Aunque los habitantes de Bangladesh sean resilientes, de no tomarse medidas urgentes contra el cambio climático, el futuro de este fascinante país será incierto

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Aunque los habitantes de Bangladesh sean resilientes, de no tomarse medidas urgentes contra el cambio climático, el futuro de este fascinante país será incierto

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Qasa Alon, en 2002, cuando era pequeño, en un viaje familiar a Biswanath. De niño, Qasa pasó mucho tiempo en el lago de su familia, o “fuskhuni”, donde se entretenía nadando, tirando piedras y pescando.

Cuando era pequeño, visité varias veces Bangladesh con mi familia; viajábamos desde la ciudad de Sylhet hasta Biswanath, la aldea ancestral de mi padre. Mis recuerdos de esos viajes son de color rosa; imágenes de un país idílico, repleto de frondosos plantíos de arroz de color verde, sabrosísimos mangos frescos y muchas risas.

Me llamo Qasa Alom, y son un periodista de la BBC, locutor de radio y director de documentales de origen británico-bangladesí. Hace poco, me sumé a la Google News Initiative con mi canal de YouTube, QasaVision.

A lo largo de mis 10 años de carrera, he abordado una gran variedad de temas —desde los refugiados que huían del Afganistán hasta la COVID-19, pasando por el Brexit. Siempre quise escribir sobre Bangladesh, pero nunca había sabido qué contar exactamente.

Hasta que un día escuché a mi padre hablar por teléfono con unos amigos de Biswanath. Se le notaba tenso y cada vez parecía más disgustado, a medida que iba escuchando las historias de personas que conocíamos de mi niñez y que tenían problemas. Había tenido lugar una fuerte inundación y necesitaban dinero para volver a construir las casas y, básicamente, sobrevivir. Mi padre me pidió ayuda para recaudar dinero y aumentar la sensibilización sobre estas personas y su situación.

Comencé a buscar información y descubrí que Bangladesh es un país ubicado justo en el centro de la tormenta climática. Como dos tercios de su territorio se encuentran a menos de cinco metros de altitud sobre el nivel del mar, Bangladesh es extremadamente vulnerable al cambio climático, en particular a las inundaciones ocasionadas por el aumento del nivel del mar.

En ese momento, supe que tenía que contar la historia de cómo Bangladesh y sus habitantes se están enfrentando a la crisis climática en una serie de YouTube titulada “Bangladesh: la frontera climática”.

Soluciones locales frente a desafíos mundiales

A principios de 2022, volví a Bangladesh por primera vez en 15 años. Tras haber organizado previamente un viaje virtual a Bangladesh con el FIDA con ocasión de la COP26, esta era mi oportunidad de ver en acción, sobre el terreno, los proyectos respaldados por el Fondo.

 

Cuando llegué a Bangladesh, fui consciente de las diferencias entre los felices recuerdos de mi infancia y la realidad de vivir ahí y enfrentarse a una dura batalla día tras día.

El segundo día de mi viaje, el sol brillaba bajo en el cielo cuando visité Sunamganj. Una luz dorada y polvorienta iluminaba el horizonte y hacía que todo destellara y brillara. Al igual que el paisaje, colorido y brillante, los habitantes de Sunamganj son optimistas y están llenos de inquietudes y esperanza, a pesar de vivir en un lugar que se inunda hasta ocho meses al año.

Ahí conocí a Lalon, un joven de mi misma edad, que me contó que solía tener que vadear a través del agua para llegar a la escuela. Más tarde, terminó cursando un máster y ahora sueña con abrir su propio negocio y ayudar a su comunidad. Sin embargo, como a muchos otros habitantes de la región, las extremas inundaciones se le están impidiendo.

Al día siguiente, visité Jarakona, una aldea situada a baja altitud, junto al río Padma. Ahí me enteré de que el pueblo solía quedar devastado cada año por culpa de las inundaciones. Ahora, la aldea está protegida por muros y la tecnología avisa a sus habitantes cuando está previsto que se produzcan inundaciones. No solo los habitantes han aumentado sus ingresos, sino que el estatus de la aldea ha mejorado y ahora muchas personas quieren mudarse allí.

Esa transformación fue posible gracias al Proyecto de Mejora de la Infraestructura y los Medios de Vida en las Haores (HILIP/CALIP), que contó con el respaldo del gobierno local y del FIDA. Al mejorar la infraestructura vial, el proyecto reduce los tiempos y costos del transporte, facilita el acceso a los productos y su comercialización, y mejora el acceso a los centros de salud y las escuelas. El proyecto ha tenido una gran repercusión en una de las zonas más empobrecidas del país, donde ha creado empleo y ha aumentado los ingresos.

Otro día de sol espléndido, visité una isla que se formó recientemente en las chars costeras de la bahía de Bengala. Mientras que en gran parte de la región se está perdiendo terreno por culpa de la erosión del suelo, están surgiendo de forma simultánea bancos de arena del tamaño de pequeños pueblos.

Participantes del proyecto sujetan plántulas de mangle listas para el cultivo en New Caring Char, una char surgida recientemente en el estuario del río Meghna.

Ahí, me sumé a una hilera de trabajadores locales que plantaban mangles jóvenes en el marco de otro proyecto respaldado por el FIDA, cuidando de que mis pies no se hundieran demasiado en el chapoteante lodo. En los próximos 30 años, estos mangles se enraizarán en lo más profundo de la tierra, facilitarán que el suelo se acumule y le aportarán firmeza y consistencia. A medida que los árboles crezcan, también actuarán como rompeolas naturales y frenarán el agua que se adentre en tierra firme. De ese modo, en esos nuevos bancos de arena podrán asentarse los hogares de cientos de familias en el futuro.

La situación debe cambiar ya

Fue inspirador ver la aplicación de esas soluciones sofisticadas, a la par que sostenibles. Esas iniciativas locales, puestas en marcha por el FIDA y los propios bangladesíes, están plantando cara a la descomunal amenaza mundial que representa el cambio climático.

Qasa juega al críquet a las puertas de un refugio anticiclones, que también hace las funciones de escuela, construido en Noakhali con fondos del Proyecto de Desarrollo y Colonización de las Chars – Fase IV.

En vista de la resiliencia de estas personas, no pude evitar sentir cierto optimismo en torno a la idea de que el país y el resto del mundo unan sus fuerzas para dar respuesta a estos enormes problemas ocasionados por el hombre.

Sin embargo, el tiempo se acaba. Nos acercamos a pasos agigantados a muchos puntos de no retorno en materia ambiental. Debemos acelerar las medidas a todos los niveles —desde las comunidades locales hasta los Gobiernos y las organizaciones internacionales— y trabajar de consuno para hacer frente a la crisis climática.

Por mi parte, acepto con ganas la nueva tarea de contar la historia de Bangladesh; una historia de adaptación, supervivencia, y esperemos que de éxito, en un mundo en constante evolución.

¿Se perdió el especial del FIDA sobre Bangladesh en la CP26? Póngase al día aquí.