Invierte en mujeres rurales
Investing in women is the surest way to prosperity – and a world without hunger. That’s why IFAD invests in women. They’re the smartest investment in a sustainable future.
Crecí al lado de mi madre, una somalí orgullosa de sus raíces, y he escuchado muchos relatos familiares sobre generaciones de mujeres fuertes del medio rural que dirigen negocios, se ocupan de los campos y el ganado y cuidan de sus hogares y familias, incluso en situaciones de conflicto y desastres naturales.
Por ello sé que estas mujeres, que dedican su vida a lograr un futuro más próspero en las zonas rurales, son las heroínas anónimas del mundo. Sin embargo, el cambio climático y la degradación del medio ambiente dificultan su labor y su vida, cuando no la hacen imposible.
La crisis climática nos afecta a todos, pero resulta más problemática para las mujeres de las zonas rurales. A menudo no son económicamente independientes y tienen muchas menos opciones que los hombres de ser propietarias de las tierras que cultivan. Se ven más afectadas por los desastres climáticos y muchas carecen de recursos para adaptarse a un entorno en constante cambio. Además, enfrentan una realidad con la que están familiarizadas las mujeres de todo el mundo: a menudo, sus conocimientos y competencias se infravaloran e ignoran.
Traduzcamos las consecuencias en cifras. Los hogares encabezados por mujeres pierden un 8 % más de sus ingresos debido al estrés térmico que los encabezados por hombres. La población femenina sufre más inseguridad alimentaria que la masculina, y la rural más que la urbana.
Con todo, las mujeres que habitan en las zonas rurales no solo son víctimas de la crisis climática. Son conscientes de que únicamente podremos prosperar si el planeta también lo hace. Tienen la pasión y los conocimientos necesarios para proteger a la Madre Tierra: preservan la biodiversidad, custodian nuestra tierra y nuestra agua, y velan por que nuestra alimentación sea más sostenible. No obstante, para aprovechar plenamente ese potencial, necesitan nuestro apoyo.
Gracias al FIDA he tenido oportunidad de conocer a muchas mujeres del medio rural que son fuente de inspiración y de quienes depende el futuro de sus comunidades. En todos los continentes, se mantienen firmes ante los reveses del cambio climático y siguen alimentando a sus familias y a la población mundial. Esta es la historia de las mujeres de las zonas rurales de todo el mundo.
Una de ellas es Dionisia. Además de ocuparse de su pequeña parcela de sorgo y soja verde en una zona rural de Kenya, también recaba datos meteorológicos esenciales. Todos los días revisa minuciosamente su pluviómetro y envía la lectura de los datos al departamento de meteorología. Se trata de información limitada pero esencial, que contribuye a la previsión meteorológica local.
A cambio, Dionisia y otros pequeños agricultores de la zona reciben asesoramiento agrícola basado en las previsiones a través de mensajes de texto, que luego transmiten a los demás. Gracias a ello, pueden proteger sus cultivos de las inclemencias del tiempo.
Otro ejemplo es Soso, que instaló un sistema de biogás en su casa en el norte de Egipto que le permite transformar el estiércol de sus cabras en combustible para cocinar. No solo ya no tiene que recoger leña, sino que además reduce las emisiones de metano y produce un fertilizante excelente. Las naranjas de su huerto son de las mejores que he probado.
Las mujeres que viven en las zonas rurales y son fuente de inspiración, como Soso y Dionisia, merecen algo más que nuestros elogios. Necesitan recibir un apoyo firme para seguir llevando adelante la labor que abre la puerta a un futuro mejor.
Debemos empoderar a las mujeres que viven en esas zonas para que puedan decidir qué es lo más conveniente para la naturaleza. Ellas sustentan nuestros sistemas alimentarios y nuestro planeta, y deben contar con los recursos, las oportunidades y el poder de decisión necesarios.
Debemos garantizar que se tienen en cuenta sus opiniones y atender sus necesidades en las políticas, los planes y los proyectos de desarrollo rural. El FIDA ya trabaja en ello, pero todas las instituciones deben seguir ese camino.
Tenemos que superar los obstáculos y las desigualdades que impiden a estas mujeres salir de la pobreza y adaptarse al cambio climático.
Solo así podremos albergar la esperanza de lograr un futuro mejor.