Enseñanzas de El Niño

IFAD Asset Request Portlet

Publicador de contenidos

Enseñanzas de El Niño

Tiempo estimado de lectura: 5 minutos
© FAO/Fahad Kaizer

Cuando tenía ocho años, mis primeras Navidades en Bolivia estuvieron marcadas por lluvias torrenciales, granizos como piedras, corrimientos de tierras e inundaciones masivas. Oí que los adultos de mi entorno hablaban de El Niño.   

Cautivado como estaba por el rico folclore del país, que invocaba a una madre renaciendo de un lago, espíritus paternales de las montañas y tíos demoníacos que habitan en túneles, supuse que el tal niño era un personaje más del tapiz mitológico. 

Por aquel entonces, no tenía ni idea de que volvería a cruzarme con El Niño, ni de la creciente influencia que este acabaría teniendo a lo largo de mi vida.  

 

Un indicador de lo que nos espera 

Imagen por satélite de la temperatura de la superficie del mar en el océano Pacífico en octubre de 2015. Los colores naranja oscuro y rojo muestran temperaturas superiores a lo normal y son indicativas de El Niño. © NOAA

 

La Organización Meteorológica Mundial anunció el inicio de El Niño —esto es, el calentamiento inusual de las aguas superficiales del océano Pacífico oriental— a comienzos de julio, cuando tuvo lugar la semana más calurosa jamás registrada a nivel mundial.  

A pesar de su mala fama por causar un gran alboroto climático, el aumento de las temperaturas durante El Niño es de apenas 0,2 °C. Sin embargo, al combinarse con el incremento de 1,2 °C en la temperatura global originado por el cambio climático, este episodio de El Niño nos da una idea de cómo será la vida cuando, inevitablemente, alcancemos el aumento máximo de la temperatura que se estipula en el Acuerdo de París.  

Los incendios del Canadá y Hawai nos recuerdan que la crisis climática no conoce fronteras económicas ni geográficas. Aun así, estamos peligrosamente cerca de aceptar esta realidad como una "nueva normalidad" imposible de evitar. El Niño es un recordatorio incómodo, a la par que oportuno, de que no podemos permitirnos no actuar, y de que ha llegado la hora de hacerlo.   

 

La madre naturaleza tiene la respuesta 

En todo el mundo, los patrones meteorológicos son cada vez más erráticos, lo que con frecuencia tiene consecuencias nefastas para la seguridad alimentaria y los medios de vida. © FAO/Michael Tewelde

 

Aunque algunos podrán soportar el aumento de las temperaturas en casas con aire acondicionado, las vidas de las personas a las que el FIDA presta sus servicios se definen por su interacción con los elementos. Las buenas temporadas de cosecha se celebran y veneran; sin embargo, han pasado a ser cada vez más infrecuentes y erráticas, lo que suele tener consecuencias nefastas para la seguridad alimentaria y los medios de vida. 

Los efectos de El Niño son evidentes durante un año, más o menos, y suelen alcanzar su máximo exponente en época navideña. Si bien los modelos pueden anticipar los posibles impactos a nivel macro, los productores suelen experimentar una variabilidad e incertidumbre superiores a las esperadas. Esto hace que debamos preparar a los productores para que puedan responder a un abanico más amplio de fenómenos climáticos. 

¿De qué manera? Como suele ser habitual, las lecciones más valiosas pueden encontrarse en los sistemas naturales, que han soportado miles de millones de años de evolución hasta dar lugar al planeta que conocemos hoy en día.  

Los sistemas de producción agrícola que emulan los ecosistemas en los que habitan se caracterizan por suelos más saludables, una producción más diversa y una mayor resistencia frente a los fenómenos extremos. Todas las soluciones de carácter comunitario que se basan en la naturaleza, desde la agroecología hasta la permacultura, parten del mismo principio fundamental de imitar la naturaleza.  

En particular, los Pueblos Indígenas de todo el mundo hacen especial hincapié en proteger la naturaleza y el medio ambiente, que están fuertemente vinculados a su tejido cultural. No sorprende, por tanto, que la Pachamama, o "madre tierra", sea la diosa más famosa de la mitología andina. 

 

Todos debemos contribuir 

It's important that we invest in preventing and mitigating the effects of extreme weather. © FAO/Dante Diosina

 

Las comunidades rurales son tan diversas como el mundo en que viven. Las prácticas agropecuarias dependen de la geografía, el clima, las dinámicas sociales y el patrimonio histórico.  En consecuencia, una misma solución no sirve para todos. En cambio, los proyectos del FIDA están dirigidos por las propias comunidades y se adaptan a cada contexto con el objetivo de crear, de manera conjunta, sistemas alimentarios verdaderamente resilientes.   

Incluso si emplea prácticas sostenibles, la agricultura no puede hacer frente a todos los fenómenos meteorológicos extremos. Por eso, la labor del FIDA se centra en prevenir y mitigar los efectos de las condiciones meteorológicas extremas, como en Bangladesh, donde el sistema de alerta de inundaciones repentinas, financiado por el ASAP, avisa a las comunidades locales de los cambios en la meteorología, o la Cooperativa Allima Cacao, en el Perú, donde las bandejas retráctiles de secado protegen las cosechas de la creciente imprevisibilidad de las lluvias. Cabe destacar que las políticas nacionales también brindan una serie de servicios financieros y protección social que anticipan y mitigan las repercusiones de los desastres naturales.  

Me gusta pensar que, durante esos instructivos años en Bolivia, se plantaron las semillas de la concienciación que configuraron mi manera de ver el mundo. Años después, me enorgullece trabajar junto con las comunidades para fortalecer nuestros lazos con la naturaleza en respuesta a una crisis mundial.  

A través de una colaboración estrecha con los agricultores que conocen bien sus tierras, el FIDA está logrando un futuro resiliente y sostenible para las poblaciones rurales.