Número 10 - Diciembre 2012

Construir la paz usando el desarrollo inteligente

 
 

En Bolivia el Proyecto Vale trabaja para mejorar las prácticas de gestión de recursos naturales. Las prácticas sustentables para la gestión ambiental son una pieza central en la promoción de la paz.

La paz es posible en nuestro tiempo. De hecho, si queremos terminar con la pobreza rural, alimentar al mundo y proteger a nuestro pequeño y amenazado planeta azul, la consecución de la paz no es sólo una meta noble… sino una necesidad.

No hay otro lugar en donde esto se aplique más que en América Latina y el Caribe, en donde la violencia –contra la mujer, jóvenes, pobres y la tierra– obstaculiza las iniciativas de desarrollo, baja el potencial económico y, literalmente, deshila las fibras de la sociedad una hebra y una oportunidad perdida, a la vez.

Sólo podremos alcanzar este objetivo al hacer hoy inversiones inteligentes que brinden a los jóvenes y comunidades marginadas las herramientas que necesitan para sembrar y nutrir las semillas elementales que los lleven a un futuro más bondadoso, más verde, más inteligente y más equitativo.

Si vemos a la región como un todo, vemos que emergen cuatro pilares en la consecución de la paz por medio del desarrollo rural sustentable.

 

Pilares de paz

  1. Mejores ingresos – Después de todo, la violencia surge a partir de la pobreza y la falta de activos. Si se incrementan los ingresos y la base de activos, se reducirá la violencia.
  2. Empleos – Brindar formas alternas para construir una mejor vida. 
  3. Educación – No es necesaria mucha capacitación para alzar una pistola. Pero, ¿qué tan difícil es construir un negocio rentable?
  4. Piense en verde – Malthus tenía razón. Sí tenemos recursos limitados. Proteger nuestra base de recursos naturales es esencial en la creación de un mundo más pacífico.

 

Un vistazo al conflicto

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La inversión en las mujeres rurales es una inversión en educación, nutrición y en nuestro futuro.

¿Qué tan serio es el problema? Según un informe reciente del Banco Mundial, “La espiral de crimen y violencia en Centroamérica amenaza la prosperidad de la región al enfrentarse los países a enormes pérdidas económicas y de vidas como resultado de ella”.

“Aparte del dolor y el trauma ocasionado a las víctimas, la violencia puede costarle a la región hasta ocho por ciento de su PIB si se contabilizan los costos de hacer cumplir la ley, la seguridad ciudadana y los costos de los servicios de salud”, indica el informe Crimen y violencia en Centroamérica – Un desafío para el desarrollo (2011). “No es un cambio insignificante para la región que creció cerca de 2 por ciento del PIB en 2010, mientras que el resto de América Latina creció alrededor del 6 por ciento.”

Sabemos que la violencia es un fenómeno primordialmente urbano en América Latina. De hecho, el informe Pobreza y desigualdad 2011: Informe de América Latina indica que las áreas urbanas en la región se enfrentan, primordialmente a los desafíos de desigualdad, seguridad y dinamismo económico, mientras que las áreas rurales muestran atrasos en el acceso a servicios y a derechos fundamentales como la salud y la educación.

Pero el problema de la violencia no se detiene en el límite urbano. Esta falta de acceso a los derechos fundamentales en el campo está alimentando una rápida tasa de urbanización, proporcionando nuevos luchadores, nuevos integrantes de pandillas y nuevos ladrones que pueden avivar las llamas de la violencia en las ciudades.

También van en incremento los conflictos por los recursos naturales. En Bolivia, por ejemplo, hay más de 1000 conflictos continuos entre comunidades, negocios e intereses internacionales. Muchos de estos conflictos son debido al uso del agua y la tierra, lo que resalta la necesidad de construir sistemas sustentables que gestionen estos recursos escasos, la titulación de la tierra y sean la hebra del idealismo ecológico que pase a formar parte del nuevo tejido social.

 

¿Qué estamos haciendo al respecto?

En toda la región estamos financiando la paz al invertir en la juventud, en la creación de empresas rurales que generen empleos, en programas de capacitación, acceso a mercado, educación y protección de la Madre Tierra.

Por ejemplo, la Junta Ejecutiva del FIDA aprobó en abril un nuevo proyecto para la reducción de la pobreza para Perú por 36.5 millones de dólares estadounidenses. El proyecto busca duplicar los ingresos rurales, construir la inclusión social y será clave en la consecución de la meta del gobierno peruano de reducir la pobreza por 10 por ciento para el 2021. Además, el proyecto incluye una donación del FIDA por USD 1.5 millones para el avance de sociedades público-privadas entre comunidades locales y empresas mineras que mejoren la gestión del agua en la sierra alta.

