Para “reverdecer” el Sahel, necesitamos programas ambiciosos y acciones comunes

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Para “reverdecer” el Sahel, necesitamos planes ambiciosos y acciones comunes

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© FIDA/Barbara Gravelli

Para que el desierto florezca, lo mejor es cavar un hoyo. No un pozo, sino un hoyo poco profundo en el suelo arenoso, tan ancho como el largo de tu antebrazo. Luego se debe añadir un poco de estiércol, plantar las semillas y esperar las lluvias.

El uso de hoyos de plantación es una antigua técnica agrícola, y una excelente forma de captar humedad, que en el último tiempo está volviendo a emplearse en las zonas áridas de África, especialmente en el Sahel, una amplia franja de tierra semiárida que separa el desierto del Sahara de los pastizales más húmedos ubicados en el sur del continente.

Según los modelos climáticos, el Sahel está cada vez más seco. El desierto está avanzando, conquistando decenas de miles de kilómetros cuadrados de tierra cada año y transformándolos en terrenos no aptos para los cultivos y el ganado. Además, la región ha sufrido sequías frecuentes, que han hecho que las cosechas sean poco previsibles. Esto ha dado lugar a una escasez de alimentos que, a su vez, ha contribuido a la generalización de la pobreza y la malnutrición. Para empeorar las cosas, a raíz de la deforestación, la región no tiene una cubierta forestal y arbustiva adecuada, lo que deteriora la calidad del suelo y agota las reservas de aguas subterráneas.

TA fin de combatir la degradación de la tierra, en 2007 la Unión Africana puso en marcha la Iniciativa de la Gran Muralla Verde, orientada a plantar un cinturón denso de árboles que atravesara el continente de océano a océano. En 2015, 10 países de África firmaron la Iniciativa para la Restauración de los Paisajes Forestales Africanos, que tiene por objeto restaurar 100 millones de hectáreas de tierra para 2030.

Los programas de este tipo son indispensables para facilitar la acción a gran escala, pero, algunas veces, pueden pasar por alto un elemento crucial: los pequeños productores rurales que se enfrentan diariamente a los efectos del avance del desierto, y que suelen aplicar sus propios métodos, de eficacia probada a lo largo del tiempo, a los que se les debe prestar atención.

El FIDA colabora con agricultores africanos para contrarrestar la desertificación desde la década de 1980, y ha comprobado que los esfuerzos centrados en las comunidades pueden generar grandes beneficios.

Por ejemplo, en la región de Tahoua, en el sudoeste del Níger, se han empleado métodos tradicionales de captación de agua durante decenios con el fin de restaurar eficazmente y de manera sostenible las tierras degradadas. Entre 1988 y 1995, el FIDA alentó a los agricultores de la zona a plantar sus cultivos en hoyos poco profundos o en medialunas —cuencas de captación de agua creadas formando barreras semicirculares elevadas de tierra en un terreno escalonado. Durante los ocho años de ejecución del proyecto, se restauraron casi 6 000 hectáreas de tierras muy degradadas.

©FIDA, FAO, PMA (OSR)/Barbara Gravelli

Al ver el éxito de sus vecinos, los agricultores de zonas cercanas también adoptaron estas técnicas de plantación. El rendimiento de los cultivos aumentó, lo que animó a los habitantes de las aldeas a comprar más tierras degradadas para su restauración. Esto, a su vez, incrementó el valor de esos terrenos y generó una demanda de tierra árida. Además, muchas familias que antes solo podían producir la mitad de sus necesidades de cereales ahora están produciendo excedentes de manera regular.

Quizás lo que es más importante, estos logros se han mantenido durante decenios. En una visita realizada en 2019 a Illela, en la región de Tahoua, se observó que los agricultores locales estaban utilizando las prácticas de captación de agua introducidas muchos años atrás, y que otros agricultores aún seguían adoptando esas prácticas.

Existe un consenso internacional generalizado sobre la necesidad de hacer algo para detener la desertificación del Sahel. La pérdida de tierras de cultivo y pastoreo no solo pone en riesgo la supervivencia de las comunidades locales, sino que también plantea una amenaza para todo el planeta. Con una mayor cubierta forestal y más tierras agrícolas rehabilitadas, un Sahel “verde” puede convertirse en un entorno más saludable, que será más resiliente a las perturbaciones climáticas, tendrá una mayor biodiversidad y podrá producir más alimentos y generar más agua para la población local.

Para que estos esfuerzos prosperen, necesitamos una combinación de compromisos a gran escala y una gran cantidad de medidas locales en pequeña escala. El FIDA reconoce el papel central que desempeñan los agricultores familiares de la región en este proceso, y espera con interés colaborar con ellos y apoyar sus iniciativas en los años venideros.