The potential impact of COVID-19 on China’s food security: Prospects for food imports

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Los posibles efectos de la COVID-19 en la seguridad alimentaria de China: perspectivas sobre la importación de alimentos

Tiempo estimado de lectura: 7 minutos

La semana pasada, la empresa estatal de reserva de granos China Grain Reserve Group anunció su intención de comprar 22 millones de toneladas de granos importados en 2020. El anuncio generó cierta preocupación con respecto a la seguridad alimentaria de China, en especial teniendo en cuenta que aún no se sabe con claridad cómo incidirá la pandemia de la COVID-19 en los sistemas de producción y distribución de alimentos del país, y que algunos países han decidido suspender la exportación de sus productos agrícolas en previsión de las posibles consecuencias que podría tener la pandemia en su propio suministro de alimentos a nivel interno.

Si bien es comprensible que se planteen esas inquietudes, considero que, en este momento, nada indica que existen razones por las que la propia China debería preocuparse por su seguridad alimentaria.

 

Razones por las que China no debería preocuparse

En primer lugar, China siempre planifica su cuota anual de importación de alimentos a esta altura del año, y el contenido del anuncio de este año no difiere del de los anuncios realizados en años anteriores.

En segundo lugar, si bien la cuota anunciada (22 millones de toneladas de granos) es ligeramente superior a la cuota de cereales importados en 2019 (unos 17 millones de toneladas), la cantidad es notablemente inferior a la de los cuatro años anteriores (a saber, 27 millones de toneladas en 2018, 35 millones de toneladas en 2017, 31 millones de toneladas en 2016 y 43 millones de toneladas en 2015), lo que confirma la tendencia general a la baja en las importaciones de granos de China. Además, la cuota prevista para 2020 representa solo el 3 % del consumo anual de granos de China, lo que confirma que el nivel de autosuficiencia del país en relación con los tres principales cereales consumidos (trigo, arroz y maíz) asciende a cerca del 97 %.

En tercer lugar, el nivel de producción de alimentos de China se ha mantenido sumamente alto en los últimos años de manera consecutiva, y en 2019 la producción de granos alcanzó un valor récord de 660 millones de toneladas. La producción de alimentos per cápita se ubica por encima del promedio mundial, y las existencias de alimentos superan con creces el 20 % del consumo, el valor mínimo que recomienda la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura a fin de garantizar la seguridad alimentaria de un país.

En conclusión, China dispone de reservas de alimentos suficientes para cubrir su demanda interna al menos durante un año. Pese al avance del brote de la COVID-19 en el país y a la decisión de algunos países de controlar las exportaciones de alimentos, estimo que la pandemia no repercutirá considerablemente en la disponibilidad ni el precio de los alimentos en China. En un artículo publicado recientemente en The Economist parece confirmarse esta misma situación a nivel mundial: a pesar de la gravedad de la crisis que estamos atravesando, el suministro de alimentos a nivel global se ha mantenido y los precios de los alimentos no han aumentado.

De todos modos, el hecho de que el panorama sea positivo en términos generales no es motivo para ser complaciente.

 

Motivos por los que China no debería ser complaciente

La existencia de reservas de alimentos suficientes en China ha contribuido a que la disponibilidad y los precios de los alimentos no varíen. Del mismo modo, el regreso gradual a la “normalidad” en la mayor parte del país parece no haber afectado en gran medida la producción y distribución de los alimentos en general. Sin embargo, el desempleo generado por las restricciones a la circulación, junto con la pérdida de ingresos que esto entraña, ha reducido la capacidad de las personas para comprar alimentos, aun cuando estos están disponibles en el mercado. Al parecer, el poder adquisitivo, y no la disponibilidad de los alimentos, es la mayor amenaza para la seguridad alimentaria.