En esa misma sesión, la Junta Ejecutiva también aprobó dos proyectos nuevos para Brasil. Estos proyectos beneficiarán a más de 80,000 familias pobres que viven en áreas rurales a un costo total de USD 133 millones, de los cuales USD 56 millones son financiados por el FIDA. El enfoque de los proyectos es la educación como herramienta central para vencer la pobreza.

También firmamos un acuerdo en octubre con el estado brasileño de Paraíba para un proyecto social nuevo por USD 49 millones que trabajará con grupos tradicionalmente marginados, como las mujeres y los jóvenes, brindándoles las herramientas y tecnologías necesarias para crear sus negocios, mejorar los activos del hogar, reducir la desnutrición infantil, sobreponerse a la pobreza rural y contribuir a una gestión sustentable de recursos naturales.

En Colombia seguimos financiando proyectos innovadores para la reducción de la pobreza diseñados para construir la paz y mejorar la inclusión social. Hace poco firmamos un acuerdo de préstamo nuevo con el gobierno de Colombia para el Proyecto Confianza y Oportunidad por USD 69 millones.

El proyecto busca mejorar la seguridad alimentaria, facilitar el acceso a servicios financieros y comunitarios, mejorar los ingresos de los pequeños productores en casi 32 por ciento, y crear mecanismos que reconstruyan el tejido social de un país que ha sido testigo de la guerra y violencia endémica por más de 30 años.

En esta edición de Ventana Rural, daremos un vistazo a cómo los proyectos financiados por el FIDA están sembrando paz en lugares como Honduras, Nicaragua y Perú. Estos proyectos se concentran directamente en el desarrollo tradicional como mecanismo para mejorar el tejido social de las comunidades locales. Al final, sólo las hebras resistentes podrán soportar las fuerzas de la violencia y el conflicto. Sólo las hebras resistentes podrán tejer el tejido de la paz..

 

Vinculos

 


Nuevos informes de nuestros socios en gestión de conocimiento

Rural Territorial Dynamics Program – Final Report 2007-2012 from IFAD International Fund for Agricultural Development

Entre 2007 y 2012, el Programa de Dinámicas Territoriales Rurales trabajó con más de 50 organizaciones en once países de América Latina para explicar porqué algunos territorios rurales alcanzaron mayor crecimiento económico, sustentabilidad ambiental e inclusión social, mientras que otros demostraron atrasos considerables en su desarrollo. Con el conocimiento obtenido de este trabajo, el programa colaboró en el diseño e implementación de estrategias públicas, políticas, programas y proyectos en toda la región. El programa se benefició del apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) de Canadá, el FIDA y el Programa de Ayuda de Nueva Zelanda. El informe final preparado por la agencia implementadora, el Rimisp - Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, destaca las lecciones aprendidas de este programa innovador. Lea más al visitar el portal web Dinámicas Territoriales Rurales en www.rimisp.org/dtr.

Experiencias del FIDA sobre escalonamiento en Perú, Estudio de caso y esquema analítico from IFAD International Fund for Agricultural Development


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Para aprender más acerca del trabajo del FIDA por la paz y la inclusión social en América Latina, visite nuestra más reciente serie de entrevistas que destacan el trabajo de nuestros talentosos Gerentes de Programa de País en toda la región.


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Romper el ciclo de la violencia en Honduras

Honduras es uno de los países más violentos en toda América Latina. En las últimas décadas, el tráfico de droga, los bloqueos a las carreteras, las extorsiones y el robo son el pan de cada día en este pequeño país centroamericano.

Y, aunque el problema de la violencia ocurre principalmente en las ciudades grandes, está extendiéndose hacia el área rural, afectando los niveles de ingreso y producción; además, los pequeños productores se ven en aprietos para generar dinero para subsistir, para mantener a sus hijos en la escuela y para retener las ganancias en sus bolsillos.

Entonces, ¿cuáles son los mayores desafíos a los que se enfrentan los productores rurales en la región y cómo están trabajando los proyectos que cuentan con el respaldo del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) para apalancar iniciativas de desarrollo sustentable en el área rural hondureña y así generar paz?

Según los directores del proyecto respaldado por el FIDA –Proyecto Mejorando la Competitividad de la Economía Rural en Yoro (PROMECOM) y del Programa de Desarrollo Rural Sostenible para la Región Sur (EmprendeSur)–, la respuesta se encuentra en apoyar el empleo, en crear oportunidades y en garantizar la educación.


