Explicación de los tres tipos de biodiversidad que existen

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Explicación de los tres tipos de biodiversidad que existen 

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©IFAD/Giancarlo Shibayama/Factstory

Piensa en la palabra “biodiversidad”. ¿Qué se te viene a la mente?  

Si te imaginabas una rica variedad de especies animales, no eres el único. Sin embargo, la fauna silvestre es solo una pequeña parte de lo que abarca el término y, además, es una concepción que pasa por alto la importancia fundamental que reviste la biodiversidad para los sistemas alimentarios de nuestro planeta. 

De hecho, hay tres tipos principales de biodiversidad: genética, de especies y de ecosistemas. Analicemos la incidencia que tiene cada uno de ellos en la productividad, el valor nutricional y la resiliencia agrícolas y conozcamos a algunos habitantes del medio rural que velan por su protección. 

Diversidad genética  

Cada planta o animal tiene una combinación distinta de genes. La variedad de genes de una población o especie determinadas recibe el nombre de “diversidad genética” y es la base de la agricultura moderna. 

Gracias a este tipo de biodiversidad, generaciones de agricultores han podido dedicarse a cultivar plantas silvestres, determinando qué propiedades son las que más contribuyen a nuestra alimentación y reforzándolas, y adaptando los cultivos a la evolución de las condiciones ambientales. 

Sin embargo, la demanda de variedades de cultivos de bajo costo y alto rendimiento ha provocado una disminución de la diversidad fitogenética del 75 % en las explotaciones agrícolas durante el último siglo. Esta circunstancia hace que todo nuestro sistema alimentario sea susceptible a enfermedades y malas cosechas y, a resultas de la pérdida de variedades locales, pocas son las opciones que les quedan a los agricultores para adaptarse. 

Tomemos el ejemplo de la banana: existen más de 1 000 variedades, aunque eminentemente consumimos solo una. El banano enano se cultiva en extensos monocultivos genéticamente idénticos, lo que significa que agentes patógenos como la enfermedad de Panamá pueden suponer una grave amenaza no solo para los bananos, sino también para millones de personas cuyos medios de vida dependen de este cultivo.  

Está claro que la diversidad genética es esencial para contar con sistemas alimentarios sostenibles. Cabe preguntarse entonces cómo protegerlos. 

Gracias al apoyo del FIDA, las guardianas de semillas del Brasil están dando pasos ejemplares en este sentido. Estas mujeres del medio rural preservan cientos de variedades de especies vegetales en bancos de semillas, como por ejemplo las especies predecesoras silvestres de los actuales cultivos. Estos bancos protegen la diversidad genética en beneficio de las generaciones futuras, garantizándoles las herramientas necesarias para adaptarse a un mundo en evolución. 

Diversidad de especies 

Este tipo de diversidad se refiere al número de especies distintas que se encuentran en un determinado territorio; por ejemplo, el número de especies de una abundante selva tropical es mucho mayor que el de un desierto de arena, donde pocas especies pueden sobrevivir.  

Este tipo de biodiversidad es fundamental para el funcionamiento de muchos de los sistemas naturales de los que depende la agricultura, como la polinización, la retención de agua y el ciclo de los elementos nutritivos. Los hábitats con una gran diversidad de especies tienen mayor capacidad de adaptación y pueden ser más productivos. Por ejemplo, pueden ser más resistentes a la erosión y tener períodos vegetativos más largos. 

Sin embargo, la diversidad de especies está tan gravemente amenazada que muchos expertos consideran que nos enfrentamos a una nueva extinción masiva, la primera desde la desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años. Decenas de miles de especies están en peligro de extinción, entre ellas una de cada ocho especies de aves, una de cada cuatro de mamíferos y más de un tercio de los corales de arrecife. 

Si esta tendencia continúa, nuestros sistemas alimentarios no solo serán menos productivos, sino que, en algunos casos, podrían fallar por completo. Basta pensar en las casi tres cuartas partes de las plantas cuya reproducción depende, al menos en parte, de especies polinizadoras amenazadas como la abeja. 

Con todo, a lo largo y ancho del mundo, los pequeños agricultores trabajan para garantizar que la agricultura forme parte de la solución. En el Senegal, gracias al apoyo del FIDA, las comunidades costeras están dedicándose a la apicultura y restaurando manglares con gran diversidad de especies, protegiendo la diversidad de su flora y fauna y, al mismo tiempo, impulsando los medios de vida locales. 

Maria Ndong, agricultora en la zona costera del Senegal, se prepara para la reforestación de manglares. ©IFAD/Ibrahima Kebe Diallo

Diversidad de ecosistemas 

Dando un paso más allá llegamos a la diversidad de los ecosistemas, a saber: el número de hábitats y ecosistemas diferentes en una zona determinada. De las selvas tropicales a las estepas, de los desiertos a los manglares, los paisajes de nuestro planeta son de lo más variopintos. 

Esta riqueza de hábitats es la base de una gran diversidad genética y de especies y también brinda servicios ecosistémicos que benefician a todo el planeta. Por ejemplo, las turberas filtran el agua y absorben grandes cantidades de carbono del aire, preservando la calidad del agua y mitigando las emisiones. 

El cambio de las condiciones climáticas pone en peligro la diversidad de los ecosistemas. Desgraciadamente, como consecuencia de la deforestación de vastas extensiones de tierra para cultivar y criar ganado, con demasiada frecuencia, la agricultura viene a agravar esta amenaza.  

Con todo, muchos agricultores Indígenas han protegido los ecosistemas durante generaciones. Alrededor del 80 % de la biodiversidad que queda en el planeta se encuentra en tierras de Pueblos Indígenas, donde en muchos casos la deforestación es inferior incluso a la de los parques nacionales.  

Otros agricultores en pequeña escala están empezando a seguir sus pasos. Sirva de ejemplo la región central de Kenya, donde una comunidad rural rehabilitó 1 543 hectáreas de tierras forestales degradadas gracias al apoyo del FIDA. Se logró recuperar la capacidad del ecosistema para captar el agua de lluvia y la humedad e impulsar así el sistema fluvial del que depende la agricultura local. 

Todo ello demuestra que capacitar e incentivar a las comunidades rurales para que gestionen mejor sus propios recursos naturales es esencial para proteger la diversidad de los ecosistemas y lograr la sostenibilidad del sistema alimentario. 

Francis Njoroge, uno de los pequeños agricultores que contribuyen a la reforestación cerca del monte Kenia.  ©IFAD/Translieu/Samuel Nyaberi

La biodiversidad genética, de especies y de ecosistemas son elementos estrechamente relacionados y con la misma importancia dentro de un sistema global, y las tres constituyen la base de unos sistemas alimentarios sostenibles y resilientes al clima. 

Proteger todos los tipos de biodiversidad no solo garantiza que podamos alimentar a la población mundial y adaptarnos al cambio climático, sino que también nos permite hacerlo de forma saludable. La biodiversidad local contribuye a tener dietas nutritivas, pues garantiza el acceso a una gran variedad de fuentes de alimentos y permite abordar las carencias de micronutrientes que resultan nocivas. 

Por ello, la conservación y la gestión sostenible de la biodiversidad cobran vital importancia para la labor del FIDA. Porque cuando la población rural crea medios de vida resilientes y, a su vez, protege la biodiversidad, todo el mundo sale ganando.