Linking families, farms and schools in Guatemala

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Crear lazos entre familias, granjas y escuelas en Guatemala

Tiempo estimado de lectura: 6 minutos

Muchos guatemaltecos sufren las consecuencias del hambre y la inseguridad alimentaria. Según el reciente informe de las Naciones Unidas Panorama, en 2019, alrededor del 45 % de la población país se veía afectada por la inseguridad alimentaria y el 16 % por el hambre. Estos problemas afectan especialmente a los niños. La falta de acceso a una alimentación adecuada hace que en demasiadas ocasiones los niños se sientan débiles y no puedan centrarse en los estudios, lo que complica su crecimiento físico e intelectual.

Con el fin de abordar este problema, en 2017 Guatemala aprobó una nueva Ley de Nutrición Escolar, cuyo objetivo es garantizar que los alumnos de las escuelas de todo el país disfrutan de alimentos adecuados y nutritivos a. La ley establece que al menos el 50 % de esos alimentos deben comprarse a los agricultores familiares locales.

Cuando la ley entró en vigor al año siguiente, trajo consigo cambios radicales y cuadruplicó la cantidad destinada por el gobierno nacional a la alimentación escolar. Precisamente por ser un avance tan grande, ni las propias escuelas, ni los agricultores, ni siquiera los padres, estaban preparados para cumplir todos sus requisitos y objetivos.

A principios de 2019, el FIDA y los organismos de Naciones Unidas con sede en Roma (OSR), en coordinación con el Ministerio de Educación, el Ministerio de Agricultura y Ganadería y las autoridades locales, establecieron un programa piloto para ayudar a los agricultores guatemaltecos y a las escuelas a explorar cómo maximizar los beneficios previstos en la ley. El programa está actualmente en marcha en tres departamentos del país (Alta Verapaz, Chiquimula y San Marcos), y se espera que las buenas prácticas aprendidas en este programa piloto se amplíen a escala nacional.

Como consecuencia de la llegada de la COVID-19 a principios de 2020, muchas de las actividades del proyecto tuvieron que adaptarse para cumplir las directrices nacionales de seguridad. Sin embargo, el programa nunca ha dejado de funcionar, y todas sus actividades siguen beneficiando a las familias y a los agricultores hasta el día de hoy. Hablamos con varios participantes del departamento de San Marcos para conocer más sobre el desarrollo del programa en el terreno y cómo les está yendo.

Miembros de la asociación de padres del colegio San José de Granados se preparan para una jornada de reparto de alimentos.

Beneficios para los agricultores, beneficios para las escuelas

"Hace unos siete años se veía mucha desnutrición en esta comunidad", dice Yulissa Morales, presidenta de la asociación de padres de familia de la escuela San José de Granados, en San Antonio Sacatepéquez.

Pero ahora, el programa piloto proporciona alimentos saludables a más de 12 000 niños en 60 escuelas de 20 municipios.

El programa trabaja directamente con las escuelas y las asociaciones de padres, impartiendo formación en todos los aspectos, desde la planificación de los menús hasta la gestión de la compra de alimentos.

"Junto con los profesores, examinamos los pedidos, los precios y los presupuestos de los proveedores; verificamos que las entregas se realicen y que la comida sea de buena calidad; y preparamos el mejor menú posible", explica Yulissa.

Gracias al suministro constante de alimentos sanos y seguros, los alumnos obtienen todas las comidas nutritivas que necesitan para prosperar. Y estos beneficios se extienden a los más de 1 600 agricultores familiares que participan en el programa.

"Tenemos la seguridad de un pedido confirmado", dice Francisco Mejía, agricultor de la comunidad de La Felicidad. "A veces los precios bajan en el mercado, pero los precios de los pedidos escolares son fijos durante un periodo de tiempo determinado. Eso nos permite planificar nuestro trabajo y calcular nuestros ingresos".

La ley de 2017 prioriza una variedad de entre 15 y 20 cultivos para su venta a las escuelas, pero muchos agricultores locales solo trabajan con entre cuatro y ocho cultivos. Gracias a una red de suministro creada por el proyecto, los agricultores han podido coordinarse entre sí para obtener el máximo beneficio de las disposiciones de la ley.

Profesores y padres voluntarios preparan paquetes de productos frescos para que las familias los recojan.

El proyecto también capacita a los agricultores locales en toda una serie de cuestiones que incluyen buenas prácticas agrícolas, procesamiento y comercialización de productos.

Ahora, a familia de Francisco rota sus cultivos, mientras que, en el pasado, ellos –como muchos otros agricultores de la zona– habrían plantado sólo maíz. "El Ministerio de Agricultura nos ayuda constantemente con consejos sobre nuestros cultivos, buenas prácticas y gestión", dice. "Si Dios quiere, acabaremos haciendo la transición a la agricultura ecológica".

Los cursos de formación abarcan también capacitación en temas de contabilidad y teneduría de libros. La ley de 2017 estableció un complejo conjunto de requisitos fiscales y de documentación para los agricultores participantes y, como explica el asesor contable Miguel García, al principio muchos agricultores no sabían cómo llevar los registros adecuados. Pero gracias a la ayuda de García y otros asesores contables que trabajan con el programa, los agricultores pudieron poner en orden sus libros.

Los beneficios del programa se extienden a muchos otros agricultores de la zona.

“El proyecto ha generado trabajo en mi comunidad”, explica Ovidio Cardona, agricultor del asentamiento Vista Hermosa, en San Antonio Sacatepéquez. "En mi caso, cuando mi familia no puede ayudarme, pago a dos trabajadores para que me ayuden a transportar mi producto a las escuelas".

Antes de la pandemia, grupos de padres voluntarios esperaban en las cocinas de las escuelas, listos para cocinar. Gracias al programa, disponían de todos los utensilios y equipos de cocina necesarios para preparar una comida nutritiva.

Tal como explica Karen Kestler, del PMA, los grupos solían rotar de manera que cada padre pudiera aprender a preparar cada plato del menú. En su opinión, ese nivel de participación de la comunidad es lo que hace que este programa sea realmente especial.

Tras horas de intensa preparación, los paquetes con productos frescos de la zona se encuentran listos para que las familias de los estudiantes los recojan.

Comida fresca en casa: soluciones tras las restricciones de movilidad en Guatemala

Tras el cierre de las escuelas en Guatemala, las cocinas de las escuelas se han quedado vacías, pero las entregas de alimentos frescos de los agricultores locales no han cesado. En lugar de prepararlos en las escuelas, los padres de familia recogen los productos para llevárselos a casa y cocinarlos allí.

"El programa se ha adaptado totalmente a las circunstancias de la COVID-19 y ha podido seguir cumpliendo con sus objetivos", afirma Óscar Grajeda, responsable del programa del FIDA en Guatemala.

Sin embargo, muchos suspiran para que las cosas vuelvan a la normalidad.

"Sería muy bonito que el programa volviera a funcionar como antes, porque echo de menos a los niños", dice Ovidio con un tono de nostalgia. "Cuando llegaba a la escuela, los niños me preguntaban: 'Don Ovidio, ¿qué vamos a comer hoy? Y yo les decía el menú de memoria. Me da pena no ver a los niños y escuchar sus preguntas".

A pesar de todas las dificultades, el proyecto ha logrado mantener un flujo constante de alimentos frescos y nutritivos en beneficio de miles de alumnos del país, lo cual es un gran logro. Mientras Guatemala comienza el largo proceso de recuperación y reconstrucción post-Covid, los esfuerzos del programa allanan el camino hacia un futuro más saludable para los escolares del país.

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