¿Qué tan grande es el problema?

 
 

Jovencitas encuentran trabajo en la planta caficultora COCASAM, que produce café de exportación, gracias al apoyo recibido del programa EmprendeSur.

Honduras se ha convertido en un puente para las drogas que ingresan a Estados Unidos y tiene un problema serio con las pandillas, además de una de las tasas más altas de asesinatos en el mundo. Hay 86 asesinatos por cada 100,000 habitantes –más de la mitad de ellos, jóvenes.

Aún más desconcertante es la tasa de desempleo para los jóvenes. La tasa nacional de desempleo en Honduras ronda el 3.9 por ciento. Pero el sub-empleo es común y unos 800,000 jóvenes no trabajaron ni estudiaron en el 2011. La tasa de desempleo para los jóvenes está en aproximadamente 38 por ciento. El plan nacional para estimular el empleo para la juventud ya está en marcha e incluye empleos agrícolas como no agrícolas.

Considerado un país de ingreso medio-bajo, Honduras tiene problemas con una pobreza persistente, con la inseguridad alimentaria y con temas de inequidad. En las áreas rurales, 63 por ciento de las personas viven en pobreza y 50 por ciento están considerados como en extrema pobreza.

“A nivel nacional la violencia ha afectado de alguna manera a nuestros agricultores, más que todo por robo. En algunas partes de las áreas de participación del proyecto puede verse que hay intimidación de parte de pandillas y narcoactividad”, dice Rafael Guillén, director de PROMECOM. “El desempleo es un detonante importante en este tipo de violencia, pues genera desplazamiento de los jóvenes y mujeres del área rural hacia la ciudad. Son ellos mismos quienes terminan desempleados en las ciudades y siendo utilizados como criminales.”

Dentro del área de intervención de EmprendeSur, la violencia –que incluye asesinatos, ataques en carretera, intimidación y soborno– ahuyenta a los posibles inversionistas y lleva a algunos productores a trasladarse a áreas más seguras. Esto ha creado algunos efectos localizados que afectan al estrato más bajo: los costos de producción son más altos porque hay menos personas involucradas en la fuerza laboral, y los nuevos gastos en medidas de seguridad, tales como guardias armados y cercas, se añaden a los costos operativos.

“Las pandillas y maleantes cobran a los pequeños productores un ‘impuesto de guerra’ semanalmente”, dice Arturo Oliva Herrera, Director del Programa EmprendeSur. “Las carreteras no son seguras y dificultan el traslado de productos al mercado. Estos asaltos también ahuyentan a las agencias de cooperación y mantienen a las comunidades en alerta elevada.”

Ridoniel Rodríguez es miembro de la Asociación de Caficultores de San Marcos de Colón. La violencia ahí ha incrementado sus costos de producción. Su organización no solo paga una tarifa adicional en concepto de gasolina y mantenimiento de vehículos para la policía local, sino también ha tenido que construir cercas perimetrales en las plantaciones de café, porque son vulnerables a robos.”

“En nuestra aldea han secuestrado a productores. Algunos han muerto porque no pudieron pagar el rescate. Cinco agricultores murieron en los últimos cinco años”, dice Rodríguez.

 

Desarrollo de la paz

   
 

Un agricultor del proyecto PROMECOM evalúa sus cultivos.

 

“En toda Centroamérica hemos visto que los proyectos de desarrollo sustentable como EmprendeSur y PROMECOM pueden contribuir mucho para la paz”, dice Joaquín Lozano, Coordinador del FIDA para Centroamérica. “Aunque estos proyectos son relativamente recientes, están progresando al brindar educación y empleo para los jóvenes; además, reconstruyen el tejido social que había sido rasgado por las pandillas, el dinero fácil, la violencia endémica y la falta de oportunidades. Esto le brinda a los jóvenes un mayor acceso al crédito, a los instrumentos financieros, a tierra y a activos productivos.”

 

El Programa Nacional de Desarrollo Local (PRONADEL), financiado por el FIDA, cerró en 2009. Según los informes de cierre del proyecto, éste generó 2518 proyectos productivos para mejorar la seguridad alimentaria con la producción de productos básicos y granos. Benefició a más de 22,000 familias y 93 microempresas, además de que generó unos 1900 empleos. También contribuyó al establecimiento de asociaciones rurales de ahorro y promovió un incremento del 15 por ciento en la cantidad de propiedades rurales registradas legalmente dentro del área del proyecto y la consiguiente emisión de más de 23,000 títulos de propiedad.

