Nuevas fronteras para la apicultura en Moldova

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Nuevas fronteras para la apicultura en Moldova

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© Unsplash

Si hablamos de cría de animales, Ecaterina Cuzuioc ha hecho de todo. Hubo una época en que criaba conejos, luego, lechones, y, en algún momento de su vida, también ganado. Con un marido veterinario, era una opción lógica para la pareja, que procede del distrito de Rezina, al noreste de Moldova. Pero los beneficios que obtenían nunca compensaban el tiempo y el trabajo que dedicaban.

Entonces, en 2011, se les presentó una solución inesperada, que resultó ser de lo más sencilla. Un amigo de la familia se mudaba al extranjero: ¿les gustaría a los Cuzuiocs comprar sus abejas, colmenas y herramientas? La pareja aprovechó la oportunidad y, así, el término “cría de animales” adquirió un nuevo significado para ellos.

“Dejamos todo y decidimos criar abejas”, recuerda Ecaterina, economista de profesión. “Pensamos que tendríamos menos carga de trabajo y ganaríamos más dinero”.

Fue una decisión impulsiva que dio sus frutos. La cría de abejas sigue dando mucho trabajo, admite, pero se apasionó al instante por ella y está orgullosa del negocio de miel que ha creado.

Durante los primeros años, Ecaterina y su marido invirtieron su propio dinero, hasta conseguir 80 colmenas. Luego, en 2020, con la ayuda del Proyecto de Fomento de la Resiliencia Rural financiado por el FIDA, duplicaron con creces su negocio.

Todo empezó cuando Ecaterina se enteró de que el proyecto iba a llegar a su pueblo de Echimăuți. Una de las piedras angulares del Proyecto de Fomento de la Resiliencia Rural es el desarrollo y la diversificación de empresas propiedad de mujeres, y como parte de esa labor, el proyecto ofrecía donaciones y capacitación a mujeres que habían puesto en marcha sus propias pequeñas empresas desde casa. Ecaterina decidió informarse.

“Los representantes que organizaron la sesión informativa fueron muy francos con nosotras”, recuerda. “Nos explicaron todos los pasos que tendríamos que dar y todos los beneficios que obtendríamos tras solicitar la participación en el proyecto. No dejaron ninguna pregunta sin responder”.

Un especialista del proyecto le ayudó a preparar su plan de negocios. Aun así, le preocupaba no tener todos los documentos necesarios para acceder a la donación. “Pero una vez que empezamos a cumplir los requisitos, uno por uno, comprendimos que no era nada complicado ni imposible”.

En total, la pareja recibió una donación de 91 600 leus rumanos (cerca de USD 5 000) para la ampliación de su negocio. La pareja aportó el 30 % del total, y el 70 % restante lo invirtió el proyecto. Los Cuzuioc utilizaron su parte para comprar una centrifugadora para la extracción de miel, y con los fondos restantes cubrieron la compra de 90 nuevas colmenas verticales y un tanque de desoperculación.

Ecaterina junto a algunas de sus nuevas colmenas verticales.

Al principio, la idea de tener a su disposición esa cantidad de dinero le parecía un tanto fantástica, admite, y solicitarla fue una experiencia nueva. “Nunca habíamos pedido una ayuda”, dice.

Pero se alegra de haberlo hecho, y reconoce que su marido estuvo a su lado en todo momento: “Me animó y me dijo que me apoyaría”. Y lo hizo, asumiendo la mayor parte del trabajo del colmenar para que Ecaterina pudiera ocuparse de las finanzas de su floreciente negocio. Su hijo también ayuda siempre que puede.

Hasta ahora, Ecaterina se ha dedicado a la venta al por mayor, pero su objetivo para la siguiente fase de su negocio es añadir valor a su producto envasándolo ella misma. Esto le permitirá conseguir un mejor precio para la miel que produce. “Comprendimos que debíamos tener un producto bien envasado”, dice, “porque el comprador elige el producto basándose en el aspecto visual”.

Y, naturalmente, quiere aumentar el número de colonias de abejas de su granja y producir más miel en general. Eso significa también contratar a algunas personas para que ayuden en la recolección y el envasado.

No obstante, la pandemia ha retrasado un poco sus planes y le ha impedido participar en las ferias especializadas a las que solía asistir, una oportunidad inmejorable para reunirse con los compradores. Además, 2020 fue un año de sequía que la dejó prácticamente sin miel. Con todo, se alegra de no haber tenido pérdidas y de que todas sus colonias de abejas hayan salido adelante.

“Las abejas se han convertido en parte de nuestra familia”, dice con cariño. “Las cuidamos con mucho mimo, nos sentimos muy unidos a ellas”.

En general, el año 2020 fue más un retraso que un revés. Y hay novedades positivas que van más allá de la donación del FIDA y que le hacen albergar esperanzas para el futuro. Entre ellas, se encuentra la nueva asociación de apicultores del distrito de Rezina, de la que ahora es miembro. Juntos planean llevar su miel a nuevas fronteras, literalmente.

“Con la fundación de la asociación podremos resolver varios problemas que tenemos, especialmente en el área de la comercialización del producto”, dice. “Juntos podremos recolectar mayores cantidades de miel y exportar nuestro producto al extranjero. Ahora tenemos ese potencial”.

 

Consulte más información sobre la labor del FIDA en Moldova.