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Declaración conjunta de la FAO, el FIDA, el Banco Mundial y el PMA sobre el impacto de la COVID-19 en la seguridad alimentaria y la nutrición con motivo de la reunión extraordinaria de Ministros de Agricultura del G20

La pandemia de COVID-19 ha provocado una drástica pérdida de vidas humanas en todo el mundo y supone un desafío sin precedentes con profundas consecuencias sociales y económicas, que ponen incluso en peligro la seguridad alimentaria y la nutrición. Es necesario que las respuestas estén bien coordinadas en todo el mundo, incluyendo por parte del G20 y de otros países, para limitar el impacto, poner fin a la pandemia y evitar su reaparición.

La pandemia está ya afectando a todo el sistema alimentario. Las restricciones a los desplazamientos -dentro de los países y entre ellos- pueden obstaculizar los servicios de logística relacionados con los alimentos, perturbar toda la cadena de suministro de alimentos y afectar a su disponibilidad. El impacto en el desplazamiento de la mano de obra agrícola y en el suministro de insumos plantearán pronto problemas graves para la producción, poniendo así en peligro la seguridad alimentaria de toda la población, golpeando con especial intensidad a aquellos que viven en los países más pobres.

La agricultura y sus servicios de logística correspondientes a los alimentos deben considerarse esenciales. Es necesario redoblar los esfuerzos para garantizar el buen funcionamiento de las cadenas de valor alimentarias y promover la producción y disponibilidad de alimentos diversificados, inocuos y nutritivos para toda la población. Al hacerlo, es necesario dar prioridad a la salud de los consumidores y trabajadores, respetando las medidas de seguridad, como la realización de pruebas, el distanciamiento físico y otras prácticas higiénicas.

En la actualidad, el mercado mundial de alimentos está bien abastecido y todos los países -en especial los que tienen una participación destacada en el comercio-, deben garantizar que siga siendo una fuente estable, transparente y fiable de alimentos. Durante la crisis de los precios alimentarios de 2007-2008, las respuestas políticas impulsadas por el pánico -como las prohibiciones de exportación y el rápido aumento de la compra de existencias alimentarias mediante importaciones-, agravaron las perturbaciones en los mercados.

Mientras que el suministro de alimentos se vio restringido por las adversas condiciones meteorológicas que se registraron en todo el mundo en 2007-2008, este comportamiento hace más difícil el equilibrio entre la oferta y la demanda mundiales de alimentos, aumentando la volatilidad de los precios y, en última instancia, contribuyendo a ella. Estas consecuencias inmediatas resultaron muy perjudiciales para los países de bajos ingresos dependientes de la importación de alimentos y para los esfuerzos de las organizaciones humanitarias por adquirir suministros.

Es necesario que los países colaboren para fortalecer la cooperación durante esta pandemia que afecta a todas las regiones del mundo. Es importante asegurar que las políticas -como las medidas a corto plazo para restringir el comercio-, no distorsionen los mercados globales.

Se necesitan medidas colectivas para garantizar que los mercados funcionen correctamente y que todos dispongan de información oportuna y fiable sobre sus condiciones. Ello reducirá la incertidumbre y permitirá a productores, consumidores, comerciantes y elaboradores tomar decisiones informadas en materia de producción y comercio y limitar el comportamiento de pánico en los mercados mundiales.

El Sistema de Información sobre el Mercado Agrícola (AMIS, por sus siglas en inglés) -una iniciativa del G20 que combina los conocimientos especializados de diez organizaciones internacionales con la información proporcionada por los países con una elevada participación en el comercio mundial de alimentos- está vigilando la evolución de la oferta y los precios mundiales.

Las devastadoras repercusiones económicas de la COVID-19 refuerzan la necesidad de inversiones que eviten futuros brotes de esas enfermedades infecciosas, reconociendo las interconexiones entre las personas, los animales, las plantas y su entorno compartido: el enfoque de "Una Salud". Es necesario seguir prestando atención a reforzar la resiliencia de los sistemas alimentarios ante esos brotes de enfermedades, pero también ante otras crisis.

A medida que la pandemia ralentice las economías, el acceso a los alimentos se verá afectado negativamente por la reducción de ingresos y la pérdida de empleo, así como por la falta de disponibilidad de alimentos en los mercados locales. Los esfuerzos deben centrarse en apoyar el acceso a los alimentos de los pobres y los vulnerables y de las personas cuyos ingresos se ven más afectados. Implementar medidas adecuadas de protección social, como las transferencias de efectivo y la inversión en actividades de recuperación temprana en respuesta a la COVID-19 es fundamental para salvar tanto vidas como medios de subsistencia. Asegurar que esas medidas lleguen a todos será fundamental para evitar una mayor propagación de la pobreza y el hambre.

Los países con crisis humanitarias en curso están particularmente expuestos a los efectos de la pandemia. Éstos podrían ser aún más acusados en los países que ya se enfrentan a emergencias excepcionales con consecuencias directas para la agricultura, incluyendo las derivadas de conflictos en curso o emergentes y las crisis climáticas o los brotes de langosta del desierto.

Es probable que la pandemia tenga repercusiones importantes en la prestación de ayuda humanitaria y para la recuperación. Es fundamental mantener la asistencia humanitaria en curso para los grupos vulnerables y adaptarse a los posibles efectos de la COVID-19. Se necesitan inversiones para acelerar los esfuerzos de recuperación y aumentar la resiliencia de las poblaciones vulnerables, coordinando nuestros esfuerzos con todos los asociados, incluso con el marco de las Naciones Unidas, para la respuesta socioeconómica inmediata a la COVID-19.

Se hace ahora necesaria una acción colectiva decisiva para garantizar que esta pandemia no amenace la seguridad alimentaria y la nutrición, y para mejorar la resiliencia ante futuras crisis. A este respecto, cabe destacar la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de 2021 como una oportunidad para impulsar iniciativas transformadoras y contribuir al Decenio de Acción de las Naciones Unidas para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030.