PROMECOM, un proyecto que sigue en operaciones, ha priorizado a las mujeres, a los jóvenes, así como a las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYME), porque, dicen ellos, son impulsores fundamentales del empleo en la región. En general, el apoyo a las MIPYME en el área del proyecto ha generado más de 2000 empleos temporales y permanentes.

También trabajan con comunidades pobres y extremadamente pobres para mejorar la vivienda y garantizar la seguridad alimentaria, construir capacidades a lo interno de organizaciones y proveer a los jóvenes con las herramientas y capacitación necesarias para convertirse en agricultores exitosos.

El proyecto ha generado miles de empleos permanentes y temporales con estos programas. La iniciativa de granos básicos del PROMECOM trabaja con el Programa Mundial de Alimentos en la compra de granos básicos a un precio justo de los productores locales. El proyecto calcula que esto ha generado unos 950 empleos permanentes y más de 1200 temporales.

El trabajo con la Asociación Guatemalteca de Exportadores (AGEXPORT), entidad que cuenta con el apoyo del FIDA, y con los caficultores en la región está mejorando su acceso a los mercados locales y regionales, y a los exportadores de comercio justo. También se han asignado otros fondos del proyecto para la construcción de estufas ambientalmente amigables, silos metálicos y huertos familiares. Las iniciativas agroforestales y de diversificación también han echado raíz.

“EmprendeSur está promoviendo oportunidades para los jóvenes rurales y ha implementado programas educativos de valores, morales, inclusión, salud, VIH, género y desarrollo económico con el objetivo final de incluir dichos temas en la perspectiva para los jóvenes”, dice Oliva. “Asimismo, estamos fortaleciendo a las municipalidades para que mejoren sus proceso de planificación.”

Estas iniciativas financiadas por el FIDA, así como el fortalecimiento de centros municipales, brindan una seguridad mejorada a múltiples aldeas en Centroamérica.

Igualmente importante es la construcción de mejor acceso a mercados y de flujos confiables de ingresos –en resumen, formas legítimas de ganar más dinero–.

“El incremento en el ingreso familiar a nivel agrícola reduce la violencia, porque las personas se mantienen ocupadas con actividades que mejoran su calidad de vida”, dice Rodríguez. Por ejemplo, el cultivo de café genera seis meses de trabajo de cosecha y otros seis de cuidado de los cafetos para los jóvenes en el área.

“La agricultura es una forma de vida en peligro de extinción en muchas comunidades, pues los jóvenes migran a otros países y no queda nadie que le dé seguimiento a la tradición productiva. Después, necesitan vender su tierra y no queremos que eso suceda,” dice Rodríguez.

 
 

Evaluación de las condiciones bio-físicas de la producción de ajonjolí con un grupo de agricultores con el apoyo de EmprendeSur.

   

 

¿Cómo rompemos el ciclo de la violencia?

A estas alturas, la mayoría de mecanismos en marcha para cortar la violencia en Honduras son métodos “coercitivos”, tales como prisión y penalizaciones, según Oliva.

Para combatirlo, los jóvenes deben tener acceso a capital de riesgo y a otros instrumentos financieros creativos con capacitación especializada en negocios, tecnología y planificación rural. Finalmente, dice Oliva, las empresas deberían recibir incentivos por emplear jóvenes.

“La creación de fondos permanentes para pequeños productores –como los fondos ambientales en Nicaragua y Honduras, así como el Banco de Desarrollo de Costa Rica que financia iniciativas agrícolas– abren oportunidades para la creación de más empleos”, dice Oliva.

 

El rol de las multinacionales

Honduras tendrá elecciones generales en noviembre de 2013, pero según los representantes de EmprendeSur y PROMECOM, no se contempla que haya temas que afecten la sustentabilidad de estas iniciativas a largo plazo.

Dado que el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas es el garante, el proceso de contratación de personal en este proyecto es seguro y transparente, y las inversiones realizadas por el proyecto a favor de los grupos de agricultores están autorizadas de conformidad con las necesidades del área rural, según dice Guillén.

Las multilaterales y otras instituciones internacionales como el FIDA pueden ayudar a garantizar el éxito del proyecto al concentrarse en brindar los medios legales que formalicen la economía regional, crear plataformas de diálogo, y fortalecer las capacidades locales y nacionales para la gestión de programas como EmprendeSur y PROMECOM, dicen los representantes del proyecto.

