Rediseñar los sistemas alimentarios a través del vínculo entre la nutrición y el clima

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Rediseñar los sistemas alimentarios a través del vínculo entre la nutrición y el clima

Tiempo estimado de lectura: 5 minutos

La alimentación no solo afecta nuestra salud, sino también la de nuestros descendientes. La manera de cosechar, cazar, pescar o recolectar, o elaborar y comercializar los productos, afecta al mundo que nos rodea. Estas simples relaciones son la base del vínculo entre la nutrición y el clima.

 

Vínculo entre la nutrición y el clima

El cambio climático ya está repercutiendo en la seguridad alimentaria de millones de personas. Los fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones, las tormentas o las sequías, pueden destruir los cultivos y la infraestructura, mientras que los efectos a largo plazo, como los cambios en los regímenes de precipitaciones, el deshielo de los glaciares y el aumento de las temperaturas, modifican la cantidad y la calidad de los recursos hídricos disponibles. A medida que aumenta el dióxido de carbono en el aire, disminuye el valor nutricional de numerosos cultivos básicos. Se estima que los cambios en la alimentación derivados del clima causarán 500 000 muertes al año para 2050.

Por otra parte, los modos de producir, elaborar o transportar los alimentos hasta nuestros platos también afectan de manera sustancial al cambio climático. Los sistemas alimentarios mundiales generan un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero que están calentando el planeta. Los sistemas de producción alimentaria también alteran nuestra relación con la naturaleza. Por ejemplo, muchas de nuestras actividades contribuyen a la propagación de enfermedades zoonóticas —como la COVID-19 o el ébola, por ejemplo— de los animales silvestres a los humanos.

Para dar respuesta a estos desafíos mundiales e interrelacionados, será necesario transformar nuestros sistemas alimentarios. A través de intervenciones climáticamente inteligentes, que tengan en cuenta la nutrición, podemos comenzar a cambiar los sistemas alimentarios a fin de que nutran tanto al planeta como a sus habitantes.

 

Optimización de las soluciones para los contextos locales

En la actualidad, casi la mitad de las calorías consumidas en todo el mundo provienen de los productores en pequeña escala. Es preciso respaldar a esos productores (agricultores, pescadores, pueblos indígenas, pastores y mujeres del medio rural), así como a los elaboradores y comerciantes con los que trabajan, para que aporten una nutrición de alta calidad tanto para ellos como para los consumidores y, al mismo tiempo, ayudarlos a adaptarse al cambio climático y proteger la biodiversidad.

El FIDA y el Centro para la Innovación en Desarrollo de Wageningen celebraron recientemente un diálogo en el período previo a la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios. En este evento participaron expertos del mundo académico, el Gobierno, la sociedad civil y organismos de desarrollo con el objetivo de examinar los beneficios y las soluciones intermedias de las interrelaciones entre la nutrición y el clima, así como la manera en que estas podían integrarse en el diseño y la ejecución de los proyectos de desarrollo rural.

De consuno, examinamos tres estudios de caso de países donde quedaban patentes las complejas relaciones entre la nutrición y el clima, así como las distintas vías para integrar el vínculo entre ambas cuestiones.

En Ghana, los investigadores constataron que no bastaba con aumentar la cantidad y la calidad de los productos para mejorar la nutrición de los hogares, ya que muchos productores en pequeña escala tendían a vender toda su cosecha y comprar alimentos de peor calidad para el consumo propio. Además, los hogares que dependían de sus propios cultivos solían llevar dietas menos variadas.

Esto apunta a la necesidad de mejorar los conocimientos y proporcionar insumos técnicos a los productores para ayudarlos a cultivar y consumir diferentes alimentos nutritivos, así como de empoderar a las mujeres, pues son fundamentales en la toma de decisiones relativas a la alimentación de los hogares, así como en la elaboración y comercialización de los productos. Los productores en pequeña escala también precisan de estructuras de apoyo que refuercen los vínculos entre las explotaciones agrícolas y los mercados, como los servicios financieros y las asociaciones de múltiples interesados y relativas al acceso a la tierra.

En Lesotho, casi un tercio de los habitantes del medio rural padecen inseguridad alimentaria grave. El país es muy vulnerable al cambio climático, y las sequías persistentes ya han ocasionado una drástica reducción de la producción agrícola. Los sistemas alimentarios en vigor no proporcionan dietas accesibles, saludables y asequibles. Si bien esto se debe en parte al comportamiento de los consumidores, la principal razón estriba en la poca asequibilidad de los alimentos nutritivos.

En este caso, las transferencias de efectivo y la ayuda brindada a los productores para mejorar sus huertos domésticos han dado lugar a una producción agrícola climáticamente inteligente, un aumento de la seguridad alimentaria y una mejora de las condiciones de vida de las familias pobres.

En Zimbabwe, entre el 70 % y el 80 % de la agricultura es de secano, y los cambios en los regímenes de precipitaciones pueden ocasionar una disminución del rendimiento o pérdidas en los cultivos. Aunque las mujeres representan el 70 % de la fuerza de trabajo, son especialmente vulnerables a la malnutrición, la inseguridad financiera y los efectos relacionados con el clima.

En este caso, la creación de un sistema alimentario climáticamente inteligente, que tenga en cuenta la nutrición, dependerá de la adopción de políticas que promuevan la transformación de género dentro de la cadena de valor y, de ese modo, garanticen la participación de las mujeres y aumenten su capacidad para adaptarse al cambio climático.

 

Necesidad de adoptar medidas transformadoras

Próximamente, los representantes de los principales sectores involucrados en la agricultura —esto es, los Gobiernos, la sociedad civil, el mundo académico y, por supuesto, los propios productores— se reunirán con ocasión de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios a fin de debatir la manera en que estos sistemas podrían transformarse para garantizar la sostenibilidad y brindar una nutrición de calidad para todos. Poco después tendrá lugar la cumbre de la CP26. Es evidente que ahora es el momento de comenzar a rediseñar nuestros sistemas alimentarios teniendo en cuenta el vínculo entre la nutrición y el clima.

Al trabajar de manera holística —entre los distintos sectores, a fin de desarrollar políticas alimentarias y climáticas integradas, y a lo largo de todo el sistema alimentario, desde los productores hasta los consumidores—, podremos avanzar de verdad hacia la consecución de los compromisos contraídos en el Acuerdo de París, así como del objetivo mundial de erradicar el hambre.