Cuatro formas en que los pescadores en pequeña escala pueden ayudarnos a capear el temporal climático

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Cuatro formas en que los pescadores en pequeña escala pueden ayudarnos a capear el temporal climático

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El cambio climático y la degradación ambiental suponen una amenaza sin precedentes para las poblaciones de peces. Los cambios en los regímenes de lluvias están transformando los hábitats de los peces y reduciendo la producción. Las tormentas y los ciclones son cada vez más potentes y ocurren con mayor frecuencia, y causan destrucción en las comunidades costeras.

El calentamiento global está cambiando la calidad del agua y los patrones de circulación de los océanos y los lagos. El agua a mayor temperatura absorbe más CO2, y esto hace que aumente su acidez y numerosas especies acuáticas se vean perjudicadas. El aumento de la temperatura del agua también daña a los arrecifes de coral; desde 1950, han desaparecido la mitad de estos espectaculares y productivos hábitats marinos.

En torno a 60 millones de personas de todo el mundo se dedican al sector pesquero y a la acuicultura
© FIDA/Dhiraj Singh

Para muchas de las personas más pobres del mundo, la pesca y la acuicultura constituyen partes cruciales de una alimentación saludable. En torno a 3 200 millones de personas obtienen un quinto de las proteínas animales consumidas de alimentos de origen acuático como el bacalao y la sardina, al tiempo que las plantas acuáticas, como las algas, aportan numerosos nutrientes saludables.

Es más, en todo el mundo unos 60 millones de personas trabajan en el sector pesquero y acuícola, y más del 80 % son productores en pequeña escala, sobre todo en los países en desarrollo. Para muchos, el cambio climático supone una verdadera amenaza para sus medios de subsistencia.

A continuación, se explican cuatro formas en que los pescadores en pequeña escala están capeando la tempestad del cambio climático, convirtiéndose así en parte de la solución.

1. Los pescadores mitigan los efectos del cambio climático

Los pescadores en pequeña escala emiten menos  gases de efecto invernadero © FIDA/Dhiraj Singh

 

Por lo general, la pesca y la acuicultura emiten menos gases de efecto invernadero por unidad de proteína que otras industrias alimentarias, al tiempo que los pescadores en pequeña escala tienden a emplear embarcaciones más ligeras que, con frecuencia, navegan a vela. Incluso si están motorizadas, esas embarcaciones suelen utilizarse para desplazamientos cortos y no consumen mucho combustible. 

El lago Victoria es la zona pesquera continental más grande de África, y da sustento a más de 800 000 familias de pescadores. El FIDA colabora con esas comunidades en Kenya, la República Unida de Tanzanía y Uganda para ayudarlas a pescar de manera sostenible, utilizando la energía solar para la captura y conservación del pescado. Esto no solo permitirá reducir las emisiones al eliminar el uso de las lámparas de queroseno para pescar, sino que también disminuirá las pérdidas posteriores a la cosecha y facilitará que las personas del medio rural accedan a productos pesqueros más saludables.

En Djibouti, los frigoríficos solares permiten mantener el pescado fresco hasta que llega a los mercados.

2. Los pescadores se adaptan al cambio climático

El FIDA ayuda a los pescadores en pequeña escala a modificar su forma de trabajar para adaptarse al cambio climático y, al mismo tiempo, proteger los hábitats esenciales, supervisar las poblaciones de peces e incluso limitar la pesca durante determinados períodos a fin de proteger a los peces inmaduros y las especies reproductoras.

En Angola, el aumenta de la temperatura y la variabilidad de las precipitaciones están causando tanto inundaciones como sequías. Con ayuda del Proyecto de Pesca Artesanal y Acuicultura, los pescadores artesanales están aumentando la sostenibilidad de sus explotaciones pesqueras. De ese modo, supervisan las actividades de pesca y han dejado de usar redes que capturan a los peces juveniles. Asimismo, los pescadores también han construido nuevas instalaciones de saneamiento en los embarcaderos, con miras a mejorar la seguridad alimentaria y obtener mejores ingresos por sus pescados.

En Filipinas, los pescadores patrullan sus aguas para poner fin a la sobreexplotación pesquera.

3. Los pescadores restauran los ecosistemas

Una mujer senegalesa atiende los criaderos de ostras situados en las orillas del delta del Salum, un ecosistema tropical de manglares. © FIDA/Ibrahima Kebe Diallo

Los manglares, las praderas submarinas y las marismas son hábitats naturales para las especies acuáticas que dan sustento a los pescadores. Asimismo, protegen a las comunidades costeras de los fenómenos meteorológicos extremos al resguardar las costas de las tormentas, evitar las inundaciones y la erosión del suelo y mejorar la calidad del agua. Y, lo que es más importante, eliminan y almacenan el carbono atmosférico con mucha más rapidez que los ecosistemas terrestres.

En Eritrea, las comunidades pesqueras han diseñado acuerdos de "protección social", en virtud de los cuales se convino de manera colectiva en no explotar las zonas protegidas.  Gracias a la creación de viveros en los manglares y a la reforestación, han aumentado la cobertura de los manglares en un 86 %. Además, están reemplazando la pesca de subsistencia por medios de vida más diversificados, como la pesca sostenible, la producción de fertilizantes orgánicos y la recolección de miel en los manglares.

En el Senegal, las pescadoras se dedican a la conservación de los manglares, el cultivo de ostras y la producción de miel.

4. Los pescadores aumentan la resiliencia

Gracias a la diversificación de las especies cultivadas a través de la acuicultura, las comunidades pesqueras ya no dependen de un único producto. Esto hace que aumente su resiliencia ante las nuevas condiciones, como las modificaciones de los patrones de pesca y los efectos del cambio climático.

Por ejemplo, las algas tienen un alto valor, son fáciles de cultivar y constituyen alimentos nutritivos tanto para las personas, como para los animales.  Asimismo, son una fuente de fertilizantes y biocombustibles, por lo que ayudan a reducir la dependencia de los combustibles fósiles.

En colaboración con el Programa de Desarrollo de la Agricultura y la Pesca, las comunidades costeras de la isla de Zanzíbar (República Unida de Tanzanía) están cultivando cepas autóctonas de algas que son más resilientes a los efectos del cambio climático. Gracias a la ayuda del proyecto, están mejorando la calidad de las semillas de algas, invirtiendo en métodos productivos que mejoran los rendimientos y ahorran trabajo, y diseñando nuevas formas de elaborar y agregar valor a los productos a base de algas.

En Nigeria y Ghana, la acuicultura en jaulas permite una forma más ecológica de cultivar peces.

Hassan Basri Heremba cultiva algas en la aldea de Sisir (Papua Occidental).
© FIDA/Joanne Levitan

Las explotaciones pesqueras en pequeña escala son una parte esencial de un futuro sostenible, ya que tienen el potencial de alimentar al mundo y, al tiempo, conservar los recursos marinos —siempre y cuando reciban el apoyo que necesitan. El FIDA está decidido a ayudar a los pescadores en pequeña escala a adaptarse al cambio climático, proteger los ecosistemas que les dan sustento y crear comunidades rurales prósperas.