Invertir en un futuro mejor: África Oriental y Meridional

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Invertir en un futuro mejor: África Oriental y Meridional

Tiempo estimado de lectura: 6 minutos
© IFAD/Imani Nsamila

Este año, el FIDA está pidiendo que se aumente la inversión en las poblaciones rurales a fin de garantizar un futuro mejor para todos, independientemente de dónde vivan. Nos reunimos con la Directora Regional del FIDA para África Oriental y Meridional, Sara Mbago-Bhunu, para descubrir cómo es la vida rural en la región y entender el impacto que podría lograrse con una mayor inversión. 

La región abarca desde el mar Rojo, a lo largo de la costa de Eritrea, hasta el frágil Estado de Sudán del Sur, creado recientemente, pasando por la cuna de la humanidad en el Gran Valle del Rift hasta llegar a la copiosa Angola, y atraviesa las aguas del océano Índico hasta las islas de Madagascar y Seychelles.  

¿Cuáles son los principales desafíos que afronta la región? 

Caracterizada por una gran diversidad de paisajes y personas, África Oriental y Meridional se enfrenta a un sinfín de desafíos, que abarcan desde los campos hasta la alimentación y las finanzas.  

En primer lugar, nuestra seguridad alimentaria se está viendo amenazada por una serie de crisis simultáneas. Ahora mismo, 36,1 millones de personas padecen hambre aguda en el Cuerno de África, al tiempo que el ciclón Freddy ha hecho que muchas personas pasen hambre, dado que familias enteras que ya se encontraban en situación de vulnerabilidad ahora están teniendo dificultades para hacer frente a los precios inflados de alimentos esenciales. En algunas zonas, el precio del maíz —un producto básico— se ha triplicado. 

A día de hoy, casi la mitad de los africanos que padecen subalimentación residen en África Oriental. La región depende en gran medida de la importación de alimentos debido a la fragmentación de los sistemas alimentarios, y gran parte de los alimentos se echan a perder antes de su consumo. Esta situación hace que no todas las personas puedan acceder a alimentos asequibles y nutritivos

Al igual que ocurre en el resto del mundo, la región está notando los efectos del cambio climático. El aumento de las temperaturas y los cambios en los regímenes de precipitaciones están afectando gravemente a las poblaciones rurales. La pérdida de ganado es cada vez mayor debido al auge de las plagas, cada vez producimos menos alimentos nutritivos, las capas de agua freática están disminuyendo y los suelos se están degradando.

Caracterizada por una gran diversidad de paisajes y personas, África Oriental y Meridional se enfrenta a un sinfín de desafíos. ©FIDA/Imani Nsamila

 

De los 633 millones de personas que viven en la región, más del 70 % son niños y jóvenes y, en consecuencia, no pueden contribuir de manera eficaz a una economía que ya está teniendo problemas para crear empleo.

Además, la creciente crisis de la deuda no hace sino agravar estos problemas. Al menos diez países afrontan graves problemas relativos a la deuda, y muchos están aún tambaleándose tras la pandemia de COVID-19. Se necesitan con urgencia medidas internacionales de alivio de la deuda, al tiempo que la inversión en sistemas alimentarios sostenibles puede beneficiar a la región y, al mismo tiempo, crear oportunidades de sustento.

¿Qué ha logrado el FIDA en la región?

En los últimos 25 años, el FIDA ha aportado a la región un total de 5 600 millones de dólares de los Estados Unidos en financiación, además de movilizar una suma adicional valorada en 7 200 millones de dólares a través de sus asociados. Estos fondos han beneficiado a unos 40 millones de personas de 17 países. Tengo la suerte de haber visto con mis propios ojos el impacto de estas inversiones en la vida de las personas.

Por ejemplo, el Programa de Desarrollo de Cadenas Productivas – Fase II, en Burundi, ha aumentado la resiliencia al cambio climático mediante la facilitación del acceso al agua de casi 20 000 explotaciones agrícolas, la rehabilitación de más de 29 000 hectáreas de tierras para la producción agrícola, la facilitación del acceso a los servicios financieros para 47 000 hogares y la provisión de insumos agrícolas, como semillas y fertilizantes, a casi 83 000 hogares.

