En el ámbito del desarrollo rural, podemos encontrar soluciones a los retos considerables que enfrenta el planeta, como la inseguridad alimentaria. Los datos más recientes revelan que el mundo está lejos de alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 2: el hambre cero. Se calcula que entre 713 y 757 millones de personas pasaron hambre en 2023, y que 2 330 millones padecían inseguridad alimentaria moderada o grave. A su vez, 2 830 millones de personas no pueden permitirse una alimentación saludable. Esta situación es inaceptable.
En toda América Latina y el Caribe se observan signos alentadores que apuntan a una reducción del hambre y la inseguridad alimentaria. Sin embargo, los resultados correspondientes al Caribe únicamente son más desalentadores, ya que la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave (el 58,8 %) duplica con creces la de América Central (del 28,2 %) y la de América del Sur (del 25,1 %).
Para hacer frente a esta situación, necesitamos soluciones innovadoras, inclusivas y equitativas para ampliar la financiación destinada al fomento de la seguridad alimentaria y la nutrición, especialmente aquellas que permiten tender puentes entre los agricultores de las zonas rurales y el sector privado.
En el FIDA estamos firmemente comprometidos con el apoyo al desarrollo de los pequeños productores. El crecimiento de sus empresas permite mejorar la calidad de vida de las comunidades rurales y aumentar la producción de alimentos para abastecer a las poblaciones. Creemos en las personas como Yessy y Martha porque sin ellas ―sin su trabajo― no habría alimentos que poner sobre la mesa.