IFAD Asset Request Portlet

Publicador de contenidos

Declaración pronunciada por el señor Lennart Båge Presidente del FIDA ante el 30º período de sesiones del Consejo de Gobernadores

Señor Presidente del Consejo de Gobernadores,
Distinguidos Gobernadores,
Amigos y colegas

El año pasado asumimos un compromiso: aumentar el programa de trabajo en un 10% y mejorar los resultados de nuestros programas y proyectos.

Hoy puedo ofrecerles los resultados obtenidos: el programa de trabajo de 2006 ascendió a una cuantía sin precedentes de 556 millones de dólares estadounidenses, una cifra ligeramente superior al aumento del 10% que nos habíamos fijado. Como revela el informe anual sobre los resultados y el impacto de las actividades del FIDA (ARRI) preparado por la Oficina de Evaluación independiente, los resultados generales han mejorado notablemente, pasando del 71% al 79%.

Esto supone para nosotros un motivo de inspiración para seguir adelante con la puesta en práctica del Plan de acción del FIDA para mejorar su eficacia en términos de desarrollo. Queremos un FIDA más fuerte que esté preparado para hacer frente a los desafíos que tenemos ante nosotros. Estamos decididos a que la agricultura y el desarrollo rural vuelvan a ocupar un lugar destacado en el programa internacional.

El motivo es tan sencillo como importante. La comunidad internacional debe dedicar más tiempo y empeño a fomentar el desarrollo y a luchar contra la pobreza donde más se necesita. Viendo como está la situación hoy en día, a quienes habremos fallado más en 2015 será a las mujeres y los hombres pobres de las zonas rurales remotas.

Desde que empezó sus actividades, el FIDA ha prestado apoyo a cientos de millones de personas pobres de las zonas rurales. Pero podríamos hacer más. El impacto que los proyectos y programas del FIDA tienen en el desarrollo podría, y debería, ser mayor. Para conseguirlo hemos acelerado nuestro proceso de reforma.

Permítanme presentarles los aspectos más destacados de este proceso:

Estamos aumentando nuestra eficacia. Hemos especificado nuestro mandato, aclarado nuestras estrategias y definido objetivos que pueden medirse. La función del FIDA es estar donde se encuentran los pobres de las zonas rurales. Nuestros proyectos y programas deberían ayudar a la población pobre de las zonas rurales a aumentar su producción agrícola, para lo cual deben estar mejor concebidos. Es preciso centrar la atención en los medios y los recursos que permitan empoderar a esas personas, es decir, hacer que lleguen a ser autosuficientes. El FIDA no es un organismo humanitario: nuestra labor siempre debe estar orientada a largo plazo y dirigida a las personas más pobres y vulnerables. Todo ello se enuncia explícitamente en nuestro nuevo Marco Estratégico.

Estamos reforzando la innovación. El FIDA es un organismo financiador e innovador. Un rasgo distintivo es la estrecha colaboración que tenemos con las comunidades locales en la búsqueda de innovaciones. Ello hace que el FIDA sea un organismo adecuado para estudiar nuevas tecnologías y nuevos enfoques. Entre los ejemplos se pueden mencionar los grupos de autoayuda de mujeres que han establecido nexos con los bancos comerciales en la India; la ordenación comunitaria de los sistemas de riego en pequeña escala y los pastizales marginales en el África subsahariana; los sistemas de extensión sostenibles basados en el mercado en América Latina, y el apoyo a los derechos de usufructo de los pueblos indígenas respecto de la tierra y los bosques. En septiembre se presentará a la Junta una nueva estrategia de innovación.
Ahora bien, debemos mejorar la capacidad de reproducir las enseñanzas extraídas y aumentar su escala. La innovación cada vez guardará más relación con el aprendizaje y el intercambio de conocimientos. Se trata de un aspecto central de nuestras nuevas estrategias en los países basadas en los resultados y se enuncia claramente en la estrategia de gestión de los conocimientos.

