En Gambia, el apoyo específico para enfrentar la COVID-19 ayuda a las pequeñas empresas a prosperar

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En Gambia, el apoyo específico para enfrentar la COVID-19 ayuda a las pequeñas empresas a prosperar

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“Recibí 4 000 dalasi y lo primero que pensé fue en cómo podía utilizarlos de la mejor manera”, dice Jarra Dibba. Jarra, una viuda cercana a los 60 años, vive en Kwinella, en la región Lower River de Gambia. Es el sostén de una familia de nueve, y también una de las beneficiarias del Mecanismo de Estímulo para la Población Rural Pobre (RPSF), un programa patrocinado por el FIDA.

A principios de 2020, cuando las primeras olas de la COVID-19 se propagaban por todo el mundo, el FIDA presentó este mecanismo como una iniciativa de múltiples donantes dirigida a mejorar la resiliencia de las zonas rurales en respuesta a la pandemia. Mediante una combinación de donaciones en efectivo, suministros de emergencia de semillas y otros insumos y asistencia para acceder a modalidades alternativas de venta, el mecanismo ayudó a pequeños agricultores de todo el mundo a atravesar la incertidumbre de los primeros meses de confinamientos y cierres.

En Gambia, el apoyo del mecanismo se canalizó a través del Proyecto de Fomento de la Resiliencia de las Organizaciones para la Transformación de la Agricultura en Pequeña Escala (ROOTS), una iniciativa patrocinada por el FIDA que ya está funcionando en las regiones costeras y fluviales del país. Una parte del apoyo vino en la forma de donaciones en efectivo de 4 000 dalasi (unos USD 100) que se entregaron a 500 de los hogares más vulnerables del país, entre ellos el de Jarra.

Gracias a los fondos que recibió mediante el RPSF, el nuevo emprendimiento de Jarra está prosperando.

Jarra, que solía dedicarse al comercio, decidió utilizar la mitad de la suma para iniciar un pequeño emprendimiento. “Fui al mercado de Soma y compré una bolsa de arroz por 1 400 dalasi (USD 25) para el uso de mi familia, y un galón de aceite de palma por 1 700 (USD 30) para revender por taza. Usé una parte para comprar una pequeña cantidad de pescado y hortalizas, que revendí en mi localidad. Una parte la utilicé para los textos escolares de mi hijo, y el resto para comprar pescado”.

Colocó una mesa pequeña en la puerta del complejo donde vive y consiguió una vieja nevera que llenó con hielo para ofrecer el pescado para la venta. El negocio de Jarra se había vuelto realidad. Y, por primera vez desde hacía un tiempo, alimentar a su familia ya no era un problema.

Para Jarra y muchos otros, los fondos recibidos a través del RPSF fueron cruciales. En el caso de Jarra, no solo le permitió garantizar la seguridad alimentaria de su familia y continuar educando a sus hijos, sino que sentó las bases para un medio de sustento que le permitió a su familia hacer frente a las dificultades económicas generadas por la COVID‑19. Al establecer un pequeño negocio, Jarra también aumentó su resiliencia.

 

Para Muhammad Sengura, que vive en la localidad de Tambasansang en la región Upper River, la asistencia del RPSF llegó en el momento justo. “Utilicé el dinero para comprar alimento para mi familia y pagar el desmalezado de mi terreno y plantar mis semillas”, dice.

Los beneficiarios de las donaciones en efectivo del RPSF informan haber utilizado el dinero para comprar alimento para sus familias, cubrir los gastos relacionados con la educación de sus hijos y cancelar deudas. Algunos invirtieron parte de la donación en pequeños emprendimientos, como la producción de pescado ahumado o la venta en los mercados.

El apoyo del RPSF también incluyó la provisión de vacunas, alimento y medicinas esenciales para las aves de corral, con lo que 665 productores de pollo lograron mantener en funcionamiento sus empresas cuando los cierres fronterizos limitaron su acceso a estos insumos esenciales. Además, el mecanismo también brindó capacitación y pequeñas donaciones a 30 jóvenes del medio rural para poner en marcha pequeñas y medianas empresas.

Amie Ndongo, una mujer de 23 años de Kuntaur, es una de las jóvenes empresarias que logró iniciar su carrera gracias a la ayuda del RPSF. En febrero de 2021, asistió a un curso de comercialización digital a través del proyecto ROOTS y recibió una donación de 60 000 dalasi (unos USD 1 000), desembolsada en dos tramos, para poner en marcha su emprendimiento. Invirtió el primer tramo en la producción de arroz, al comprar semillas y fertilizantes y pagar por los servicios de labranza. Con el segundo tramo, inició un negocio de reventa: compraba ropa, calzado y bolsos de segunda mano para revender. Y también puso en marcha un tercer emprendimiento: comprar patas de pollo en Farafenni, la localidad comercial más cercana, para revenderlas en su aldea.

En su primer año, Amie invirtió en 36 bolsas de arroz de 50 kg cada una. Las vendió todas y reinvirtió el dinero en viajar al país vecino del Senegal para el Magal, un importante evento de peregrinación, para comprar ropa y revenderla en Gambia. Gracias a la capacitación que recibió, ahora promociona su negocio ampliamente en Facebook, TikTok y WhatsApp.

Los microemprendimientos de Amie van viento en popa. Gracias al apoyo específico, que llegó en el momento justo, su espíritu emprendedor pudo prosperar y logró aprovechar las ventajas de un mercado cada vez más interconectado.

Las herramientas de comercialización digital han sido fundamentales para el negocio complementario de Ismaila.

Mientras tanto, Ismaila Njie, un maestro de 26 años en la escuela de educación media de Keneba, ha iniciado un negocio de elaboración de alimentos para complementar sus ingresos.

“Usé los fondos para comprar algunos materiales que necesitaba, como máquinas para cocinar y elaborar”, relata. “También invertí parte del dinero en comprar materiales para cercar el huerto”.

“La capacitación en el uso de las herramientas de comercialización digital ha sido fundamental para mi trabajo”, añade. “Me enseñó a aumentar la exposición de mis productos y a mejorar mi negocio”.

Ahora Ismaila comercializa sus productos a través de Internet. Además, recientemente comenzó producir dukula, un nutritivo cereal que deja ganancias del 50 %.

De vuelta en Kwinella, Jarra Dibba está agradecida de haber tenido la oportunidad de iniciar su propio negocio. “La donación fue una enorme sorpresa; no la esperaba”, dice. “Debido a la COVID-19, mi situación era muy difícil. Esta donación llegó en el momento justo y me ayudó a enfrentar la pandemia”.

 

Obtenga más información sobre la labor del FIDA en Gambia.

Obtenga más información sobre la iniciativa RPSF.