Sin duda, los más afectados serán los hogares más pobres y vulnerables, que tienen una menor capacidad para afrontar económicamente largos períodos de desempleo. Se calcula que, en la actualidad, hay menos de 6 millones de personas en China que viven con menos de USD 1,90 por día, es decir, por debajo del umbral de la pobreza extrema. No obstante, según la Comisión sobre la Pobreza Mundial, si se tiene en cuenta un umbral de USD 5,50 por día (el umbral de pobreza habitual en los países de ingreso mediano alto), podría decirse que unos 373 millones de personas viven en la pobreza. Este último grupo de personas depende en gran medida de las remesas que les envían sus familiares que han migrado a las ciudades o que trabajan en el sector informal, o cuyos ingresos provienen de otras fuentes precarias. Si no se toman medidas inmediatas hoy para facilitar la disponibilidad de efectivo o para crear rápidamente oportunidades que generen ingresos, estas familias corren el riesgo de sufrir de inseguridad alimentaria en el futuro.

El FIDA ha venido contribuyendo a aumentar la resiliencia de estos grupos a las perturbaciones. Los proyectos del Fondo ayudan a las familias vulnerables a diversificar sus oportunidades de generación de ingresos y a mejorar sus opciones de medios de vida. También procuran ampliar el acceso de estas personas a los mercados, incluso en las situaciones en que la circulación se encuentra limitada, por medio del uso de plataformas y tecnologías digitales y otras herramientas.

 

Perspectivas sobre las importaciones de alimentos de China

Resulta muy difícil prever la cantidad de alimentos que China necesitará importar en el futuro. Por una parte, la autosuficiencia (o cuasi autosuficiencia) alimentaria ha sido siempre un importante objetivo estratégico de la política agrícola de China, en especial en relación con los cultivos básicos. En los últimos años, el país ha mantenido un nivel de autosuficiencia alimentaria del 95 % en términos generales y de entre el 97 % y el 98 % en cuanto a los tres principales cultivos básicos (trigo, arroz y maíz). De no modificarse la política china al respecto, cabría esperarse que las importaciones de alimentos no varíen notablemente en el futuro, y, decididamente, no aumentarán de manera drástica. (En algunos estudios se ha pronosticado que el nivel de autosuficiencia de China sufrirá una cierta disminución, y que, en 2025, llegará al 91 %). No obstante, aún existe el riesgo de que la pobreza y la inseguridad alimentaria aumenten en otros países debido a la pandemia, y de que, a raíz de ello, esos países decidan reservar alimentos y limitar su exportación, así como incrementar el proteccionismo. En este contexto, y en previsión de la posibilidad de que se produzcan acontecimientos similares en el futuro, China podría optar por aumentar estratégicamente su autosuficiencia alimentaria, en vez de reducirla.

Por otra parte, desde una perspectiva puramente económica y de eficiencia en función de los costos, el hecho de aumentar las importaciones podría resultar más eficiente en un sentido económico y ambiental, considerando el costo relativamente alto que entraña la producción nacional (debido a los elevados costos de la mano de obra y los insumos), las presiones cada vez mayores que se ejercen sobre la tierra y el medio ambiente (China alimenta a cerca del 20 % de la población del mundo con solo el 7 % de las tierras cultivables), y los beneficios que podrían obtenerse a partir de cultivos de mayor valor, como la horticultura, en vez de los que generan los alimentos básicos. De darse prioridad a las consideraciones económicas y de eficiencia en función de los costos en el futuro, cabría esperarse que aumenten las importaciones de alimentos.

Otros factores, como los cambios en las dietas (que podrían dar lugar a que se incrementen las importaciones de productos como la carne, la leche y el azúcar) y en la composición demográfica (que podrían generar una estabilización del consumo a medida que la población de China se acerque a su punto máximo), también podrían ayudar a definir el nivel de las importaciones de alimentos en lo sucesivo.

Personalmente considero que una estrategia adecuada debería tratar de lograr un equilibrio entre un nivel conveniente de autosuficiencia en relación con los alimentos básicos y un porcentaje de alimentos importados, teniendo en cuenta los beneficios que ambas medidas generan. No obstante, la definición de un “nivel conveniente” depende, en última instancia, de consideraciones políticas, incluida la estimación de cuán probable es que otros países refuercen el proteccionismo y el control de las exportaciones a modo de reacción ante otros acontecimientos similares a la actual pandemia que puedan presentarse en el futuro.

 

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