Estamos trabajando en más estrecha colaboración con otros. El FIDA es una asociación sin igual entre los países de la OCDE, la OPEP y otros países en desarrollo. Nuestros principales asociados son las partes interesadas de los países, desde las organizaciones de agricultores a los gobiernos. Pero entre ellos también figuran el Fondo OPEP para el Desarrollo Internacional, el Banco Mundial, el BID por lo que se refiere a las remesas y el IFPRI en cuestiones normativas estratégicas. Junto con el Presidente Kaberuka del Banco Africano de Desarrollo (BAfD), hemos puesto en marcha una iniciativa, que se iniciará con una evaluación de nuestros programas en África, para encontrar nuevas formas de colaboración. Creo que hay muchas posibilidades de combinar el apoyo que el BAfD presta al desarrollo de la infraestructura con la experiencia del FIDA en programas comunitarios de lucha contra la pobreza, y que esa colaboración redundará en beneficio de millones de africanos pobres.

Estamos aplicando las nuevas políticas de focalización y supervisión. Se han definido metas e indicadores a fin de que se puedan registrar y analizar tanto los éxitos como los reveses y que éstos se conviertan en parte fundamental del proceso de aprendizaje. La clave está en la responsabilización.

También nos hemos comprometido a alinear mejor los recursos humanos y financieros con las prioridades y a aplicar un nuevo enfoque para gestionar los resultados de desarrollo con miras a convertirnos en un ejemplo de las mejores prácticas.

Estamos aumentando el programa de trabajo en un 10% cada año. Durante la Séptima Reposición, que abarca el período 2007-2009, tenemos previsto un programa de trabajo de 2 000 millones de dólares para cerca de 100 programas y proyectos, lo que representa un costo total de inversión de alrededor de 4 000 millones de dólares. Gracias a este aumento conseguiremos llegar a unos 50 millones más de personas pobres. Las estadísticas agrícolas son poco precisas, pero si tomamos África como ejemplo, la cuantía de la financiación que dedicamos a la agricultura equivale aproximadamente a la aportada por el Banco Africano de Desarrollo y a la mitad de la del Banco Mundial.
Señor Presidente del Consejo:
Los objetivos de desarrollo del Milenio ofrecieron al mundo orientaciones nunca vistas sobre cómo encauzar las actividades de desarrollo. La Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, celebrada en Monterrey en 2002, supuso un espaldarazo para aumentar el flujo de la ayuda y el alivio de la deuda. Varios países se fijaron plazos para emular a los pocos países del mundo árabe y de Europa que ya habían alcanzado el objetivo del 0,7%.
Una vez establecidos los objetivos de desarrollo y los objetivos de financiación, la comunidad internacional dirigió su atención a cómo conseguirlos: ¿cómo encauzar los recursos dedicados al desarrollo de la manera más coherente y eficaz posible teniendo en cuenta los esfuerzos de los propios países dirigidos a eliminar la pobreza? En la Declaración de París sobre la Eficacia de la Ayuda al Desarrollo se nos insta a que nos comprometamos a asegurar una ayuda más eficaz basada en los principios de la apropiación, la alineación, la armonización, la gestión orientada a los resultados y la responsabilidad mutua. La reforma del sistema de las Naciones Unidas para el desarrollo es un aspecto fundamental de este esfuerzo. Para mí fue un honor participar, bajo el liderazgo de la Primera Ministra Diogo, en el Grupo de Alto Nivel del Secretario General sobre la coherencia en todo el sistema de las Naciones Unidas. En el informe de dicho grupo se formularon recomendaciones de gran alcance para asegurar que las Naciones Unidas realmente puedan —y cito literalmente— "funcionar como una sola entidad, mediante una colaboración auténtica para atender las necesidades de todos los países".
En tanto que organismo no residente, el FIDA tendrá que poner especial empeño en integrarse plenamente en la labor colectiva de las Naciones Unidas en los países. La evaluación del programa piloto relativo a la presencia sobre el terreno que se efectuará en el curso de este año nos proporcionará orientaciones sobre cómo mejorar nuestra actuación en los países. El objetivo no es tener banderas, oficinas ni vehículos, sino agregar un valor real a la labor colectiva de las Naciones Unidas sobre el terreno, particularmente trabajando en colaboración con las instituciones locales. Junto con la FAO y el PMA estamos estudiando la posibilidad de ampliar e intensificar la colaboración en Roma.
La Cumbre del Milenio se celebró hace ya casi siete años. Hemos recorrido la mitad del camino que nos separaba de 2015. Debería decirles a ustedes que vamos por buen camino, que la mitad de quienes padecen pobreza y hambre vivirán mejor el año 2015. Y debería hablar hoy de cómo tenemos previsto llegar a la otra mitad, de cómo puede ayudar el FIDA al esfuerzo mundial encaminado no sólo a reducir a la mitad la pobreza absoluta, sino a eliminarla de una vez por todas.
Pero no puedo hacerlo. En general, vamos por buen camino hacia la reducción a la mitad de la pobreza de ingresos, pero en muchas regiones del mundo no es así.
Geográficamente, la mayoría de los pobres de las zonas rurales vive en Asia, pero donde más lentamente se avanza es en África. En ambas regiones, y en otras como América Latina, la pobreza es fundamentalmente rural. De los 1 100 millones de personas que viven en el mundo en situación de pobreza absoluta, 800 millones —es decir, las tres cuartas partes— viven en zonas rurales. Algunos se están trasladando a las ciudades en busca de una vida mejor o —como sucede demasiado a menudo— para seguir siendo pobres allá adonde llegan, pero es en las zonas rurales donde vive la mayoría de los pobres y donde seguirá viviendo en un futuro previsible. Si nos tomamos en serio la lucha contra la pobreza, debemos combatirla en las zonas rurales.

