He trabajado en la esfera del desarrollo en la región del Cercano Oriente, África del Norte, Europa y Asia Central durante más de 25 años. He sido testigo de conflictos, vivido desastres y visto regímenes caer y, sin embargo, me resulta difícil recordar un período más catastrófico que el de esta semana en África del Norte.
Durante el fin de semana, he estado en contacto con colegas que se encontraban en el terreno en Marruecos para saber si estaban a salvo tras el devastador terremoto que arrasó comunidades rurales enteras.
La verdadera repercusión del terremoto aún no se conoce, ya que las carreteras están abiertas y la ayuda va llegando lentamente. Las esperanzas de encontrar supervivientes son escasas y las personas que sobrevivieron al desastre inicial ahora se enfrentan a una infinidad de desafíos que van desde encontrar un lugar seguro donde dormir hasta restablecer sus medios de vida cuando se hayan retirado los escombros.
Los proyectos del FIDA, como el Proyecto de Desarrollo Rural en las Montañas del Atlas, se han visto afectados y estamos preparados para prestar apoyo a la población rural de Marruecos en la recuperación y el restablecimiento de sus medios de vida.
El terremoto nos ha hecho ser conscientes de lo frágil que puede llegar a ser el progreso alcanzado. Pocos días después recibimos otra noticia letal que nos volvió a recordar esta desagradable verdad, cuando una inundación colosal azotó el este de Libia y provocó miles de muertes y desapariciones.
Fuentes: Programa Maxar Open Data; cartografía con imágenes por satélite © Google (2015)
El mundo vio cómo se desarrollaban los impactantes acontecimientos al ir recibiendo la información con cuentagotas, la cual dejaba constancia de la enorme magnitud del desastre. Libia, país que solía verse afectado por las sequías, sufrió inundaciones como consecuencia de la tormenta Daniel, que provocó riadas enormes al derrumbarse dos presas.
La asistencia humanitaria está en camino, pero una vez más somos conscientes de que las personas que ya se encuentran en situación de vulnerabilidad son las más afectadas por la crisis climática. Al igual que los supervivientes en Marruecos, los ciudadanos de a pie libios ahora tienen que superar la tarea casi imposible de restablecer sus medios de vida.
El mundo está movilizando ayuda, pero no puedo evitar sentir que es muy escasa y llega demasiado tarde y que corremos el riesgo de ser testigos de los mismos sucesos devastadores una y otra vez.
Sí, la población vulnerable necesita asistencia humanitaria cuando se producen desastres. Sin embargo, lo que quieren es contar con la capacidad de hacerles frente, sin necesidad de recibir ayuda externa.
Ya es hora de invertir a escala mundial en la resiliencia sostenible a largo plazo impulsada por las personas más afectadas por los innumerables conflictos que enfrenta el planeta. La alternativa a esta senda es realmente aterradora, tal y como demuestran las imágenes de Marruecos y Libia de esta semana.