Cuatro enseñanzas extraídas de la evaluación del Banco Mundial para construir una Gran Muralla Verde

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Cuatro enseñanzas extraídas de la evaluación del Banco Mundial para construir una Gran Muralla Verde

Tiempo estimado de lectura: 5 minutos

La región del Sahel afronta importantes desafíos, como el hambre crónica, la inestabilidad y la vulnerabilidad causada por el cambio climático; pero también es una tierra de oportunidades. Es rica en productos básicos (especialmente anacardos, maíz y productos lácteos) y presenta un gran potencial para las energías renovables.

Para aprovechar esas oportunidades y ayudar a la población del Sahel a prosperar solo hace falta una Gran Muralla Verde: un corredor de vegetación que cubra África de costa a costa. Esta “muralla” y los recursos que ofrece pueden contribuir a combatir el hambre y la pobreza, aumentar la resiliencia al cambio climático y crear oportunidades laborales para las generaciones actuales y futuras.

Entre 2002 y 2013, el Banco Mundial llevó a cabo el proyecto de una Gran Muralla Verde en 12 países africanos. El objetivo de ese proyecto, que representaba una inversión de USD 1 200 millones, era optimizar las prácticas de ordenación sostenible de la tierra y el agua para mejorar así los medios de vida y el medio ambiente en los países del Sahel y África Occidental. Se adoptó un enfoque territorial y las intervenciones se focalizaron y se adaptaron a los muchos entornos diferentes en esa enorme región y en las comunidades sumamente diversas que viven allí. El proyecto superó todas las expectativas: se aplicaron las prácticas de ordenación sostenible de la tierra y el agua en 1 600 millones de hectáreas de terreno y se llegó a 19 millones de personas.

Por su parte, el FIDA se ha embarcado en su propio proyecto de la Gran Muralla Verde. Mientras nos preparamos para dar nuestros primeros pasos, empezamos a preguntarnos qué podíamos aprender de las experiencias del Banco Mundial.

Recientemente organizamos un seminario web con el Banco Mundial en el que expertos de los dos organismos compartieron sus mejores prácticas y plantearon preguntas. En este intercambio, hemos aprendido las siguientes cuatro lecciones principales:

 

  1. Evitar un desvío de la misión

El proyecto del Banco Mundial permitió ejecutar satisfactoriamente las prácticas de gestión sostenible del uso de la tierra y los recursos hídricos en 1 600 millones de hectáreas de terreno. No obstante, se observó que esas prácticas no siempre mejoraban los medios de vida. Por ejemplo, los evaluadores independientes del Banco Mundial señalaron que en Burkina Faso y el Níger la mejora de los medios de vida de los participantes en el proyecto estaba vinculada a un mayor acceso a la infraestructura rural, como las carreteras, y no a las intervenciones relacionadas con las prácticas de gestión sostenible del uso de la tierra y los recursos hídricos.

Esto indica que nuestros proyectos deberían centrarse en las actividades interrelacionadas. También debemos tener presente que las actividades interrelacionadas de los proyectos pueden generar un mayor impacto que aquellas no relacionadas, y revisar continuamente si las intervenciones ecológicas se llevan a cabo en el entorno adecuado y dan lugar a mejores resultados.

 

  1. Adoptar un enfoque modular

El Sahel está integrado por muchas culturas y grupos diferentes (ganaderos, pequeños agricultores, jóvenes y mujeres, entre otros) que necesitan diferentes tipos de apoyo. Los proyectos enmarcados en la Gran Muralla Verde tienen en cuenta esas complejidades y las diversas necesidades para garantizar que llegan a los que más necesitan la asistencia.

Por ejemplo, varias iniciativas del Banco Mundial abarcaban programas de efectivo por trabajo para crear oportunidades laborales mediante la recuperación de los espacios naturales. Sin embargo, algunas mujeres cuyos maridos estaban fuera en sus propios proyectos de trabajo a largo plazo no pudieron participar porque, según su cultura, necesitaban el permiso de sus maridos para empezar a trabajar fuera de casa. Asimismo, los programas crediticios requieren la consideración de las normas religiosas locales que dictan cómo se gastan los ingresos.

Hay que tener en cuenta este tipo de matices y complejidades a la hora de ejecutar los proyectos para garantizar que las iniciativas funcionen en las personas y los terrenos objetivo. Con ese fin, hay que crear estructuras modulares que puedan encajar con las realidades locales y mantener la coordinación en las grandes regiones geográficas. (Véase también la enseñanza 4.)

 

  1. Invertir en una recopilación de datos beneficiosa para todas las partes

El proyecto del Banco Mundial puso a prueba nuevos indicadores de proyectos y métodos de recopilación de datos para medir el impacto de las distintas intervenciones relacionadas con las prácticas de gestión sostenible del uso de la tierra y los recursos hídricos. Uno de esos indicadores, por ejemplo, evaluaba el cambio en la vegetación de las zonas objetivo, así como el cambio en las tasas de acumulación de carbono en la biomasa y el suelo. Para medir esos indicadores, se necesitaban nuevos instrumentos, como la supervisión de los sistemas de información geográfica (SIG) y el índice normalizado diferencial de la vegetación.

No obstante, la adopción de nuevos instrumentos requiere tiempo, y la evaluación de los resultados necesita una supervisión continua. En algunos casos, los equipos descartaron el uso de esos instrumentos porque se presentaban como medios para medir el impacto global, lo que suele realizarse al final del ciclo de un proyecto. Además, se necesita más tiempo para recopilar los datos sobre los recursos naturales y el impacto que para los datos sociales o centrados en las personas.

Con el fin de garantizar que la recopilación de datos resulte útil para los equipos de los proyectos y para los evaluadores, es importante promover su participación mediante el desarrollo de la capacidad al introducir los nuevos instrumentos. Además, los nuevos instrumentos deben incorporarse lo antes posible, y su uso y pertinencia en la ejecución debe demostrarse en tiempo real.

 

  1. Establecer asociaciones

Los expertos del Banco Mundial señalaron que los Gobiernos nacionales solían actuar como los principales interlocutores en los programas en múltiples países, como la Gran Muralla Verde. A menudo se ignora a los agentes de las administraciones locales, pero son indispensables para llegar a los participantes de los proyectos, por ejemplo, a los pequeños productores. El proyecto del Banco Mundial también puso de relieve la importancia de la colaboración con los asociados y las instituciones regionales, como el Comité Interestatal Permanente de Lucha contra la Sequía en el Sahel (CILSS) y el Observatorio del Sáhara y el Sahel (OSS).

Como ha revelado la experiencia del Banco Mundial, un enfoque descentralizado para la gobernanza de los programas puede impulsar la colaboración y es crucial para favorecer el establecimiento de conexiones con las municipalidades y las administraciones locales. Ese tipo de enfoque también puede ayudar a detectar y mitigar los riesgos, como las políticas relativas a la tenencia de la tierra en el ámbito local.