Esto debería ser obvio. ¿Se imaginan ustedes un mundo de ciudades florecientes junto a un universo rural despoblado o empobrecido?
Los problemas a que se enfrentan los pobres de las zonas rurales son sobrecogedores. Para comprobarlo, basta con viajar al interior del Perú, de Ghana o de la India, o a cualquiera de los otros muchos países en que trabaja el FIDA. Son los lugares alejados de las rutas turísticas o incluso de las vías normales que siguen los donantes. Los pobres de las zonas rurales son personas sin tierra, pequeños agricultores, pastores nómadas, ganaderos y pescadores artesanales; son minorías étnicas o pueblos indígenas; son sobre todo mujeres, que constituyen ahora la mayoría de los pobres.

Son personas esperanzadas y dignas, que tienen sueños y aspiraciones, que viven en culturas ricas y que buscan únicamente una oportunidad de mejorar de vida.

Esos son los grupos destinatarios de las actividades del FIDA. Constituyen una gran parte de los 800 millones de pobres de las zonas rurales. Esas personas pobres, a menudo olvidadas, desean que sus vidas sean prioritarias en los programas de desarrollo.

Señor Presidente del Consejo:

Los pobres se hallan siempre en situación de gran vulnerabilidad frente a las condiciones meteorológicas inciertas, las enfermedades, las plagas o las luchas intestinas en sus países. Para el FIDA, acabar con la vulnerabilidad de los agricultores y ganaderos pobres ha sido durante mucho tiempo una cuestión fundamental. El cambio climático está agravando enormemente esta vulnerabilidad y ya hemos visto sus consecuencias en veranos más cálidos y sequías e inundaciones más extremadas que amenazan los medios de subsistencia —e incluso las vidas— de los pobres. Atajar esta vulnerabilidad cada vez mayor debe ser una preocupación primordial de todos nosotros.

En el África subsahariana, los problemas son particularmente agudos. A la agricultura corresponde el 30% del PIB, el 40% de las exportaciones y hasta el 70% del empleo. Las inversiones han sido enormemente insuficientes en ordenación de las tierras y el agua, el riego en pequeña escala, las investigaciones, la tecnología, la extensión agraria, el acceso a los mercados o el suministro de abonos y la lucha contra las plagas. África padece de una disminución de la fertilidad de sus suelos y de la incertidumbre de disponibilidad de agua y, en muchos lugares, el VIH/SIDA está haciendo estragos. Incluso cuando los agricultores logran aumentar la producción, como contemplé personalmente entre los cultivadores de yuca en Ghana el año pasado, la inexistencia de vínculos con los mercados hace muchas veces que haya un exceso de oferta localmente y que los precios se derrumben.

