El uso de datos de las evaluaciones del impacto del FIDA para diseñar nuevos proyectos

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El uso de datos de las evaluaciones del impacto del FIDA para diseñar nuevos proyectos

Tiempo estimado de lectura: 6 minutos
©FIDA/Susan Beccio

Favorecer la transformación rural sostenible, equitativa e inclusiva es un pilar básico del mandato y la visión del FIDA. No obstante, para garantizar que estamos invirtiendo en lo que funciona y lograr el mayor impacto, nuestras iniciativas encaminadas a la transformación rural han de sustentarse en una planificación y ejecución de proyectos meticulosa y basada en datos empíricos.

Gracias a las enseñanzas extraídas de las actividades de inversión que venimos realizando desde hace cuatro decenios en las zonas rurales, podemos determinar formas de lograr un cambio sostenible. Esta es la razón por la que el FIDA lleva a cabo evaluaciones del impacto en al menos el 15 % de todos los proyectos que han culminado en cada ciclo de reposición. Los hallazgos se incorporan a todos los niveles, desde los informes finales de los proyectos, hasta las estrategias de diseño de nuevos proyectos y el diálogo sobre políticas.

Hace poco decidimos adoptar una visión de conjunto a fin de analizar las lecciones aprendidas de estas evaluaciones desde diferentes puntos de vista y sacar conclusiones más amplias.

Para ello, seleccionamos 17 evaluaciones del impacto realizadas entre 2016 y 2018. La muestra seleccionada se basó en criterios expuestos en el Marco relativo a la Eficacia de la Labor de Desarrollo del FIDA, atendiendo a la distribución por regiones y teniendo en cuenta las posibilidades de ampliación de escala y la evaluabilidad de los proyectos candidatos, así como el nivel de colaboración de los respectivos países con la labor en cuestión.

Organizamos los proyectos seleccionados en cuatro esferas/categorías en función de sus características distintivas: protección medioambiental, fomento de las cadenas de valor, desarrollo de la infraestructura comunitaria y planificación participativa del desarrollo. Agrupamos los hallazgos por tipo de proyecto y definimos el impacto logrado y los mecanismos que funcionaron y los que no a la hora de obtener resultados, así como lo que podía mejorarse.

También analizamos las teorías del cambio de los proyectos, a saber: los pasos contemplados para alcanzar las metas del proyecto en cuestión, y planteamos propuestas sobre cómo formular teorías del cambio más eficaces con las que lograr efectos realmente transformadores.

Las conclusiones extraídas, que figuran en nuestro último informe de síntesis, tienen implicaciones para todos los agentes que trabajan en el ámbito del desarrollo rural, desde los que se ubican en el terreno hasta los donantes, que hacen que esta labor pueda llevarse a cabo.
 

Enseñanzas para el futuro

Lograr la transformación rural conlleva trabajar con los productores en pequeña escala para comercializar la producción agropecuaria. Pese a que es más fácil decirlo que hacerlo, en especial en lugares que son sumamente vulnerables al cambio climático, la recompensa puede ser enorme si la planificación se lleva a cabo minuciosamente.

Por ejemplo, en el marco de un proyecto de fomento de la resiliencia al clima en Bangladesh, se establecieron puntos de venta e infraestructura vial resistentes al cambio climático para facilitar el acceso de los pequeños productores a los mercados durante todo el año, y en particular durante los monzones, temporadas en las que tradicionalmente pocos productores rurales y a veces ninguno habían podido acceder a los mercados. Gracias a esta iniciativa, sus ingresos aumentaron un 11 %.

Por otro lado, en el Chad, en el marco de un proyecto de mejora de la seguridad alimentaria, se establecieron bancos comunitarios de cereales para que los productores pudieran almacenar alimentos de cara a la estación seca y aplazar sus ventas para conseguir mejores precios. Sin embargo, el proyecto no incluyó actividades diseñadas para ayudar a los productores a aumentar su participación en el mercado, lo cual hubiera redundado incluso en mayores beneficios.