Un componente crucial podría ser la creación de un fondo agrícola que no se enfoque únicamente en los que tienen poco, sino también en los hijos de agricultores que ahora han alcanzado el éxito. “Si se les da la oportunidad, estas personas pueden crear empleos sólidos”, dice Oliva.

 

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Perú es líder en modelos innovadores de desarrollo rural socialmente incluyentes

Por Roberto Haudry

 
 

Las ferias para compartir conocimiento unen a las comunidades.© Annibale Ferrini, Proyecto Desarrollo Territorial Rural con Identidad Cultural/Rimisp.

   

Líderes del mundo, tomen nota. El ‘libre mercado’ funciona mejor cuando se es socialmente incluyente. Tan solo vean el ejemplo de Perú, en donde la competencia y las políticas macro-económicas del libre mercado están funcionando juntamente con políticas de desarrollo rural socialmente incluyentes con el propósito de crear una de las economías de más rápido crecimiento y más dinámicas en el hemisferio occidental.

Este será el modelo para el desarrollo económico del siglo 21. Al centro de este modelo están los pequeños productores, empresas rurales y comunidades marginadas —pueblos indígenas, mujeres y jóvenes— que hacen que esto sea posible. Estas son las personas que alimentarán al mundo mañana, nos protegerán de los efectos del cambio climático y construirán un futuro sustentable para nuestro planeta en peligro.

¿Cómo ha logrado esto Perú? ¿Cómo es que una nación con una muy conocida historia de violencia, inestabilidad y vulnerabilidad económica ha hecho crecer su PIB en 6.9 por ciento en 2011, ha salido relativamente ileso de la recesión mundial y ha construido caminos hacia la paz y la sustentabilidad?

Lo han logrado al poner a sus ciudadanos primero, al haber invertido en los pueblos indígenas y pequeños agricultores, al crear cuentas de ahorro para mujeres y oportunidades para la juventud. Lo han hecho al transformar a los agricultores de subsistencia en empresarios rurales.

   
 

Tejiendo en Sibayo.©Annibale Ferrini, Proyecto Desarrollo Territorial Rural con Identidad Cultural/Rimisp.

 
     

Me enorgullece decir que mi organización, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), ha desempeñado un rol proactivo en esta transformación al financiar programas manejados nacionalmente – incluso un proyecto de USD 36.5 millones recién aprobado por la Junta Ejecutiva del FIDA que brindará apoyo a 40,000 familias pobres rurales en la Sierra y la Selva Alta –, que han resultado en varias innovaciones en la inclusión social. Estas innovaciones se han vuelto parte de la estrategia nacional de Perú para la reducción de la pobreza rural y para ofrecer varias lecciones valiosas para el resto del mundo.

Los concursos públicos han sido clave y ahora se realizan en todos los programas de desarrollo rural en Perú para asignar recursos a proyectos y para gestionar los activos naturales. Al competir los agricultores familiares contra los demás para conseguir fondos, asistencia técnica y recursos naturales —fondos que ellos mismos manejan a través del Sistema de Asignación Local de Recursos— se convierten en los principales impulsores de su propio desarrollo.

Este enfoque impulsado por la demanda asegura la sustentabilidad a largo plazo para las inversiones de proyectos y ha sido replicado en otros proyectos de desarrollo rural que incluyen al proyecto Aliados, financiado por el Banco Mundial, en Perú y otros proyectos financiados por el FIDA en la región andina.

Central para la singular marca del desarrollo rural en Perú es el concepto de invertir en talentos locales. Empleando el Proyecto de Manejo de Recursos Naturales de la Sierra del Sur (MARENASS), comenzamos a invertir en yachaq (capacitadores jefe) quienes compartieron su conocimiento de técnicas agrícolas, gestión de suelo, acceso a mercado y ahorros con sus yachacchiqs (o pupilos). Estos estudiantes pronto se convierten en los maestros que comunican las poderosas semillas nuevas del conocimiento a las comunidades rurales vecinas.

   
 

El cóndor es un símbolo de poder y salud en la cultura andina. Foto cortesía de Annibale Ferrini, Proyecto Desarrollo Territorial Rural con Identidad Cultural/Rimisp.

 
     

La pobreza rural descendió 24.2 por ciento del 2001 al 2010 en Perú y el gobierno se ha comprometido a bajar la pobreza generalizada en otro 10 por ciento para el 2021. La inversión del gobierno en las mujeres rurales también ha sido fundamental para este éxito. Por ejemplo, el Proyecto Sierra Sur ha trabajado con unas 9000 mujeres para abrir cuentas de ahorro. Con las contribuciones complementarias de la financiación del proyecto, estas mujeres tienen ahora más de 1 millón de dólares estadounidenses en ahorros acumulados.

