Las especies olvidadas e inutilizadas son la clave para alimentar al mundo

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Las especies olvidadas e inutilizadas son la clave para alimentar al mundo

Tiempo estimado de lectura: 5 minutos
©FIDA/Francesco Cabras

El mundo natural tiene una gran cantidad de plantas que pueden sostener la vida humana, pero los sistemas alimentarios mundiales están dominados por solo tres: el trigo, el maíz y el arroz. Estas especies aportan el 50 % de las calorías de origen vegetal que consumimos y ocupan el 40 % de las tierras cultivables a nivel mundial. 

Nuestra dependencia mundial de un conjunto tan limitado de cultivos alimentarios tiene amplias repercusiones. Aunque estos cultivos han desempeñado un papel inestimable en la reducción del hambre en el mundo, por sí solos no pueden proporcionar toda la gama de nutrientes que las personas necesitan para desarrollarse adecuadamente. Para ello, se necesita una dieta mucho más variada, a la que no pueden acceder muchas de las personas más pobres del mundo.

Esta falta de diversidad agrícola también tiene graves consecuencias para la biodiversidad mundial y el medio ambiente natural. De hecho, las especies y variedades alimentarias más comunes necesitan importantes insumos externos para prosperar en una amplia variedad de entornos, lo que supone una gran carga para los recursos locales, reduce la capacidad de resiliencia a las perturbaciones externas y contribuye a la degradación del medio ambiente, la pérdida de servicios ecosistémicos y las emisiones globales.

Por ello, es hora de recurrir a algunos de los otros 5 000 cultivos alimentarios potenciales que se calcula que existen en el mundo. Se trata de las denominadas “especies marginadas e infrautilizadas”, es decir, plantas, animales y hongos cuya contribución a los sistemas alimentarios sostenibles está muy infravalorada debido a la falta general de sensibilización e información.

Las especies marginadas e infrautilizadas suelen ser autóctonas de los entornos en los que se cultivan. Como tales, se han adaptado a las condiciones locales y requieren menos insumos externos y económicos que los cultivos convencionales. Muchas de esas especies también pueden desarrollarse bien en zonas marginales, en suelos áridos o en terrenos considerados inadecuados para otros fines. Esto las convierte en una parte importante de las estrategias de adaptación al cambio climático, y en alternativas económicamente viables para los pequeños productores. Además, muchas especies marginadas e infrautilizadas son muy nutritivas y ricas en micronutrientes y compuestos bioactivos.

Si bien el mundo en general ha pasado por alto estas especies en la investigación y la formulación de políticas, y ha ignorado su enorme contribución potencial a la agricultura sostenible, los medios de vida rurales y las dietas asequibles y nutritivas, no ocurre lo mismo con las comunidades que las conocen y utilizan.

Dado que la mayoría de las especies marginadas e infrautilizadas vegetales se cultivan en casa, a menudo en huertos, o se recolectan en los bosques, suelen ocuparse de ellas las mujeres rurales y los pueblos indígenas, tanto para el consumo doméstico como para su venta en los mercados locales. Cuando esas especies entran en los mercados locales, nacionales o internacionales, albergan el potencial de generar beneficios para las comunidades que tienen las claves para entender cómo cultivar, usar y procesar estas plantas.

Sin embargo, esos conocimientos tradicionales están desapareciendo rápidamente, por lo que es esencial velar por que se preserven y se transfieran a las próximas generaciones. Los alimentos tradicionales son una parte intrínseca del conocimiento humano y están integrados en nuestras ceremonias y en cómo nos entendemos a nosotros mismos y a nuestras comunidades. Esto es especialmente cierto en el caso de los pueblos indígenas, cuyas prácticas culinarias dependen en gran medida de las especies marginadas e infrautilizadas, pero que a menudo están infravaloradas en las sociedades en general.

 

 

 

La protección de las especies marginadas e infrautilizadas permite que los pueblos se conviertan en embajadores de sus culturas e identidades, como ha sucedido con la quinua, un grano tradicional andino que actualmente abunda en las cocinas de restaurantes y hogares de todo el mundo. Al cultivar estos alimentos, los productores indígenas y rurales pueden compartir sus costumbres alimentarias tradicionales y desarrollar sus medios de vida. Sin embargo, también tenemos que evitar la gentrificación de los alimentos, lo que sucede cuando los alimentos se convierten en algo “cool” para los consumidores, con lo que el aumento de su precio y su menor disponibilidad hacen que sean inaccesibles para las personas que dependen de ellos.

El FIDA colabora estrechamente con los pequeños productores y las comunidades de los pueblos indígenas para investigar los beneficios nutricionales, económicos, culturales y medioambientales de las especies marginadas e infrautilizadas, y comprender cómo se puede apoyar a los productores, especialmente a las mujeres, mediante políticas de innovación tecnológica y de apoyo para su cosecha, cultivo y comercialización.

En la India, una investigación apoyada por el FIDA contribuyó a incluir en los programas nacionales de subsistencia los mijos menores, cuyo cultivo había disminuido, pero que pueden producirse en condiciones de aridez y estrés térmico. Del mismo modo, en Guatemala se introdujo en las comidas escolares la chaya, una hortaliza de hoja verde con alto contenido en micronutrientes y producida principalmente por mujeres indígenas.

Como parte de su enfoque en la agricultura resiliente al cambio climático, el Fondo está integrando las especies marginadas e infrautilizadas en el diseño y la ejecución de sus proyectos. Esto incluye el desarrollo de un marco operacional sobre el uso de las especies marginadas e infrautilizadas en la agricultura que tiene en cuenta la nutrición. En 2021, el FIDA se asoció con la Alianza entre Bioversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical para elaborar guías prácticas sobre cómo realizar investigaciones e inversiones en relación con las especies marginadas e infrautilizadas y las cadenas de valor para los mercados nacionales e internacionales, y establecer entornos de políticas en los que se reconozca su valor para los resultados en materia de nutrición.

Como indican los debates de la CP26 —la cumbre mundial sobre el cambio climático— y las conclusiones del Sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), debemos actuar ahora para mitigar los efectos de la actividad humana sobre el clima, preservar la biodiversidad y ayudar a los habitantes más pobres de las zonas rurales a adaptarse a los cambios. Del mismo modo, el Informe sobre el desarrollo rural 2021 del FIDA reclama cambios revolucionarios en los sistemas alimentarios mundiales.

Para hacer frente a estos retos y establecer sistemas alimentarios sostenibles que nutran al mundo, generen medios de vida y protejan el medio ambiente, las especies marginadas e infrautilizadas y las personas que las conservan y cultivan deben formar parte de la solución.