Esto revela otra importante conclusión de nuestra labor: la transformación rural debe contar con una teoría del cambio que describa con exactitud qué se pretende hacer para lograr esa transformación y que explicite los supuestos que subyacen a dicha teoría. Por ello, las actividades de los proyectos deberán presentar una orientación clara y estar conectadas entre sí.

En el marco de un proyecto ejecutado en Nepal, se invirtió en las cadenas de valor de productos básicos de gran valor: la manzana, el jengibre, las hortalizas fuera de temporada, la cúrcuma, la pimienta y la carne caprina. Gracias a esta orientación específica, los ingresos anuales de los participantes aumentaron un 50 %.

En cambio, en un proyecto realizado en el Brasil se combinaron diversas actividades en apoyo a una teoría del cambio amplia. Si bien con algunas intervenciones se obtuvieron excelentes resultados, la transformación a mayor escala fue limitada.

Con todo, el proyecto en el Brasil no deja de ofrecer un perfecto ejemplo de cómo alcanzar metas relacionadas con la igualdad de género. Incorporó el empoderamiento de las mujeres en su lógica interna e integró parámetros de medición en la teoría del cambio, lo cual redundó en un aumento del 10 % de la autoeficacia de las mujeres participantes, a saber: la confianza en sus habilidades y en sí mismas.

La transformación rural solo es sostenible cuando las comunidades y los hogares aumentan su resiliencia, la cual debe incorporarse a la propia lógica los proyectos, con miras a empoderar a las personas no solo para que se adapten a las inclemencias de un clima cambiante y otras perturbaciones, sino también para contar con una guía de estrategias a la que referirse cuando se producen perturbaciones graves y drásticas. De otro modo, puede que los beneficios sean transitorios.

Esto fue lo que ocurrió cuando una tormenta azotó diversas zonas en las que se ejecutaba un proyecto de fomento de las comunidades costeras en Filipinas, que destrozó las barcas de las comunidades rurales. Aunque el proyecto había obtenido buenos resultados en cuanto al aumento de las poblaciones de peces y el incremento de los ingresos mediante actividades de procesamiento de alimentos y de otra índole, la pérdida de las barcas hizo que muchos pescadores abandonaran definitivamente el sector. Por otro lado, un proyecto llevado cabo en Etiopía invirtió en sistemas de riego en pequeña escala, lo que permitió aumentar la resiliencia de los agricultores e incrementar los ingresos agrícolas tanto en temporadas secas como lluviosas.

Hemos aprendido que, para que un proyecto siga siendo sostenible a largo plazo, ha de incorporar capacitación técnica para asegurar el mantenimiento de la infraestructura incluso cuando dicho proyecto deje de recibir apoyo. Es más, para lograr que los proyectos sean eficaces, deben ser transparentes y diseñarse teniendo en cuenta las realidades y circunstancias locales, así como el trasfondo cultural.

 

La transformación rural en un mundo en constante cambio

Para lograr cambios transformadores, tenemos que modificar el enfoque de planificación y seguimiento de los proyectos de desarrollo rural, lo que, en líneas generales, implica que su diseño se base en teorías del cambio adaptadas. Habría que seleccionar un conjunto de actividades con una orientación clara y relacionadas entre sí, establecer metas en las esferas del fomento de la resiliencia y el empoderamiento de las mujeres y concebirlos para que su impacto perdure.

De este modo, podemos diseñar iniciativas que ayuden a afrontar algunos de los mayores desafíos a los que se enfrenta hoy el mundo, desde prestar apoyo a la adaptación de los pequeños productores al cambio climático hasta integrar a las mujeres y los jóvenes del medio rural en las cadenas de valor para propiciar entornos rurales sostenibles, inclusivos y dinámicos desde el punto de vista económico.

 

Consulte el informe completo aquí (en inglés).

Obtenga más información sobre el proceso de evaluación del impacto en el FIDA.