Las inversiones en la agricultura obtienen un rendimiento gigantesco. La agricultura tiene el poder de transformar las economías, como hemos visto en Asia. Lo sabemos por la situación que reinaba en Europa hace un siglo. Las revoluciones agrícolas han sido las precursoras de las revoluciones industriales. Hay abundantísimas pruebas de que las inversiones en la agricultura pueden ser las inversiones más eficaces para impulsar un crecimiento más amplio e influir directa e inmediatamente en la pobreza. Los estudios efectuados demuestran que las inversiones en la agricultura son dos veces y media más eficaces que las realizadas en cualquier otro sector de la economía para sacar a la gente de la pobreza.

Sin embargo, el mundo invierte cantidades muy insuficientes en la agricultura, y de hecho la asistencia a la agricultura de todos los donantes disminuyó entre 1995 y 2002. Hay algunos indicios de que esta situación está cambiando: la Declaración formulada en 2003 por los dirigentes africanos en Maputo, en la que prometieron invertir el 10% de los presupuestos de sus países en la agricultura es un ejemplo de ello. Además, muchos donantes tienen estrategias que ponen de manifiesto la importancia de la agricultura. Kofi Annan ha exhortado repetidamente a una Revolución Verde africana. La Fundación Gates da prioridad a la agricultura, y este año el informe del Banco Mundial sobre el desarrollo mundial tendrá por tema, por vez primera en 25 años, la agricultura.

Es difícil hacer comparaciones, ya que las definiciones no siempre coinciden, pero, hablando en términos generales, el Banco Mundial dedica aproximadamente el 12% de sus recursos a la agricultura, el Banco Africano de Desarrollo cerca del 7%, el Banco Asiático de Desarrollo el 5%, los fondos árabes aproximadamente el 4% y el BID el 1%.  ¿Por qué no dedican más? Bueno, hay razones de peso para que sea así. Cada institución tiene sus propias prioridades y esferas de intervención, y responde a las demandas de los países. Pero si sumamos todas esas razones, el resultado es que, colectivamente, no invertimos bastante en la agricultura.

Señor Presidente del Consejo:

Los programas del FIDA están cambiando realmente las vidas de las personas. El año pasado visité Ghana junto con Jacques Diouf y Jim Morris y tuvimos la ocasión de conocer a Alimatou Mahama, que vive al norte de Tamele, en Ghana septentrional. Es una mujer fuerte, orgullosa y llena de confianza. Ha utilizado las actividades de capacitación, los servicios de veterinaria y los microcréditos de un proyecto del FIDA para criar cabras, posibilidad que anteriormente les estaba negada a las mujeres. Sigue viviendo en una aldea de chozas de adobe, pero ahora envía a sus hijos a la escuela, come mejor y tiene ingresos propios en una sociedad en la que las mujeres no tenían ni voz ni influencia. El año pasado había ahorrado dinero suficiente para peregrinar a La Meca. Pero, ¿qué fue del proyecto del FIDA? Terminó hace varios años, pero siguen en pie las mejoras que supuso para la vida de Alimatou y de sus hijos.

Hace 27 años, mi antecesor, el Presidente Al-Sudeary, decidió invertir 3,4 millones de dólares en una institución pequeña, pero apasionante, que prestaba servicios de microfinanciación a mujeres muy pobres de Bangladesh. Rindo homenaje a su capacidad de previsión y siento gran orgullo porque el FIDA desempeñara algún papel, por pequeño que fuera, en el tremendo éxito de esa institución. La institución a que me estoy refiriendo es, claro está, el Banco Grameen. Para mí fue un auténtico placer que el año pasado se otorgase el premio Nobel de la Paz a Muhammad Yunus, pues no podría haber nadie que lo mereciera tanto como él.

Desde aquel entonces, hemos respaldado proyectos de microfinanciación en todo el mundo en desarrollo, llegando a proporcionar unos 200 millones de dólares al año, y otras muchas instituciones se han sumado a este esfuerzo. Los microcréditos pueden arrojar macro resultados. Hoy día, más de 100 millones de familias pobres se benefician del movimiento mundial de microfinanciación.

