La financiación para el clima mantiene el carbono en el lugar al que pertenece: bajo tierra

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La financiación para el clima mantiene el carbono en el lugar al que pertenece: bajo tierra

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Durante muchos meses a finales de 2015, el cielo de Asia Sudoriental se tiñó de un color anaranjado pálido. Como consecuencia del fenómeno meteorológico El Niño, las turberas degradadas y secas de Indonesia ardieron y el carbono que habían acumulado durante milenios se liberó a la atmósfera, arrasando 2,6 millones de hectáreas en el país insular y causando uno de los peores desastres medioambientales de nuestro siglo.

Las turberas cenagosas de Indonesia almacenan hasta 57 gigatoneladas de carbono. Además de acumular este elemento, estos lugares concentran una gran biodiversidad y albergan especies amenazadas, como el orangután. A pesar de la importancia que revisten, la tala intensiva los está haciendo vulnerables a los incendios forestales.

Cada cierto tiempo, El Niño se produce en el Océano Pacífico alrededor del ecuador.

 

Se calcula que el fenómeno de la neblina de 2015 se cobró 100 000 muertes adicionales en Indonesia, Malasia y Singapur y liberó más CO2 que el total de emisiones registradas en la Unión Europea durante el mismo período.

Este resultado desastroso podría haberse evitado si se hubieran realizado las inversiones adecuadas para hacer frente al cambio climático, también conocidas como “financiación para el clima”.

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué es la financiación para el clima?

Este tipo de financiación contribuye a mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y ayuda a las comunidades a adaptarse a los cambios que ya se sabe son inevitables. Estos fondos son esenciales para evitar que ocurran las peores situaciones relacionadas con el clima y proteger a las personas más vulnerables frente a un colapso ambiental del que son las menos responsables.

 

Financiación para el clima en el ámbito de las políticas y la regulación

En Indonesia, el FIDA está movilizando más de USD 4,7 millones de financiación procedente del Fondo para el Medio Ambiente Mundial para implementar la iniciativa de gestión sostenible de los ecosistemas de turberas en Indonesia (SMPEI).

Esta iniciativa contribuye a la aplicación de reglamentación nacional sobre las turberas con miras a demarcar y restaurar los humedales desecados, así como a la de una estrategia en materia de turberas para un período de 30 años que está sirviendo de ejemplo a otros países de la región.

Financiación para el clima en favor de las comunidades

Los oficiales de las fuerzas armadas participan en la extinción de los incendios en Indonesia en 2015. La iniciativa SMPEI ayuda a demarcar y restaurar las turberas desecadas. © Aulia Erlangga/CIFOR

Con todo, el núcleo de las políticas gubernamentales eficaces han de ser las personas que están en primera línea. Esa es la razón por la que la financiación para el clima debe llegar a las comunidades.

En Indonesia, los medios de vida de los productores rurales en pequeña escala dependen de las turberas, por lo que son los más indicados para recibir este tipo de financiación a fin de conservar estos lugares de gran concentración de biodiversidad, prevenir la degradación y mantener el carbono bajo tierra, que es donde le corresponde estar. En este sentido, la iniciativa SMPEI también mejora el nivel de vida en el plano local, de modo que las comunidades pueden llevar las riendas de la labor encaminada a conservar las turberas.

Los participantes en la iniciativa elaboran planes integrales que combinan actividades de restauración de las turberas degradadas, como canales para bloquear el drenaje que permiten recuperar la humedad de la capa freática y así rehumedecer las turberas, con la revitalización de los medios de vida, a través de actividades como la piscicultura y el cultivo de hortalizas. Los grupos comunitarios aprenden de sus homólogos en los distintos distritos y colaboran con empresas locales y órganos gubernamentales en el control de los incendios y la gestión del agua.

Esto están dando resultados:

  • las emisiones de gases de efecto invernadero se han reducido en 19,2 millones de toneladas;
  • 300 000 hectáreas de plantaciones forestales y de palma de aceite se gestionan aplicando prácticas agrícolas mejoradas, y
  • 22 000 personas viven en zonas donde las represas contribuyen a restaurar las turberas y abastecer de agua para actividades agrícolas y acuícolas.

La financiación para el clima sobre el terreno

Las turberas sanas contribuyen a que los medios de vida de las comunidades rurales prosperen. © Iniciativa SMPEI

Aswiri es un productor de nueces y coco cuya comunidad rural, Rambian, se ha transformado gracias a las represas instaladas en el marco de la iniciativa SMPEI.

“Antes de la iniciativa el canal estaba seco y la tierra era infértil, por lo que la banana y la nuez de areca no germinaban”, declara. En la zona se desataban incendios con frecuencia durante la temporada seca.

En la actualidad, las represas están aumentando el nivel de la capa freática y revitalizando las turberas. De producirse un incendio, se saca el agua almacenada en las represas con rapidez. También abastecen de suficiente agua para cultivar. “Los cocoteros, que antes no solían dar frutos, ahora están repletos”, dice Aswiri.

Las turberas sanas no solo forman parte del entorno natural de la comunidad que vive en Rambian, sino que están estrechamente relacionadas con los medios de vida prósperos. Conservarlas tiene sentido desde el punto de vista financiero.

La importancia de la financiación para el clima

Cuando la financiación para el clima se destina a estas comunidades rurales, los productores como Aswiri pueden adoptar medidas para proteger sus medios de vida y su entorno inmediato, lo que contribuye a preservar la calidad del aire que respiran millones de personas en Asia Sudoriental y proteger el planeta.

La buena noticia es el volumen de este tipo de financiación se duplicó entre 2011 y 2020, cuyo promedio ascendió a USD 480 000 millones anuales a escala mundial. La mala noticia es que sigue siendo muy inferior a las necesidades: según los cálculos, el volumen de fondos necesario para la adaptación a escala mundial ha de ser  entre 5 y 10 veces superior a los flujos internacionales de financiación para el clima. Por otro lado, los productores en pequeña escala reciben menos del 2 % del volumen de financiación mundial para el clima.

Iniciativas como el Programa de Adaptación para la Agricultura en Pequeña Escala (ASAP+) del FIDA están ayudando a los pequeños productores rurales a adaptarse y aumentar su resiliencia al cambio climático, pero aún debe llegarse más lejos.

En estos momentos, con la pandemia de COVID-19, los conflictos y las turbulencias económicas a escala mundial, es más importante que nunca que tanto el sector público como el privado movilicen financiación para el clima en favor de los habitantes de las zonas rurales y los productores en pequeña escala, que son los más afectados por la crisis climática.