Para alcanzar los ODS, es necesario transformar nuestra manera de alimentar a la población mundial

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Para alcanzar los ODS, es necesario transformar nuestra manera de alimentar a la población mundial

Tiempo estimado de lectura: 5 minutos
©FIDA/ Bernard Kalu

Tras un prolongado período de declive, el hambre ha aumentado a nivel mundial y se ha agravado durante la pandemia de la COVID-19.

De hecho, en 2020, 811 millones de personas —una de cada diez— pasó hambre. Tres mil millones de personas, casi la mitad de la población mundial, no pudo costearse una dieta saludable. Estas cifras alarmantes son un duro recordatorio de que necesitamos transformar radicalmente nuestros sistemas alimentarios si queremos alcanzar el compromiso mundial con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 2, a saber, erradicar el hambre y la malnutrición en todas sus formas de aquí a 2030.

Por segunda vez, este año celebramos el Día Mundial de la Alimentación en medio de una pandemia. El tema de esta edición es “Nuestras acciones son nuestro futuro”. Es el momento de preguntarnos qué medidas debemos adoptar para construir un futuro mejor, uno en que los alimentos se produzcan de manera sostenible y eficiente para asegurar una buena nutrición para todos, sin dejar de proteger el medio ambiente. ¿Cómo podemos transformar los sistemas alimentarios para que todas las personas del mundo —en particular los habitantes de las zonas rurales, que producen gran parte de nuestros alimentos— puedan ganarse la vida de una forma decente?

Una cosa es segura: si no introducimos cambios a nuestros sistemas alimentarios, no alcanzaremos esta visión, ni tampoco el ODS 2.

Desafíos que enfrentan los sistemas alimentarios

En el Informe sobre el desarrollo rural del FIDA se analizan los obstáculos que impiden transformar los sistemas alimentarios mundiales para avanzar hacia la equidad nutricional, la protección ambiental y la prosperidad rural. El informe señala que estas tres dimensiones están estrechamente vinculadas.

Con el drástico aumento de la producción alimentaria —tanto en volumen como en calorías— desde las revoluciones verdes de la década de 1960, también ha aumentado la degradación ambiental. Los sistemas alimentarios son responsables del 37 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

El énfasis tradicional en el suministro de una cantidad suficiente de calorías en vez de una nutrición equilibrada ha contribuido a la denominada “triple carga de la malnutrición”, que trae consigo sociedades que se enfrentan simultáneamente a los desafíos que plantean la desnutrición, la hipernutrición y la deficiencia de micronutrientes.

Alrededor de 3 400 millones de personas viven en las zonas rurales de los países en desarrollo, donde los pequeños agricultores se encargan de producir entre el 60 % y el 80 % de los alimentos. La mayoría son víctimas de la pobreza extrema o moderada. Sin medios de sustento rurales adecuados, su situación de pobreza e inseguridad alimentaria podría agravarse aún más.

Los tres desafíos que obstaculizan la transformación de los sistemas alimentarios se vinculan con la competencia desigual en los mercados de los alimentos, la dependencia de los ingresos provenientes de su comercialización, y su pérdida y desperdicio.

Encontrar soluciones

Para transformar nuestros sistemas alimentarios, es necesario mejorar la productividad de los pequeños productores en todo el mundo, y avanzar hacia un modelo de producción agrícola diversificada que promueva las prácticas basadas en la naturaleza y en el conocimiento, a saber: prácticas de agroecología que fomenten la intensificación sostenible, y tecnologías que permitan adoptar decisiones informadas.

La iniciativa empresarial de las pymes en el sector intermedio, entre las explotaciones y los consumidores, puede ofrecer oportunidades de inclusión a través del empleo, la diversificación de los medios de vida y el aumento de los ingresos. Es posible modernizar los procesos de toda la cadena de valor para mejorar la eficiencia y la rentabilidad, así como establecer políticas que incorporen principios de inversión y prácticas laborales responsables y las dimensiones de la igualdad de género, el medio ambiente y el clima. También es fundamental crear oportunidades para los pequeños emprendedores y las pequeñas empresas, velando por evitar la concentración de poder y propiedad y creando vías de acceso a la financiación, el fortalecimiento de las capacidades y el apoyo empresarial para impulsar emprendimientos.

Finalmente, es clave brindar protección social a quienes tienen menos recursos. Mediante un enfoque transformador y multiplicador es posible estimular la demanda de alimentos saludables y establecer programas de redes de seguridad social y transferencias de efectivo que aumenten el poder adquisitivo.

Necesitamos una economía baja en emisiones de carbono, con estrategias integradas e integrales para superar las limitaciones en los planos normativo, financiero y de políticas, a fin de estimular la innovación en nuestros sistemas alimentarios y propiciar un cambio de hábitos entre los consumidores.

Adoptar un enfoque holístico, que los actores de los sectores público y privado hagan suyo y apliquen, puede beneficiarnos a todos, comenzando por los pequeños productores. Para lograrlo, es preciso aumentar las inversiones en la infraestructura y la innovación rurales, mejorar la gobernanza de los alimentos, desarrollar la capacidad e impulsar un programa de reforma ambicioso que tenga en cuenta los costos ocultos de nuestros sistemas alimentarios actuales para el medio ambiente, la salud y la pobreza.

Medir el impacto, no los resultados

A lo que nos referimos al hablar de “transformación de los sistemas alimentarios” es a conjuntos de proyectos de inversión diseñados, financiados y aplicados por Gobiernos, donantes y asociados para el desarrollo. Abarcan aspectos relativos a los insumos y la producción, el transporte, las industrias de procesamiento y fabricación, el sector minorista y el consumo de los alimentos. Por encima de todo, dependen del contexto: lo que funciona para un país, una sociedad o una geografía podría no ser idóneo para otros.

Usando los mismos parámetros de medición para los ODS y los sistemas alimentarios, podemos establecer relaciones causales entre los resultados de los proyectos y los objetivos de los ODS ya alcanzados. En la práctica, esto significa pasar de un modelo de evaluación de los resultados basado en datos de seguimiento y evaluación, a uno de evaluación del impacto, con datos que se recopilan utilizando un diseño experimental o cuasiexperimental.

Un mundo sin hambre

Con motivo de la celebración del Día Mundial de la Alimentación, cabe reflexionar sobre las medidas que adoptamos ahora para crear sistemas alimentarios sostenibles y diversos para el futuro y avanzar hacia la consecución del ODS 2.

Para alimentar a una población mundial en aumento, es necesario incrementar la producción de alimentos entre un 20 % y un 30 % de aquí a 2050, y suministrar los nutrientes necesarios en aras de la salud y el bienestar. Debemos lograrlo sin degradar el medio ambiente y preservando la biodiversidad. Para alcanzar este objetivo, es fundamental que los pequeños productores vivan en comunidades rurales dinámicas y productivas.