Explicativo | 28 noviembre 2023

La COP: ¿de dónde viene y a dónde va?

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El cambio climático no es un fenómeno nuevo. Las temperaturas mundiales siempre han fluctuado, pero no fue hasta principios del decenio de 1800 cuando los físicos mencionaron por primera vez el efecto invernadero, poco después de la introducción de la quema de carbón industrial.

Más de un siglo después, con el convencimiento de los nuevos hallazgos científicos, las Naciones Unidas crearon el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en 1988 para evaluar los datos científicos que explicaban la evolución de los patrones meteorológicos. En el decenio de 1990, su primer informe concluyó que las temperaturas habían aumentado hasta 0,6° C el último siglo, y los humanos eran los responsables.

En 1995, los peligros que entrañaba el aumento de las temperaturas se habían hecho evidentes. El mismo año, Naciones Unidas intervino a la luz de los resultados del IPCC y organizó la Conferencia sobre Cambio Climático en Berlín, la primera de muchas cumbres que servirían de espacios de reunión oficiales para una Conferencia de las Partes (COP) en los que debatir sobre cómo hacer frente al cambio climático.

Cada año desde entonces dirigentes de los Estados, ministros, activistas, representantes de negocios y representantes de la sociedad civil se reúnen en un intento por establecer se reúnen para diseñar una estrategia para lograr un futuro mejor.

 

Más que palabras

La conferencia de las Naciones Unidas sobre cambio climático es la congregación anual más numerosa para tratar medidas relacionadas con el clima. En los últimos años ha arrojado varios resultados prometedores.

Entre ellos, el compromiso de dirigentes de Estados de hacer asequibles fuentes de energía limpia y participar en una transición colectiva rápida a escala mundial hacia vehículos sin emisiones, así como de detener y revertir la pérdida de bosques y la degradación de las tierras para 2030.

Donde quedó más clara la importancia de estas cumbres fue en París en 2015, durante la COP 21.

Funcionarios celebran la histórica adopción del Acuerdo de París en 2015. © UNFCCC

Por primera vez, 195 países se unieron en torno a una causa común: limitar el calentamiento global a 1,5 °C respecto a los niveles preindustrialesNo es ninguna nimiedad para un planeta que ha presenciado los efectos drásticos del cambio climático, además de resultar necesario para prevenir futuras catástrofes. Este tratado internacional se conoció como Acuerdo de París.

Nueve años después, algunos países han establecido planes ambiciosos para reducir sus emisiones, mientras que otros ya las han disminuido considerablemente.

¿Cuál es el mensaje del FIDA en la COP? Introducir a los productores en pequeña escala en la ecuación.

Hasta la COP 23 en 2017, en las negociaciones sobre el clima no se había tenido debidamente en cuenta a los productores y la agricultura en pequeña escala. Sin embargo, esto cambió cuando la Labor conjunta de Koronivia sobre la agricultura reconoció el potencial único del sector agrícola para hacer frente al cambio climático. Esto, a su vez, abrió las puertas para que el FIDA trasladara los problemas climáticos que enfrentan la agricultores en pequeña escala al debate mundial.

Desde entonces, se han realizado avances significativos. En el 2022, la COP27 fue testigo de la histórica creación de un Fondo para Pérdidas y Daños, que abrió el camino a la ayuda financiera para las naciones más vulnerables y afectadas por los efectos del cambio climático. El fondo pasó de ser un sueño a una realidad al año siguiente, cuando los países se comprometieron a aportar 700 millones de dólares en la COP28. En ella, 155 países firmaron también el Compromiso Mundial contra el Metano para reducir las emisiones de este perjudicial gas de efecto invernadero. 

Pese a los esfuerzos concertados de la comunidad internacional para afrontar el cambio climático, los pequeños productores siguen siendo uno de los colectivos más afectados por patrones meteorológicos erráticos. Pese a que producen un tercio de los alimentos que consumimos en todo el mundo, reciben el 0,8 % de la financiación para el clima, es decir, de los fondos necesarios para adaptarse al cambio climático y mitigar sus efectos.

En todo el mundo, las comunidades que dependen en la agricultura sienten los efectos derivados del cambio de las condiciones climáticas en sus ecosistemas locales y la seguridad alimentaria. Estaciones secas más largas e inundaciones repentinas han hecho de sus calendarios de cosecha, que una vez fueron previsibles, instrumentos inconsistentes e introducido incertidumbre en sus medios de vida.

Las comunidades que dependen de la agricultura son las más afectadas por los cambios climáticos. © FIDA/Ruvin De Silva

El FIDA financia y apoya varios proyectos que se centran específicamente en fomentar la resiliencia de las comunidades: desde los cultivos autóctonos resistentes a condiciones climáticas difíciles, los sistemas de protección social y la alfabetización financiera hasta el apoyo al ahorro.

En 2021, el FIDA advirtió de que la COP 26 no lograría generar un impacto duradero si los líderes mundiales seguían descuidando las inversiones en la adaptación al cambio climático, lo cual repercutiría a escala mundial y traería consigo un aumento del hambre, la pobreza, los conflictos y la migración.

El FIDA se propone continuar situando a los productores en pequeña escala -incluidas las mujeres, los jóvenes y los pueblos indígenas- en el centro de las negociaciones climáticas mundiales. Este año, como todos los años, el mensaje del FIDA es alto y claro: no dejar a nadie atrás.

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