Acabemos de una vez: Tres mitos sobre las poblaciones rurales y el medio ambiente

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Acabemos de una vez: Tres mitos sobre las poblaciones rurales y el medio ambiente

Tiempo estimado de lectura: 5 minutos
© FIDA/Roger Anis

Las poblaciones rurales de todo el mundo están sufriendo los terribles efectos del cambio climático y la degradación ambiental. Ya sea por la transformación de campos fértiles en desiertos, o por las devastadoras tormentas que arrasan con comunidades enteras, nuestro planeta está cambiando.

Entre todos estos cambios, es normal que proliferen las ideas erróneas. Desmontamos tres mitos relacionados con las poblaciones rurales y el medio ambiente.

MITO: Las personas son el problema

REALIDAD: Las personas de las zonas rurales son parte de la solución

Cambios estacionales en el Sahel: la estación húmeda hace que la vegetación florezca entre los meses de febrero (arriba) y septiembre (abajo). © Agencia Espacial Europea/Oficina Federal de Política Científica de Bélgica, elaboración a cargo del Instituto Flamenco de Investigación Tecnológica.

Los seres humanos y la naturaleza pueden coexistir plácidamente, y así lo han venido haciendo durante cientos de miles de años. Gracias a sus profundos conocimientos sobre su territorio autóctono, los Pueblos Indígenas de las zonas rurales son la prueba de que la relación entre las personas y la madre naturaleza puede ser mutuamente beneficiosa.

Un ejemplo son las comunidades Indígenas de la región filipina de Cordillera, que protegen más de 44 600 hectáreas de tierra al aumentar la fertilidad del suelo, reducir su erosión y diversificar la cubierta forestal.

Muchas de las soluciones a los problemas mundiales se encuentran en la naturaleza. Sin embargo, en lugar de escuchar a quienes más saben sobre esta cuestión —que, además, son quienes sufren en sus propias carnes los efectos de la degradación ambiental—, con demasiada frecuencia se les termina expulsando de sus tierras, que pasan a destinarse a la explotación. Por ejemplo, en la selva del Amazonas, los miembros de la comunidad yanomami corren el riesgo de perder sus tierras y tradiciones frente a una oleada de leñadores y mineros de oro ilegales.

El FIDA participa en uno de los proyectos de restauración de tierras más ambiciosos del mundo, la Gran Muralla Verde, que pone coto al desierto del Sahara. Este proyecto tiene por objeto crear un hermoso mosaico de zonas silvestres, bosques y tierras agrícolas, en el que las poblaciones rurales participen como asociados fundamentales en la restauración de los ecosistemas, al tiempo que se reactivan las economías locales para que tanto las personas como la naturaleza puedan prosperar juntas.

MITO: El cambio climático está haciendo que las zonas rurales sean inhabitables

REALIDAD: Aunque las personas del medio rural se enfrentan en primera línea a la crisis climática, pueden adaptarse si cuentan con las inversiones adecuadas

Es cierto que las personas más pobres —que, en su gran mayoría, viven en las zonas rurales— son las más perjudicadas por la crisis climática.

Sin embargo, aún queda tiempo para limitar los efectos del cambio climático si se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y se previene  la degradación del ambiente natural. Para lograrlo, deben realizarse las inversiones oportunas.

El programa ASAP+ tiene el objetivo de movilizar un total de 500 millones de dólares de los Estados Unidos en concepto de financiación para el clima con miras a ayudar a más de 10 millones de personas del medio rural a adaptarse a los cambios.

En la actualidad, el programa está ayudando a los pequeños productores de Egipto y el Níger a adaptarse a unas condiciones más secas a través del riego sostenible. En Rwanda y la India, los sistemas de riego por energía solar reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y permiten a las mujeres aumentar la producción de alimentos.

MITO: Hay que elegir entre producir suficientes alimentos y proteger el medio ambiente

REALIDAD: Es posible alimentar al mundo de forma sostenible

La Revolución Verde —ocurrida a finales de la década de 1960— aumentó en gran medida la producción de alimentos, y se estima que salvó a millones de personas de sufrir inanición. No obstante, también acarreó una serie de efectos ambientales y climáticos. La explotación agropecuaria industrial y el uso recurrente de fertilizantes y plaguicidas redujo la diversidad de los cultivos e intensificó la degradación de los recursos naturales.

Sin embargo, lo cierto es que no hace falta elegir entre producir suficientes alimentos de calidad y limitar el cambio climático. Hay comida suficiente para alimentar a todas las personas del planeta, aunque muchas no pueden acceder a ella a causa de los conflictos, el cambio climático, la desigualdad de género y el desperdicio de alimentos.

Las pequeñas explotaciones ya producen un tercio del suministro mundial de alimentos. Asimismo, presentan una mayor biodiversidad que las explotaciones agropecuarias de mayor tamaño, lo cual no solo protege la naturaleza, sino que también ayuda a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Por eso, el FIDA se esfuerza por crear sistemas alimentarios más sostenibles invirtiendo en los pequeños productores, que tienen las llaves del suministro mundial de alimentos.

El FIDA ayuda a los productores a prevenir la pérdida de alimentos mejorando los procesos de almacenamiento y elaboración. © FIDA/Bernard Kalu

Esa mejora abarca la adopción de técnicas como la agroecología, que ayuda a los agricultores a aumentar la producción, al tiempo que se conservan los recursos. En Nepal, los productores han recurrido a la permacultura para transformar tierras áridas en paisajes exuberantes en los que se produce más con menos.

En vista de que el 14 % de los alimentos que se producen no terminan de llegar a los consumidores, el FIDA ayuda a los productores a prevenir la pérdida de alimentos a través de la adopción mejoras en los procesos de almacenamiento, envasado y elaboración.

 

La inversión en las poblaciones rurales es la manera más directa de invertir en un futuro sostenible, en el que todas las personas dispongan de suficientes alimentos nutritivos, sin destruir el planeta.