El contexto

La República de Fiji es un archipiélago compuesto por unas 330 islas y más de 500 islotes. El sector agrícola da empleo a casi dos tercios de la fuerza de trabajo. Más de un tercio de la población de Fiji vive en condiciones de pobreza.

En el último decenio, el sector agrícola representó en promedio el 10,6 % del producto interno bruto (PIB) total anual de Fiji, lo que supuso una disminución con respecto al 16 % de la década de 1990. Entre los problemas recientes cabe destacar el declive de la industria azucarera, la incapacidad para hacer frente a la liberalización del comercio, los desastres naturales, los brotes de plagas y enfermedades y las restricciones comerciales en los mercados de exportación.  

La economía ha seguido creciendo y, aunque las exportaciones de azúcar han disminuido, el sector agrícola se está expandiendo. Sin embargo, el país es sumamente vulnerable a los desastres naturales.  

La agricultura, la silvicultura y los ecosistemas marinos están amenazados por la creciente presión demográfica y el cambio climático. Las inclemencias meteorológicas constituyen un grave peligro para la población rural pobre, sobre todo para los productores agrícolas, así como una amenaza para sus ingresos.

La estrategia

Durante más de 30 años, el FIDA ha estado proporcionando asistencia financiera y técnica para ayudar a la población rural del Pacífico a mejorar sus vidas. Aunque el FIDA ha financiado numerosas actividades en Fiji a través de organismos y programas regionales, la primera inversión financiada con cargo al programa del Fondo en el país se aprobó en 2015.

Las operaciones del FIDA se centran especialmente en las comunidades de las zonas remotas y las tierras altas de Fiji, así como en las inversiones que benefician a los jóvenes y las mujeres.  

Los proyectos respaldados por el FIDA tienen por objeto hacer frente a los desafíos más urgentes de la población rural. Una de las principales esferas en las que se centran es en la producción de cultivos alimentarios locales, en especial de alimentos autóctonos y tradicionales que puedan soportar los cambios del clima y proporcionar comida nutritiva a la población local.

Entre las principales actividades, cabe señalar las siguientes:

• ayudar a los pequeños agricultores a producir y comercializar cultivos de alto valor, en particular mediante la certificación orgánica; 
• fomentar el desarrollo del sector agroindustrial facilitando las asociaciones entre pequeños productores y entidades privadas y fortaleciendo la capacidad institucional del Ministerio de Agricultura, y
• reforzar la participación local y los mecanismos de gobernanza para que las comunidades rurales se involucren en los procesos nacionales de elaboración de políticas y planificación.