Señor Presidente del Consejo:

La labor del FIDA sólo será eficaz si encaja en un contexto más amplio. Hace mucho tiempo que debía haberse iniciado el programa de reformas de las Naciones Unidas, y si podemos mantener el impulso, tengo el convencimiento de que reportará enormes beneficios, sobre todo a los países en desarrollo. Las Naciones Unidas, una sola entidad, serán mucho más capaces de atender a los países en los que trabajamos, y el FIDA desempeñará el papel que le corresponde. Ya se ha seleccionado a ocho países con carácter experimental para esta iniciativa, en la que el FIDA se ha comprometido a participar plenamente.

Por último, permítanme decir unas palabras sobre mis colaboradores. A lo largo del año pasado, he renovado completamente mi equipo directivo superior. Kanayo Nwanze, nuestro nuevo Vicepresidente, tiene un distinguido historial en investigación y gestión agrícolas a nivel superior.  Kevin Cleaver es conocido desde hace mucho tiempo como un incansable defensor del desarrollo agrícola, tanto por lo que se refiere a la teoría como a la práctica.  Matthew Wyatt posee experiencia práctica en un organismo bilateral y es un avezado diplomático. Jessie Mabutas ha ocupado muchos puestos de alto nivel en finanzas, recursos humanos y gestión de la tecnología de la información. También tenemos un nuevo Secretario del FIDA; Paolo Ciocca nos ha llegado desde los niveles más altos de la administración italiana. Espero poder anunciar dentro de muy poco el nombramiento de nuestro nuevo Consejero Jurídico General. Antes incluso de que el Grupo de Alto Nivel del Secretario General instara a que en todo el sistema de las Naciones Unidas se efectuasen las contrataciones de manera transparente y en función del mérito, ya estaba yo decidido a hacerlo aquí, en el FIDA. El proceso de contratación ha sido justo y transparente, hemos utilizado los mejores especialistas externos para ello y creo que representa un ejemplo de la mejor práctica moderna. Este es mi equipo directivo superior y el que dirigirá el proceso de cambio. Serán los encargados de hacer que todos los funcionarios participen, aporten ideas, lleven adelante sus iniciativas y contribuyan a edificar una organización transformada y a conseguir un mayor impacto en el desarrollo.

Ahora bien, no cabe duda de que es el personal mismo del FIDA el que ha hecho posibles los avances que hemos alcanzado el año pasado, motivo por el cual deseo concluir mi intervención rindiéndole homenaje. Su entrega, junto al apoyo de ustedes, concretado en orientación, asesoramiento y recursos, contribuirá a asegurar que el FIDA siga siendo una organización dinámica e innovadora.

El año próximo iniciaremos las negociaciones sobre la Octava Reposición. Esta reposición marcará el camino hasta el 2015: un factor decisivo de la contribución del FIDA a que se alcancen a tiempo los objetivos de desarrollo del Milenio.

El año próximo será también el 30° aniversario de la fundación del FIDA. Será el momento de examinar la riquísima experiencia del Fondo en materia de apoyo a programas de lucha contra la pobreza rural durante tres decenios y de evaluar sus enseñanzas para el futuro. Esperamos que el período de sesiones del Consejo de Gobernadores del año próximo sea una conferencia de alto nivel sobre la pobreza rural, las maneras de alcanzar los objetivos de desarrollo del Milenio y el papel del FIDA en ese empeño. Ese análisis reforzará, a mi juicio, la base de las negociaciones para la Octava Reposición.

La visión que tengo es que el FIDA llegue a ser conocido por la calidad de su labor con los agricultores pobres; por su capacidad para idear enfoques innovadores que mejoren la productividad y los medios de subsistencia y para transmitirlos a otros a fin de que los reproduzcan y amplíen; por su valor en tanto que asociada de los gobiernos, la sociedad civil, las organizaciones campesinas, la comunidad del desarrollo y la familia de las Naciones Unidas y, sobre todo, por la aportación sostenida que hace a la reducción de la pobreza rural en todo el mundo en desarrollo.

Muchas gracias.