Los Pueblos Indígenas protegen la biodiversidad, cosecha a cosecha

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Los Pueblos Indígenas protegen la biodiversidad, cosecha a cosecha

Tiempo estimado de lectura: 4 minutos

Los Pueblos Indígenas están estrechamente ligados a su entorno natural. Desde las plantas medicinales a los cultivos básicos, como la yuca, la tierra que habitan sustenta sus sistemas alimentarios y sus medios de vida.

Además, también sustentan la biodiversidad mundial. El 80 % de la biodiversidad que queda en el planeta se encuentra en las tierras de los Pueblos Indígenas.

Mientras que los sistemas modernos de agricultura mecanizada pueden conducir a desiertos de monocultivo, muchos Pueblos Indígenas emplean técnicas agrícolas que nutren la tierra y conservan la biodiversidad, en lugar de destrozarla.

Sus sistemas alimentarios centenarios se fundamentan en prácticas sostenibles, específicas de sus ecosistemas autóctonos.

A continuación, se ilustra la manera en que los Pueblos Indígenas están conservando la biodiversidad en 3 de los 80 países en los que reciben apoyo del FIDA.

Protección de preciadas especies en Filipinas

La región montañosa de Cordillera, ubicada en el norte de Filipinas, es un “corredor de biodiversidad” —esto es, una franja ininterrumpida, rica en biodiversidad, que permite que los animales se desplacen de una zona protegida a otra.

Ahí, con el apoyo del Segundo Proyecto de Ordenación de los Recursos Agrícolas en las Tierras Altas de la Cordillera (CHARMP2, en sus siglas en inglés), las comunidades indígenas administran las selvas llenas de musgo que albergan innumerables especies exóticas, desde musarañas hasta orquídeas.

Gracias a la ayuda del FIDA, las plantaciones de café de Pepe Lao-an, en el norte de la región administrativa de Cordillera, han triplicado con creces la producción. © FIDA/Irshad Khan

Esto lo consiguen a través de sistemas tradicionales como el lapat —conjunto de leyes indígenas que regulan el uso de los recursos naturales—, así como de la agrosilvicultura y la reforestación para conservar la biodiversidad.

Además, un plan para la gestión integrada de las cuencas hidrográficas, elaborado por las comunidades tribales autóctonas, protege más de 44 600 hectáreas de tierras mediante el aumento de la fertilidad del suelo, la diversificación de la cubierta forestal y la reducción de la erosión del suelo.

A través de los principios del consentimiento libre, previo e informado, el proyecto garantiza la ejecución eficaz y eficiente, al tiempo que fomenta el sentido de apropiación y la sostenibilidad.

Árboles de orugas en la República Democrática del Congo

Cuando las comunidades indígenas del territorio de Mwenga, en la República Democrática del Congo, tuvieron que abandonar su bosque tradicional para dar paso a una reserva natural, se vieron abocados a sufrir inseguridad alimentaria, pobreza y discriminación.

Para sobrevivir, no tuvieron más opción que dedicarse a la tala, la deforestación y la producción de carbón y madera para su venta en el mercado. Poco tiempo después, la tierra se había vuelto árida y la biodiversidad se había visto gravemente perjudicada.

“Cuando llegamos aquí, esta zona estaba repleta de árboles, pero los talamos y no nos dimos cuenta de que estábamos dañando el medio ambiente —la pobreza nos empujó a hacerlo”, explica Wanzila Lutula Albert, originaria del bosque Itombwe, en Kivu del Sur. “No podíamos alimentar a nuestros hijos, ni llevarlos a la escuela, así que talamos todos los árboles”.

En 2019, el Fondo de Apoyo a los Pueblos Indígenas (IPAF) —un instrumento de financiación del FIDA— y una organización sin fines de lucro denominada Pilier aux Femmes Vulnérables Actives (PIFEVA) decidieron ayudar a los Pueblos Indígenas de Mwenga a replantar los árboles y devolver la biodiversidad a esas zonas, en especial aquellas con una gran población de orugas comestibles.

Las orugas comestibles son un alimento rico en proteínas y una fuente de ingresos para muchos jóvenes y mujeres. © T.K. Naliaka

Al restablecer y gestionar la biodiversidad autóctona, muchas mujeres y jóvenes pasaron a ganarse la vida con la venta de orugas comestibles.

En apenas dos años, 202 jóvenes y mujeres indígenas dejaron de dedicarse a la deforestación y adoptaron papeles más activos en las actividades del proyecto. Como resultado, se logró reforestar 350 hectáreas de tierras en siete comunidades

Vuelta a los fundamentos en el Perú

Hasta 2004, los Pueblos Indígenas de la comunidad matsigenka cultivaban la tierra, pescaban, recolectaban frutas y cazaban. Luego, las exploraciones de gas y petróleo en la cuenca del Amazonas dieron trabajo temporal a las familias locales, y muchas abandonaron el cultivo. Las poblaciones de peces y los rebaños de ganado se hundieron a medida que la población fue creciendo, y los ríos se contaminaron a causa de los vertidos de petróleo y el aumento del tráfico. 

Sin embargo, cuando estalló la pandemia de la COVID-19, muchas personas volvieron a la agricultura y a sus raíces ancestrales tras perder sus trabajos.

Esto permitió que la comunidad asegurara sus medios de vida, al tiempo que cuidaba la tierra y protegía la biodiversidad local.

“La comunidad no puede olvidarse de nuestras plantas. Debemos mantener nuestra cultura y nuestras costumbres”, dice Dolores Primo Primo, artesana y guardiana de los conocimientos autóctonos.

Desde mandioca hasta bananas, la cuenca del Amazonas tiene mucho que ofrecer a sus habitantes. “Desde mis antepasados hasta ahora, mantenemos la costumbre de cultivar la chacra (huerto) y no nos olvidamos de los conocimientos de nuestro pueblo”, afirma Agustín Gómez Olarte, agricultor.

“No podemos perder el legado de nuestros abuelos”, explica. “Si no hay mandioca, ¿qué vamos a comer?”.