Hawa Uso posa junto a su hija en su aldea. © Worku Gadisa

Durante casi toda su vida, Hawa Uso vivió en una pequeña cabaña con techo de paja en una aldea rural de Etiopía. Con solo una vaca y dos cabras, su familia tenía problemas para salir adelante. A día de hoy, la situación es muy diferente. Ahora tiene tres bueyes, dos vacas, ocho cabras y tres gallinas, y vive con su familia en una casa con techos de chapa. El Proyecto para Fomentar la Resiliencia de los Medios de Vida en Zonas de Tierras Bajas del FIDA le ha cambiado la vida —al igual que a otros miembros de la comunidad— al colaborar con ellos para detectar qué necesitaban para prosperar.

A nivel regional, ¿qué oportunidades hay sin explotar que podrían aprovecharse si aumentara la inversión?

En el plano regional, yo veo cinco grandes oportunidades sin explotar.

En primer lugar, la región tiene un gran potencial para generar energías renovables, como las energías eólica, hidroeléctrica y solar. Si contaran con un suministro fiable de energía, los pequeños productores podrían procesar los alimentos y reducir las pérdidas conexas, añadir valor y aumentar sus ingresos, además de limitar la degradación ambiental ocasionada por la falta de acceso a fuentes de energía verde.

Sabemos que esto funciona. Las cooperativas agrícolas que reciben apoyo del FIDA en Rwanda utilizan secadores solares de burbuja como una alternativa móvil, de bajo costo y que no depende de combustibles frente al secado al sol de los cultivos, como el maíz o los frijoles. Mientras que, en el pasado, los agricultores perdían un tercio de sus cosechas, esta cifra ahora es inferior al 10 %, lo que ha permitido aumentar los ingresos y mejorar la seguridad alimentaria, además de reducir al mismo tiempo el desperdicio de alimentos.

 

En segundo lugar, la región está a las puertas de la economía digital mundial, valorada en 11,5 billones de dólares de los Estados Unidos. Sin embargo, por conducto de los centros digitales ubicados en las zonas urbanas, debemos llevar esta oportunidad a las zonas rurales. En Etiopía, estamos colaborando con los agricultores para promover actividades agroforestales que puedan beneficiarse de los mercados de carbono.

En tercer lugar, la integración regional entrañaría beneficios económicos a largo plazo. El sistema de pagos panafricano tiene por objeto armonizar los impuestos y el comercio transfronterizos, y crear un mercado alimentario enorme, al tiempo que se crean sistemas alimentarios regionales que dependen menos de las importaciones de alimentos y fertilizantes.

En cuarto lugar, la región cuenta con un sector privado fuerte y dinámico, que puede catalizar un crecimiento económico inclusivo y sostenido. Al involucrar a más actores del sector privado, podemos reducir los riesgos asociados a las inversiones en los pequeños productores. Por ejemplo, en Madagascar, el FIDA presta apoyo a empresas dirigidas por mujeres a través de la concesión de préstamos a favor del crecimiento empresarial, al tiempo que atrae cofinanciación de otros inversores.

Por último, la mayoría de los países de la región cuentan con una zona costera o una gran masa de agua, y muchas comunidades tienen un extenso historial y vínculos culturales con el mar. Esto hace que puedan sacar partido a la economía azul y diversificar sus economías a través de la pesca y la acuicultura. Aunque ya hemos visto el impacto que puede tener la economía azul en Mozambique, por lo general las inversiones en la región siguen siendo a todas luces insuficientes.

¿Qué mensaje le gustaría transmitir a los encargados de tomar decisiones que deben decidir el valor de su contribución al FIDA?

Los insto a aumentar sus contribuciones al FIDA. Aunque nos enfrentamos a una serie de desafíos sin precedentes, nuestras inversiones ya han cambiado innumerables vidas y han aumentado la resiliencia de las comunidades rurales en todo África Oriental y Meridional. Podemos, y debemos, hacer mucho más.