Ciertamente, queda mucho por hacer en Perú. A nivel nacional, casi un tercio de la población no gana lo suficiente para satisfacer sus necesidades de alimentación básica. Pero al ver estas lecciones aprendidas en el campo —y al compartirlas en todo el mundo con las ‘Rutas de Aprendizaje’ patrocinadas por el FIDA— estamos viendo que las innovaciones construidas en Perú para la inclusión social pueden ser mecanismos poderosos para terminar con la pobreza rural en otras partes del mundo.

Acerca de Roberto Haudry

Roberto Haudry es el Gerente de Programa del FIDA en Perú. Doctor del Programa de Estudios de Sociedades Latinoamericanas de la Universidad de París III Sorbonne Nouvelle, Haudry posee más de 25 años de experiencia en temas de desarrollo rural y gestión de programas y proyectos en América Latina. Su investigación y temas de interés se centran en desarrollo territorial con identidad cultural, promoción de mercados financieros, pueblos indígenas amazónicos, descentralización y desarrollo local, y procesos de integración regional.

Originalmente publicado en español en El Peruano.

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Publicaciones

Rural Poverty in Peru from IFAD International Fund for Agricultural Development

 

Experiencias del FIDA sobre escalonamiento en Perú, Estudio de caso y esquema analítico from IFAD International Fund for Agricultural Development

 

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Caras

Inversión en la juventud, empleos, educación y negocios rurales trabajan por la paz en Nicaragua

   
 

El trabajo arduo es una alternativa a las drogas y a las pandillas para los jóvenes productores.

 
     

La paz por medio del desarrollo viene en muchas formas y tamaños. Y Nicaragua –un país que sigue recuperándose luego de una guerra de casi 20 años, pobreza endémica, una infraestructura débil y la guerra contra las drogas justo al norte–, ofrece lecciones valiosas acerca de cómo crear mecanismos sustentables para la paz al invertir en los pobres rurales.

De hecho, según la mayoría de cálculos, Nicaragua es el país más seguro en Centroamérica y es el tercero más seguro en América Latina. Empata con Costa Rica en la tasa más baja de asesinatos en el istmo, con apenas 12 homicidios por cada 100,000 habitantes en el 2009. Ese mismo año, la tasa de asesinatos por 100,000 en El Salvador era de 76, en Honduras era 67 y en Guatemala, descendió a 48.

“Nicaragua nos ofrece un estudio de caso único para la región. Si uno analiza la historia bélica de la nación, en las rutas de tráfico de droga que recorren sus playas, con niveles de pobreza y otros factores que detonan la violencia, el país debería de ser uno de los puntos más peligrosos de toda América Latina, pero gracias a una sólida gestión de la macro economía y a los continuos esfuerzos por mejorar la seguridad ciudadana, las oportunidades para los jóvenes y los modelos de producción de agricultura sustentable –para que el país produzca los alimentos que consume–, toda Nicaragua está encontrando caminos para avanzar, alimentar a su gente y reducir la pobreza”, dice Ladislao Rubio, el Gerente de Programa de País del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) para Nicaragua.

 

La pobreza en contexto

Nicaragua es el segundo país más pobre en América Latina, con el ingreso per cápita más bajo entre los países centroamericanos (USD 1,239 en 2011, según el Banco Central de Nicaragua). La economía de Nicaragua ha crecido en los últimos 10 años, con tasas de 4.5 y 4.7 por ciento en 2010 y 2011, respectivamente.
Según cifras del Banco Central de Nicaragua, el sector agrícola es motor de la economía y representa 20 por ciento del PIB. El sector produce más de 60 por ciento de las exportaciones anuales, significa más de 30 por ciento de la fuerza laboral y cultiva 70 por ciento del alimento.
La inversión extranjera subió de USD 510 millones en 2010 a USD 968 millones en 2011, según el Banco Central de Nicaragua.

A pesar de los indicadores positivos éstos no son suficientes para alcanzar el nivel de otras economías en la región, ni para hacer frente a los persistentes niveles de pobreza generalizada (42.5 por ciento) y pobreza extrema (14.6 por ciento).

La pobreza rural extrema en Nicaragua, como un todo, bajó de 30.5 por ciento en el 2005 a 18.2 por ciento en el 2009, con un descenso en la malnutrición global de 6.7 por ciento a 4.6 por ciento en el mismo período.

