Los productores de Mozambique están a la altura del desafío

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Los productores de Mozambique están a la altura del desafío

La Ministra de Desarrollo Internacional de Noruega, comparte sus reflexiones sobre su reciente visita a Mozambique.

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La forma en que nosotros, como comunidad mundial, apoyemos a los productores en pequeña escala puede ser cuestión de vida o muerte. Si lo hacemos bien, los productores y la cadena de valor agrícola atesoran un inmenso poder de transformación.  

Hoy en día ser productor es un desafío en cualquier parte del mundo. No solo deben proteger los cultivos y el ganado de las temperaturas extremas y las precipitaciones impredecibles, sino que han de lidiar con la fluctuación de los precios de los insumos, como el fertilizante y el combustible.  

Sin embargo, ser un pequeño productor en los países más pobres del mundo puede parecer un reto casi insuperable. Aquí, los efectos del cambio climático son incluso más pronunciados y el acceso a los servicios, las carreteras y los mercados —las cosas necesarias para producir y vender bien— es escaso o nulo.  

Durante mi reciente visita a Mozambique, hablé con la Sra. Aida Simbine, una agricultora de la aldea de Moamba, en el sur del país, que ha recibido apoyo del FIDA. Me contó su historia de resiliencia y perseverancia. A pesar de las sequías seguidas de las lluvias torrenciales del ciclón Freddy, Aida consigue cultivar todo tipo de productos en su pequeña explotación, desde frijoles y papas hasta chiles y cebollas.  

Utiliza la producción de su floreciente explotación en su negocio de restauración y vende el excedente en los mercados locales. Su actividad prospera y el dinero que genera lo invierte para hacer crecer aún más la explotación y el negocio.  

La Ministra Sra. Anne Beathe Tvinnereim hablando con la participante en el proyecto del FIDA, Sra. Aida Simbine.  © IFAD/Linda Odhiambo

Aida puede hacerlo gracias al proyecto PROCAVA, respaldado por el FIDA. El sistema bombea agua desde el cercano río Incomati, que los agricultores como Aida utilizan para regar sus tierras. Está gestionado por una asociación local integrada por 125 agricultores en pequeña escala, la mayoría de los cuales son mujeres.  

Esta asociación también gestiona dos zonas cubiertas con mallas para dar sombra, parecidas a invernaderos, que se instalaron en el marco de un proyecto respaldado por el FIDA. Gracias a la rotación estacional entre diferentes agricultores de la comunidad, se pueden cultivar hortalizas todo el año debajo de las mallas. Sin embargo, también protegieron los cultivos durante el ciclón, lo que proporcionó a los agricultores una fuente de alimentos e ingresos muy necesaria en momentos cruciales.  

Las iniciativas de desarrollo siempre deben estar firmemente ancladas en la comunidad para producir resultados duraderos. Me complació constatar que estos proyectos respaldados por el FIDA estaban siendo impulsados por las comunidades. Esto significa que la población local opina acerca de lo que se debería hacer en el marco del proyecto y, sobre todo, que siente la iniciativa como propia cuando el proyecto llega a su fin.  

Sé que puede parecer obvio que quienes reciben apoyo del proyecto contribuyen y participan en él, sin embargo, considero que, como comunidad de desarrollo, aún tenemos mucho por hacer.  

Los proyectos no solo son más eficaces si cuentan con la participación de la comunidad, sino que sus efectos son más duraderos una vez concluido el proyecto. Este es el tipo de desarrollo sostenible, con capacidad de empoderamiento y centrado en las personas que Noruega trata de respaldar. 

No obstante, el FIDA no solo proporciona a los productores los instrumentos, la financiación y la infraestructura que necesitan. También les facilita las aptitudes necesarias para que saquen el máximo partido de estas soluciones y estén preparados para un futuro marcado por el cambio climático.  

Pude comprobarlo por mí misma cuando conocí a los participantes del Proyecto de Financiación de Empresas Rurales, respaldado por el FIDA, en la provincia de Tete. Aquí, dos de los organismos con sede en Roma, el FIDA y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), están trabajando conjuntamente para lograr un impacto combinado incluso mayor. 

Carlos Escova, con la producción del negocio pesquero que estableció con la ayuda del FIDA. © IFAD/Linda Odhiambo

Carlos Escova, productor parcialmente ciego, me explicó que ahorra parte de sus ingresos para mantener a sus cinco hijos gracias a la capacitación en materia de gestión financiera que recibió en el marco del proyecto. Ahora, sabe utilizar una billetera electrónica para hacer el seguimiento de sus gastos y gestionar mejor su dinero. Este conocimiento tecnológico también significaba que podía pedir un préstamo para iniciar un negocio pesquero, algo que nunca pensó que pudiera hacer. 

Estoy agradecida por la asociación de Noruega con el FIDA y por la oportunidad de conocer a los productores que están logrando lo que parecía imposible: alimentar a sus comunidades pese a nuestro clima cambiante.  

Apoyando a los pequeños productores e invirtiendo en cadenas de valor, podemos aumentar la seguridad alimentaria en los países africanos y mejorar los ingresos de las familias, lo cual coincide con los comentarios que recibo de los líderes africanos en muchas de mis conversaciones. Ellos también me cuentan el trabajo que hacen para fortalecer la capacidad para valerse por sí mismos y reducir la dependencia de caros alimentos importados. De esta forma, podemos combatir el hambre, mejorar las condiciones de las mujeres y crear empleo tanto en las zonas rurales como en las urbanas.  

Obtenga más información sobre la importancia de las inversiones del FIDA