En las zonas rurales de Marruecos, la iniciativa de una sola mujer ha transformado las vidas de muchas personas

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En las zonas rurales de Marruecos, la iniciativa de una sola mujer ha transformado las vidas de muchas personas

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Mientras recogía sus pertenencias y decía adiós a su hogar, Fatima-Zohra se preguntó qué encontraría al final de su viaje. Junto con su marido, estaba a punto de mudarse a Kandar Sidi Khiar, una aldea rural ubicada en la provincia de Sefrou, en el norte de Marruecos —un entorno muy diferente a la bulliciosa ciudad costera de Larache, donde se crio.

En Kandar Sidi Khiar, encontró una comunidad con un gran patrimonio y ricas tradiciones, conocida principalmente por la abundancia de plantas aromáticas y medicinales que crecían en los bosques aledaños y por su gran acervo de conocimientos sobre la cría de ovejas y cabras. Sin embargo, al instalarse se dio cuenta de que las mujeres no estaban muy involucradas en la economía local. Poco después, supo que en la región había pocas oportunidades de empleo para las mujeres, y que estas tenían un acceso limitado a activos como tierras o financiación. Aunque algunas ayudaban a sus maridos en sus negocios, muchas de ellas ni siquiera trabajaban fuera de casa.

Conforme fue conociendo a esas mujeres, se fue dando cuenta de que estaban deseosas de revertir la situación —y de que tenían muchas ganas, y la ambición, de establecer negocios por su cuenta. Tomó entonces la decisión de crear algo que les permitiera generar un ingreso estable e integrarse en la economía local. Para ello, quería aprovechar su patrimonio y los conocimientos especializados de los que disponían.

En 2013, fundó una cooperativa de tejedoras conformada por 22 integrantes. Con la lana de las ovejas criadas localmente, primero tejían según los métodos tradicionales y, más tarde, empleando maquinaria moderna que adquirieron con financiación de la Iniciativa Nacional para el Desarrollo Humano en 2014. Por desgracia, no podían competir con otras alternativas más baratas del mercado, y la cooperativa cerró dos años más tarde.

Lejos de rendirse, en 2017 Fatima-Zohra creó otra cooperativa de mujeres. Esta vez, buscó el apoyo del Programa de Desarrollo Rural de las Zonas Montañosas (PDRZM), un programa financiado por el FIDA y dirigido a revitalizar la agricultura en pequeña escala en las zonas montañosas de Marruecos. El cambio climático y la desertificación han afectado gravemente esas zonas, lo que ha dificultado las prácticas agrícolas tradicionales y ha limitado los ingresos de los pequeños productores.

Fatima-Zohra extrae aceites esenciales en la planta de procesamiento creada con apoyo del Programa de Desarrollo Rural de las Zonas Montañosas.

La nueva cooperativa estaba conformada por 18 mujeres con una vasta experiencia en la cría de ovejas y cabras. Comenzaron con 108 corderos y 3 carneros que recibieron a través del programa, junto con 20 colmenas. Tal y como explicó el representante del programa, las abejas prosperan en las zonas boscosas como Sefrou, y la miel casi siempre puede comercializarse a buen precio en el mercado. Las mujeres también participaron con entusiasmo en los variados cursos ofrecidos por el programa — que abordaban temas como la apicultura, la cría de ovejas o la contabilidad.

Para 2021, su rebaño había crecido a 400 corderos y sus abejas ocupaban 42 colmenas, que en conjunto producían 126 litros de miel al año. La venta de los corderos y la miel genera suficientes ingresos para que las mujeres mejoren sus condiciones de vida y las de sus familias. También les permite una mayor independencia económica.

Aun así, Fatima-Zohra estaba decidida a ir a por más. Sabía que los bosques de Sefrou estaban llenos de romero, lavanda y tomillo, muy utilizados en productos cosméticos, medicinales y alimentarios, y pensó que debía de haber alguna forma de que las comunidades aprovecharan esas plantas.

En 2021, creó el grupo de interés económico Arôme Agay, cuyos 70 miembros (56 de los cuales son mujeres) se dedican a extraer, elaborar y vender aceites esenciales derivados de esas tres plantas. Fatima-Zohra aprovechó una donación del programa para acondicionar un espacio de trabajo: compró nuevos lavabos, pintó los interiores y añadió una pared para crear una sala destinada específicamente a la extracción. Asimismo, consiguió que el grupo recibiera el certificado nacional de inocuidad alimentaria, que le ayuda a crear asociaciones y a vender sus productos a un mayor abanico de consumidores.

Desde sus primeros días en la aldea hasta que creó Arôme Agay, Fatima-Zohra ha sido un gran ejemplo de la manera en que la iniciativa de una persona puede cambiar las vidas de muchas otras. Gracias a ella, decenas de mujeres gozan ahora de una fuente estable de ingresos y son una pieza esencial del tejido socioeconómico de su comunidad.

 

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