“Aunque queda mucho trabajo por hacer en los campos de la protección ambiental, la educación, el acceso a la tierra y al crédito, toda Nicaragua está evitando la violencia, reduciendo la pobreza y apoyando las iniciativas a favor de los agricultores”, dice Rubio. “En el corazón de todo ello está el esfuerzo concertado por involucrar y apoyar a los talentos rurales jóvenes de Nicaragua.”

Estudios recientes producidos por la Corporación Procasur, con el apoyo de las comunidades locales, la Institución para el Desarrollo Rural y el reciente Ministerio de la Economía Familiar de Nicaragua, brindan ejemplos sólidos de participación eficaz con los jóvenes en proyectos financiados por el FIDA.

Según Procasur, hay cuatro pilares centrales en la participación con jóvenes. Incluyen el acceso a asistencia técnica y de desarrollo de empresas, inserción en mercados laborales, acceso a tierra y a capital productivo, y acceso a servicios financieros.

 

Educación y desarrollo técnico

   
 

Una cooperativa de artesanos en Nicaragua, apoyada con fondos de PRODESEC, permite que los jóvenes trabajen y estudien.

 
     

Hay dos proyectos financiados por el FIDA en Nicaragua –el proyecto en marcha de USD 38 millones para la Inclusión de Pequeños Productores en Cadenas de Valor y Acceso al Mercado (PROCAVAL) y el proyecto recién concluido Programa de Desarrollo Económico de la Región Seca de Nicaragua (PRODESEC), con un valor de USD 28 millones–, que ofrecen lecciones valiosas en educación y desarrollo técnico para jóvenes.

“Al brindar acceso a la educación, los programas con nuevas técnicas y tecnologías como PRODESEC y PROCAVAL, ofrecen a los jóvenes oportunidades viables y alternativas al tráfico de drogas, pandillas o la delincuencia”, dice Rubio.

Más de 40 grupos comerciales, es decir unas 25,000 personas, han recibido capacitación a través de PROCAVAL para comenzar negocios y empresas.

Un gran ejemplo del involucramiento del proyecto con los jóvenes y la educación lo encontramos en la Cooperativa de la Unión de Agricultores Soppexcca. Esta cooperativa de exportadores de café trabajó con PROCAVAL para fortalecer las cadenas de valor y la capacidad productiva.

Con esos nuevos canales de ingresos, la cooperativa está invirtiendo en donaciones educativas para los hijos de los miembros. Alrededor de 90 por ciento de los jóvenes asociados con la cooperativa han podido acceder a la educación superior, estudiar agronomía, ingeniería, enfermería y otros estudios técnicos.

El proyecto tiene un Centro para Mujeres que brinda educación de salud sexual y reproductiva para jovencitas. También proporciona paquetes escolares que incluyen uniformes y libros para los niños en edad escolar de los miembros.

Los jóvenes recibieron capacitación para convertirse en baristas en los cafés de las cooperativas, catadores de productos y técnicos de ventas.

Muchos jóvenes involucrados en el proyecto también son parte del programa “Muchachitos del Café”. Con este programa han aprendido más acerca de la cadena de valor del café y ahora están tomando la batuta para educar a miembros de mayor edad en la cooperativa, tanto en iniciativas de negocio como en destrezas básicas de lectura.

“Cuando estudiamos en la secundaria, nos pidieron que alfabetizáramos a cuatro personas. Recibimos la información necesaria para hacer la tarea. Fue muy satisfactorio porque los adultos aprendieron a escribir y a leer y se sentían muy orgullosos”, dice un integrante de “Muchachitos del Café” en un estudio de caso reciente de la cooperativa por Procasur.

Otro ejemplo excelente de la participación en la educación está en Rancho Grande y la Cooperativa Waslala en el departamento de Matagalpa. Procaval apoyó el proyecto de cacao orgánico y la certificación de libre comercio al fortalecer la cadena de valor del cacao y al enseñar a los agricultores cómo cultivar productos mejores y más valiosos.

Los jóvenes serán clave en el éxito a largo plazo de esta empresa. Más o menos una de cada tres personas en la municipalidad casi enteramente rural de Rancho Grande y Waslala tienen entre 15 y 29 años de edad. Alrededor de 70 por ciento de las personas rurales viven en la pobreza y casi la mitad de las personas que viven ahí son analfabetas.

“El proceso productivo completo está diseñado para ser adoptado por jóvenes; hoy es por los adultos, pero mañana –y no hablo de un mañana 5 años a partir de ahora–, será por los jóvenes”, dice Saúl Divas, integrante del equipo técnico de la cooperativa.

