Aires de cambio para los ganaderos en Argentina

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Aires de cambio para los ganaderos en Argentina

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© IFAD/Factstory

Ana Cerda, de 57 años, recuerda con nostalgia el próspero rebaño de 1.300 cabras que tenía su familia. Cuando era niña, los criadores de ganado en la zona de la Formación Portezuelo, en la región centro de Argentina, vivían en armonía con las estaciones.

A principios del verano, trasladaban sus rebaños de cabras a pastar en las montañas, donde abundaba el agua. En otoño, volvían a sus campos en las llanuras. "Solíamos tener lluvia en otoño, nieve en invierno y, con la llegada de la primavera, todo cambiaba. Así, los campos y los animales se mantenían en condiciones óptimas", explica.

Ana es una de las pocas ganaderas de su comunidad que decidió seguir los pasos de su familia, criando cabras y pequeño ganado en el campo de sus padres. “Soy la continuadora del trabajo de ellos”, asegura.

Sin embargo, las condiciones son hoy muy diferentes de las que existían en tiempos de sus padres. A causa del cambio climático, la antigua práctica migratoria bianual, llamada trashumancia, está quedando obsoleta y ya no basta para proteger y preservar la tierra ni los recursos hídricos. Hoy en día, un viento intenso y seco sopla por las llanuras, con frecuentes rachas de 100 kilómetros por hora, lo suficientemente fuertes como para arrancar árboles.

“Ahora hay más viento que nunca”, dice Ana. “A esto se le suma que ya no vienen lluvias como antes: ahora cae toda el agua junta y se rompen los campos. Y todo eso hace que el ganado adelgace”. Actualmente, Ana cría apenas 200 animales en un terreno que antes acogía a más de 1.000 de ellos.

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La vida es cada vez más dura. A pesar de que Argentina es un país de renta media, la inseguridad alimentaria va en aumento a causa de las sequias que duraron 3 años. Por otra parte, la excesiva dependencia de la agricultura industrializada ha contribuido a la pérdida de una valiosa biodiversidad, al tiempo que la frágil situación económica del país llegase a triplicarse a principios de 2023.

Pero gracias al programa PRODECCA, una iniciativa financiada por el FIDA, el Gobierno argentino está ayudando a Ana a adaptar su negocio a esta nueva realidad y a garantizar que ella y 8.000 de las personas más pobres de las zonas rurales no se queden atrás.

En esta región, la familia de Ana y otras se están beneficiando de inversiones comunitarias para mejorar el suministro de agua, cultivar plantas autóctonas para forraje y leña, construir cobertizos para resguardar al ganado menor del viento seco y establecer sistemas de riego por goteo.

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PRODECCA ayuda a los pequeños criadores de cabras de Argentina a producir carne, productos lácteos y productos de alto valor, como el mohair y la lana de cachemira. Es uno de los tres programas de desarrollo rural apoyados por el FIDA en Argentina que ayudan a reducir la pobreza rural, aumentar la seguridad alimentaria y la nutrición, y aumentar la resiliencia de más de 30.000 personas hasta la fecha.

Ana confía en que estos cambios positivos propicien el regreso de muchos jóvenes que abandonaron la región en busca de empleo.

Para Ana y otros productores rurales, las viejas costumbres de sus padres han quedado atrás. Pero, con el apoyo del FIDA, esperan forjar un nuevo camino en un mundo cambiante.