300 dólares por hectárea, mientras que los ingresos diversificados procedentes de la madera, las frutas y otros productos podrían sumar entre 200 y 2000 dólares por hectárea con el tiempo.

En un informe reciente del FIDA se ofrecen ideas fundamentales para maximizar el impacto y la sostenibilidad de los 120 proyectos de agrosilvicultura que el Fondo tiene en marcha y en preparación. Entre 2012 y 2022, el 21 % de los proyectos apoyados por el FIDA incorporaron prácticas agroforestales, frente a tan solo el 2 % en el decenio anterior.

Estos proyectos se han llevado a cabo en diversos ecosistemas, como bosques tropicales, tierras secas y regiones montañosas, y un significativo 26 % en entornos frágiles donde fomentar la resiliencia resultaba primordial. Aunque siguen existiendo barreras de entrada, el FIDA está ayudando a los pequeños agricultores a superarlas.

Un plátano crece cerca de árboles de cacao en Colombia como parte de un sistema agroforestal. © IFAD/Luis Bernardo Cano

Un enfoque participativo

Los sistemas agroforestales deben adecuarse a las necesidades locales y, al mismo tiempo, contar con el respaldo de un conocimiento técnico riguroso. Sin embargo, muchos pequeños agricultores se enfrentan a dificultades como la falta de especialistas en agrosilvicultura, el acceso inadecuado a plántulas de calidad y una mala selección de especies que no responde a sus necesidades o intereses específicos.

En Filipinas, el proyecto CHARM II tuvo que hacer frente a un problema inicial cuando se vio que los modelos agroforestales que se habían introducido a través de las escuelas de campo para agricultores no se adaptaban plenamente a las condiciones locales, como los diferentes niveles de altitud.

Para subsanar este problema, el proyecto invitó a las comunidades locales a participar en la selección de especies arbóreas que se adaptaran a su entorno y satisficieran sus necesidades de ingresos y nutrición. Este enfoque participativo dio lugar a la plantación de 1,5 millones de plántulas, con una impresionante tasa de supervivencia superior al 90 %.

Henry muestra una técnica que aprendió en una escuela de campo para agricultores a través del proyecto CHARM II en Filipinas. © IFAD/Irshad Khan

Despegar hacia la sostenibilidad

Para muchos agricultores, los altos costos de inversión a corto plazo representan una barrera importante para adoptar la agrosilvicultura. Este problema se ve agravado por la larga espera, a menudo de varios años, que se requiere para que los árboles maduren y produzcan beneficios.

Sin incentivos financieros o mecanismos de mitigación de riesgos durante el período de transición inicial, los pequeños agricultores a menudo tienen dificultades para justificar los gastos iniciales, a pesar de que los estudios indican un posible rendimiento a largo plazo de entre 1,46 y 1,52 dólares de los EE.UU. por cada dólar invertido.

En Sri Lanka, las asociaciones entre el sector público, el sector privado y los productores facilitaron la participación en la financiación de los gastos y que los agricultores cofinanciaran sus inversiones iniciales. El cultivo intercalado de caucho con frutas, maíz y cereales en los tres primeros años también generó ingresos adicionales, lo que ayudó al 98 % de los participantes a mejorar sus ingresos.

Fortalecer los mercados

El acceso limitado a los mercados y a las cadenas de valor también impide a los agricultores sacar el máximo provecho de sus productos agroforestales.

En el Brasil, en el marco del Proyecto de Desarrollo Rural Sostenible en la Región Semiárida de Bahía se abordaron estas cuestiones mediante la creación de unidades de procesamiento comunitarias y la organización de ferias agroecológicas. A través de estas iniciativas se establecieron cadenas de suministro directas que proporcionaron mayores beneficios económicos a los agricultores, al tiempo que se apoyaron prácticas sostenibles y arraigadas en el ámbito local.

En Santo Tomé, el fortalecimiento de las asociaciones con las cadenas de valor del cacao orgánico aumentó los ingresos de los agricultores en un 34 %. Estos resultados despertaron el interés del gobierno por convertir el país en un país 100 % orgánico, impulsando así su economía agrícola.

Un hombre pone a secar granos de cacao fermentados en Santo Tomé y Príncipe. © IFAD/Joanne Levitan

Crear incentivos

A pesar de salvaguardar la conservación de los recursos naturales, las comunidades rurales no siempre se ven compensadas por su arduo trabajo. No obstante, los agricultores pueden obtener ingresos adicionales a través de los pagos por servicios ecosistémicos y los programas de créditos de carbono.

El Fondo de Agua de la Cuenca Alta del Río Tana, financiado por el FIDA en Kenya, estableció un modelo innovador para canalizar recursos públicos y privados hacia prácticas agroforestales en las zonas situadas río arriba. Además de aumentar los ingresos de los agricultores en tres millones de dólares de los EE.UU. gracias al aumento de la producción, KenGen, el principal productor de electricidad del país, incrementó sus ingresos anuales en más de 600 000 dólares de los Estados Unidos como consecuencia de la reducción de la concentración de sedimentos en la cuenca hidrográfica.

Con el apoyo del Fondo para el Agua del Alto Tana, Steven amplió su vivero de árboles en Kenia de 500 a 20 000 plantones. © IFAD/Translieu/Samuel Nyaberi

Un entorno propicio

Para que la agrosilvicultura prospere, es esencial disponer de un entorno propicio que brinde apoyo. Sin embargo, existen obstáculos que siguen dificultando el progreso, como la inseguridad de la tenencia de la tierra, la falta de coordinación entre los agricultores y el escaso conocimiento de los beneficios de la agrosilvicultura.

En Burkina Faso, en el marco del Proyecto Neer-Tamba se abordaron las cuestiones relativas a la tenencia de la tierra mediante la introducción de una guía de negociación de tierras escrita en los idiomas locales. Este enfoque participativo permitió a las comunidades lograr acuerdos equitativos de tenencia de la tierra, fomentando un sentido de apropiación y sentando las bases para inversiones agroforestales sostenibles.

Invertir en organizaciones de agricultores y comunitarias también puede propiciar un entorno más colaborativo. En Liberia, el programa TCEP se basó en el sistema tradicional kuu (grupos de agricultores comunitarios) para fortalecer la organización colectiva, mejorar el acceso al mercado y potenciar los servicios de extensión. Algunos grupos crearon incluso fondos rotatorios para ayudar a los miembros a invertir en sus explotaciones, fomentando la sostenibilidad y la propiedad local.


La agrosilvicultura no es solo una solución ambiental, sino un catalizador para la transformación rural. De cara al futuro, invertir en sistemas agroforestales bien diseñados será fundamental para fomentar la resiliencia, impulsar la biodiversidad y mejorar la seguridad alimentaria y la estabilidad económica.

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