La cooperativa comenzó a ofrecer programas educativos rurales desde inicios del 2011. Ahí los jóvenes y niños hijos de los miembros de la cooperativa estudiaron la producción orgánica del cacao –que incluye la inspección de la planta, almacenamiento y promoción–, en seminarios intensivos que duraron unos 12 días.

“Antes de los ejercicios de construcción de capacidades, antes el proyecto, yo no pensaba en nada. Pienso que no creía que yo pudiera crear algo en lo cual pudiera sobresalir. Antes me sentía marginada”, dice Marisol Zeledón, de 29 años de edad.

 

Inserción en los mercados laborales

El crecimiento laboral es uno de los mayores éxitos de los proyectos financiados por el FIDA en Nicaragua. El proyecto PRODESEC proporcionó oportunidades de empleo a unas 60,000 personas.

En total, el programa apoyó a más de 400 planes de negocios diseñados para generar empleo rural. Proporcionó apoyo técnico y financiero a más de 300 negocios y trabajó con más de 250 negocios agroindustriales para mejorar los niveles de producción y la seguridad alimentaria.

Aun más impresionante fue la cantidad de jóvenes que se involucraron en el proyecto, casi 20 por ciento de los planes de negocios crearon nuevos empleos para jóvenes en áreas rurales.

   
 

La fábrica de cajas de cigarros puros Ay Qué Lindo ha creado 40 empleos.

 
     

Uno de dichos negocios fue la fábrica de cajas de cigarros puros, Ay Qué Lindo. PRODESEC dio a la empresa una inversión inicial de USD 6,000 para fabricar las cajas finas de cigarros puros que ellos venden a un exportador. Los jóvenes que manejan el negocio tomaron este dinero semilla y construyeron un negocio exitoso. Hoy les dan empleo a unos 40 jóvenes.

“Yo era de la calle, súper vago”, dice Laimer, quien trabaja en la fábrica. “Esto me ha servido como un Centro de Rehabilitación. Me ha ayudado mucho. Ahora aporto al hogar y sé cómo llevar un plato de comida al hogar.”

 

Acceso a tierras y a capital productivo

“Uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan los jóvenes es el acceso a la tierra y al capital productivo”, dice Rubio del FIDA. “Los viejos retienen el control de estos activos valiosos y los jóvenes terminan migrando a las ciudades en búsqueda de nuevas oportunidades. Una vez llegan a las ciudades, o hacen el sacrificio máximo y crean una mejor oportunidad para las generaciones futuras, o terminan cayendo en una espiral descendiente de violencia, crimen y abuso de sustancias. Al proporcionar oportunidades reales para construir la igualdad y al formar realmente parte de la sociedad rural como un todo esperamos aportar opciones viables apartadas de la violencia, garantizar la seguridad alimentaria para generaciones por venir y crear un ambiente rural que sea robusto, dinámico e inclusivo.”

La Cooperativa Soppexcca provee a estos jóvenes de crédito para comprar tierra y los jóvenes reúnen sus recursos para comprar tierra entre todos. Sin embargo, el acceso al crédito para los jóvenes sigue siendo un desafío.

 

Acceso a servicios financieros

“La mayoría de la gente está de acuerdo en que el acceso al crédito y al capital de riesgo para los jóvenes es un gran desafío en la región. La siguiente generación de proyectos financiados por el FIDA busca remediar esta situación”, dice Rubio.

La empresa Ay Qué Lindo ha hecho un arreglo con su comprador principal para conseguir una línea de crédito que les permita construir el negocio, y los proyectos financiados por el FIDA, como PRODESEC, han transferido millones de dólares a microempresas.

“Apenas es el inicio”, dice Rubio. “El Programa de Desarrollo Rural para la Costa del Caribe (NICARIBE) está incrementando sus operaciones. El programa trabajará con más de 100 comunidades en la costa del Caribe, para permitir que los pobres rurales en dichas áreas mejoren su productividad, el acceso a mercados, ganen más dinero y creen mejores oportunidades para sus hijos.”

El FIDA ha colaborado con el gobierno de Nicaragua desde la década de 1980. En este tiempo, el Fondo ha movilizado unos USD 250 millones, de los cuales USD 104 millones fueron en la forma de co-financiamiento, para beneficiar a unas 670,000 personas. Entre 2005 y 2012, el FIDA financió USD 57 millones en actividades de desarrollo rural en Nicaragua, con aportes adicionales por USD 43 millones de otras fuentes.

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